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Estragos de la guerra: Ante falta de agua, habitantes de Mariúpol derriten nieve

Rusia ha bombardeado hospitales, iglesias, teatros, escuelas y refugios de civiles de esta ciudad.

Las habitantes de Mariúpol, ciudad ucraniana devastada por el ejército ruso, viven un auténtico infierno: Decenas de cuerpos apilados en las calles, fosas comunes, bombas cayendo sobre hospitales, teatros y refugios de civiles y un complicado acceso a servicios de primera necesidad son el día a día de las personas que no pudieron huir a tiempo de la ciudad que más ha sentido la furia de Vladimir Putin.

Casi no hay electricidad y escasea el agua, al punto de que los residentes derriten la nieve para beberla. Algunos padres dejaron sus hijos en el hospital, tal vez en la esperanza de que tengan más probabilidades de sobrevivir en el único sitio que queda con suministro decente de luz y agua.

Cuando llegó la nieve, la recolectamos y la derretimos para el agua. Cuando no, hervimos agua del río para beberla”, asegura un habitante de la ciudad que logró escapar a Zaporiyia, en el centro de Ucrania.

“En las calles están los cuerpos de muchos civiles muertos”, agrega.

Los trabajadores tiran los cadáveres tan pronto como pueden, porque cuanto menos tiempo pasen afuera, más probabilidades tienen de sobrevivir a los bombardeos.

“Lo único que pido es que esto termine”, suplica Volodymyr Bykovskyi, habitante de Mariúpol, mientras baja cadáveres en bolsas negras de un camión. “Malditos sean los que empezaron todo esto”.


Los ataques aéreos y los bombardeos que sufre Mariúpol –por momentos uno por minuto– reflejan la maldición geográfica que coloca esta ciudad en el camino de Rusia hacia el control de Ucrania.

Este puerto sureño de 430 mil habitantes ha pasado a ser un símbolo de la campaña del presidente ruso Vladimir Putin para dominar a la Ucrania democrática y también un símbolo de la resistencia en el terreno.

La ciudad está rodeada de soldados rusos, que lentamente exprimen toda la vida de la urbe a fuerza de bombardeos. Varios pedidos de crear corredores humanitarios para evacuar a los civiles no han tenido eco.

Los bombardeos han alcanzado hospitales de maternidad, el departamento de bomberos, casas, una iglesia y un terreno junto a una escuela. Quedan en la ciudad cientos de miles de personas que no tienen adónde ir.

Las carreteras de la zona han sido minadas y los puertos están bloqueados. Se acaba la comida y los rusos impiden la llegada de alimentos.

La gente quema muebles de madera en parrillas improvisadas para calentarse las manos bajo temperaturas heladas y para cocinar la poca comida que queda. Las parrillas las arman con algo que sobra: ladrillos y pedazos de metal de los edificios derrumbados.

Hay muertos por todos lados. Las autoridades locales llevan contabilizadas 2 mil 500, pero esa cifra no toma en cuenta muchos fallecidos que no han podido ser contados por los bombardeos incesantes. Le dicen a la gente que dejen a sus familiares difuntos en las calles porque es muy peligroso realizar funerales.

Muchas de las muertes documentadas por AP son de madres e hijos, a pesar de que Rusia dice que no ataca a los civiles. Los médicos dicen que atienden a diez civiles por cada soldado ucraniano herido.

“Claramente tienen la orden de mantener a Mariúpol como rehén, de humillarlos, bombardearlos constantemente”, declaró el presidente ucraniano Volodímir Zelenski el 10 de marzo.


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