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El GP de Azerbaiyán: Otro unicornio

A partir de este viernes 10 de junio se llevará a cabo el Gran Premio de Azerbaiyán en el circuito de Bakú.

Cerca de Rusia. Cerca de Turquía. Cerca de Irán y lejos de todas partes: Sigue la temporada de la F1, el próximo domingo, en Bakú.

Por ahí contiguo a lo que ahora es Azerbaiyán es posible que haya estado el Paraíso Terrenal, que fue donde tal vez vivieron y comieron ricas manzanas nuestros primeros padres.

Quizás sea muy ambiguo tal comentario previo, por lo que haya que explicar que, si es que hubo tal tierra promisoria de donde todos hemos venido: sí que estaba mucho más lejos de Guaymas o de Guasave, por ejemplo.

Allá donde termina Europa Oriental y ya está el Asia de occidente, es que se encuentra un revoltijo sorprendente y fascinante de culturas, lenguajes y platillos de cocina: pero que algo muy intrigante tienen en común.

Son esas landas por las que también deambula Aladino, y resulta allá más fácil subirse en una alfombra que vuele o dar de frente con un bello unicornio multicolor, que acá, en lares que más bien se nos da –desde niños– por idolatrar al Pato Donald y a Mickey Mouse.

El Cáucaso

Que es la tierra en la que se juegan ahora carreras de automóviles de la Fórmula 1, de manera muy rara es que venga a las discusiones.

Como sí que lo está Mónaco o aquella polémica sobre la cantidad de veces que se ha de celebrar un Gran Premio en los Estados Unidos de América cada año.

Uno, entonces, debe de ser paciente para entender que hay gente más miope que quiere seguir mirando las cosas como antes fueron y no como van a ser en delante.

Peccata minuta

Si un boleto para ir a las carreras es caro o es barato; si se compra de segunda mano en la reventa o mejor en directo en las taquillas; debe de considerarse como algo que se convirtió en un asunto baladí.

Las carreras de la liga suprema son un deporte. Son un espectáculo. Son un negocio multimillonario y tienen una característica que no se les discute: se trata de competiciones con eminencia televisiva.

Se juegan en trayectorias cercanas a los cinco kilómetros en cada giro y es obvio: que no hay ojo que las pueda ver segundo por segundo. Mientras que la tele sí lo hace y enseguida, repite lo más interesante que ha sucedido, amén de que facilita con muchas prestaciones para que se entiendan a la perfección todas las ocurrencias.

Después de haber estado presente en más de 100 Grandes Premios, un periodista, llega a la conclusión de que nunca los vio de otra manera, más que, sobre una pantalla.

Vale entonces hacer las cuentas de la cantidad disponible de dispositivos con los que se puede disfrutarlas hoy: desde con un móvil minúsculo, hasta con un aparato inteligente que va de pared a pared.

Por supuesto que si usted acude al circuito en el fin de semana de GP sabrá que por ahí andaba Plácido Domingo, Serena Williams, Jeniffer López o Claudia Sheinbaum.

Pero ni se la crea, que van por alguien en particular. Son celebridades de paga o será alguna persona que quiere obtener algo a su favor.

La recomendación es que lo vea en su casa y deje a otras cien mil cándidas almas que vivan esa ilusión efímera.

Unicornio

Hace tres años se informaba de modo oficial que el número de espectadores en el mundo que habían visto las carreras –solo en TV– era de 22 mil millones de personas en aquellos recientes 12 meses.

Debe de colegirse por más ingenuidad que se quiera interponer, que los gestores del negocio de los enfrentamientos de esos autos que corren a toda prisa: andan detrás de cerca de 50 mil millones de visitas, a través de todas las plataformas posibles.

De manera que poco debe de pesar si la carrera se juega cerca del mar Caspio, en Tequesquitengo o en el Lago de los Cisnes.

Para ellos y también para los patrocinadores: lo que interesa es que todos nos quedemos sorprendidos al ver volar ese caballo azul con un cuerno en la frente. Y que reiteremos en su ‘recordación’ como un mantra decisivo: Petronas, Petronas, Petronas.

¿Para qué? Solo ellos lo saben.

No hooligans

Eso es. Se debe eludir el fanatismo. Sin hacernos figuraciones pueriles: porque no hay piloto que valga. Ni un coche sobresaliente del resto. El punto está en el encuentro. En el choque furioso entre dos fuerzas explosivas.

Lo que de verdad incumbe es la obstinación con la que una figura, se esté ratificando en la grandiosidad de la victoria y así, someter a los otros 19 para que sean su comparsa.

En cada era se destacan dos: uno que es Dionisos y otro, Apolo. Lo blanco y lo negro. Lo caliente y lo frío.

Sin ese par, pierde sentido el combate.

Fangio y Ascari, Clark y Hill, Stewart y Fittipaldi, Lauda y Hunt, Piquet y Mansell, Senna y Prost, Schumacher y Alonso, Hamilton y Verstappen.

Dos gotas de agua en franca oposición

Eso explica que haya corredores que son el paradigma y enseguida, que ya encuentre a los demás.

A pesar de que haya gente a la que no le parezca correcto entenderlo de la manera en que es: la lucha de la temporada actual está por dirimirse entre un piloto holandés y el otro de Mónaco.

Es de sentirse mucho, pero los otros 18 contendientes vendrán siendo personajes secundarios.

Que estremezca

Lo que se espera y lo que más se anhela es que la justa del siguiente domingo sea una prueba emocionante, así como magnífica, cosa que se dificulta en la pista urbana de Bakú. Porque su diseño no da para el frenesí, y eso no tiene compostura.

Muy diferente a lo que ofrece la carretera vecinal entre Spa-Francorchamps o un trazado que permita ir a toda velocidad, como suele ser el caso allá, por el norte de Italia.

Sin embargo, hay una ley de oro en toda práctica, y reza que la oportunidad que viene enseguida puede estar deparándonos la mejor de todas las sorpresas.

Siempre: ¡A Mil Por Hora!

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