Food and Drink

‘¿Quién querría vivir para siempre?’: Esta dieta podría darnos diez años más de vida

Dime qué comes y te diré cuánto tiempo podrías vivir, según un estudio, introducir ciertos cambios en la alimentación podría hacerte vivir de 8 a 10 años más.

¿”Quién querría vivir para siempre?” se preguntaba la mítica banda Queen en su famosa canción de los 80 Who wants to live forever? Y seguro que aunque no estemos buscando la vida eterna, a todos nos preocupa vivir cuantos más años mejor.

En nuestra cabeza resuenan a menudo los típicos consejos para tener una vida más saludable: hacer deporte, dejar de fumar y el gran clásico “comer mejor”. Pero ¿cuánto más podríamos vivir comiendo mejor?

Pues bien, un estudio publicado en febrero de 2022 por investigadores de la Universidad de Bergen (Noruega) sugiere que un cambio en nuestra dieta podría alargar nuestra vida incluso más de una década. Pero ¿cómo lo hacemos?

Mediante métodos innovadores, los investigadores han recopilado y comparado resultados de decenas de estudios previos relacionados con la dieta y la longevidad en poblaciones de Estados Unidos, China y Europa, incluyendo el prestigioso estudio “Global Burden of Disease Study (2019)”. Con su modelo han estudiado cómo ciertos grupos de alimentos pueden afectar a nuestra esperanza de vida con el objetivo de diseñar la dieta óptima para vivir más años.

Más legumbres, cereales integrales y frutos secos, menos carne roja y procesada

Tomando como referencia la dieta típica norteamericana (con alto consumo en carne roja, alimentos ultraprocesados y ricos en azúcares), los expertos describen que la dieta óptima pasaría por reducir el consumo de de estos productos, sustituir las harinas refinadas por granos integrales y aumentar las raciones de legumbres y frutos secos.

Y aunque pueda extrañar que frutas, verduras y pescado no estén en lo alto de esta clasificación de alimentos, es cierto que siguen teniendo un efecto muy positivo sobre nuestra salud. Sin embargo, su consumo en la dieta típica no es tan bajo como el de legumbres o granos integrales. Por eso, su efecto en el modelo es menor, según los expertos.

Otros grupos de alimentos estudiados podrían tener un efecto más bien neutro. Es el caso de la carne blanca, el huevo y los aceites vegetales, que no parecen tener efectos relevantes sobre la longevidad. Pero exceptuamos el aceite de oliva que sí tiene un papel protector sobre nuestra salud.

Cuanto antes empecemos, más tiempo viviremos

Según este estudio, introducir estos cambios en la alimentación a los 20 años podría alargar nuestra vida entre 10 y 13 años, mientras que hacerlo a los 60 nos haría vivir hasta ocho años más. Y aunque los beneficios son mayores cuanto más pronto cambiemos a la dieta óptima, incluso personas cercanas a los 80 años pueden incrementar su vida sustancialmente en torno a los tres años y medio. Eso sí, estos cambios deben mantenerse al menos 10 años para conseguir el máximo efecto.

Integrar los nuevos hábitos puede resultar todo un reto, pero los expertos resaltan que incluso cambios parciales pueden prolongar nuestra vida hasta en siete años si comenzamos antes de los 30.

Gracias a su modelo de integración de datos, los investigadores han desarrollado la aplicación Food 4 Healthy Life, una calculadora en internet que estima cuántos años viviremos según nuestra dieta, sexo y edad. Con esta sencilla herramienta podríamos descubrir, de manera estimada, cómo aumentar nuestra esperanza de vida según los cambios nutricionales que seamos capaces de asumir.

Carencias del nuevo modelo propuesto

Sin embargo, en este modelo no se han tenido en cuenta las posibles enfermedades previas, factores genéticos u otros cambios en el estilo de vida como el ejercicio, el consumo de tabaco o alcohol.

Tampoco considera cómo afectaría a la longevidad la evolución de los tratamientos médicos o el menor aporte de calorías de la dieta óptima. Recordemos que la restricción calórica se ha relacionado con el aumento de la esperanza de vida y la disminución del estrés celular, como apuntan algunos estudios.

Las predicciones, aunque generalistas, son robustas y relevantes para la población general. El conocimiento es poder y, como dicen los autores, “conocer el potencial protector de los diferentes alimentos puede ayudarnos a realizar elecciones asequibles en beneficio de nuestra salud”.

La dieta mediterránea: el santo grial de la juventud

La dieta óptima de este estudio comparte muchas características con la dieta mediterránea, sobre todo en cuanto al consumo de legumbres, frutas y vegetales. Importantes estudios como el PREDIMED apuntan a que el gran aporte de fibra y la presencia de moléculas antioxidantes y antiinflamatorias en estos alimentos podrían ser la clave en el efecto antienvejecimiento de la dieta mediterránea.

Los beneficios de esta dieta sobre la salud se centran especialmente en la prevención de enfermedades cardiovasculares, diabetes y cáncer, que son causas de mortalidad prematura en la población.

No es de extrañar entonces que países como Italia, Francia y España se encuentren entre los más longevos del mundo. De hecho, España está llamado a liderar la clasificación mundial para el año 2040, según un estudio de la Universidad de Washington. Pero no hay que confiarse, la influencia de la dieta norteamericana, cada vez más presente en nuestro día a día, podría acabar dinamitando la esperanza de vida de nuestras futuras generaciones.

Se lamentaba el desaparecido Freddie Mercury en la famosa canción sobre nuestra incapacidad para escapar del destino y de nuestra propia muerte. Sin embargo, este estudio nos demuestra que podemos tener un papel activo en nuestra salud a través de lo que comemos.

Aunque queda mucho por estudiar en la relación entre dieta y longevidad, varias reflexiones parecen estar claras: en cuanto a alimentación se refiere, todo pequeño cambio cuenta y nunca es tarde si la dicha es buena.

*The Conversation es una fuente independiente y sin fines de lucro de noticias, análisis y comentarios de expertos académicos.

**La autora de este artículo es Sandra López Domènech, investigadora postdoctoral en Endocrinología y Nutrición, Fisabio.

***Puedes leer aquí el artículo original.

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