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Fórmula 1 en EU: ¿Qué pasó antes de Miami?

El Gran Premio de Miami está a la vuelta de la esquina, pero para llegar a este punto hubo un extenso camino por recorrer previamente.

Los Grandes Premios en los Estados Unidos, un porvenir está cantado... y encantado porque llega a un punto de inflexión al que debió de haber arribado antes. Pero como bien se dice, nunca es tarde para lo bueno.

Una ristra de 42 GP de Fórmula 1 es lo que han tenido el país norteamericano empezando su historia en 1950, hasta llegar al presente.

Para dar una idea, es poco más de lo doble si se compara con lo que se ha vivido en México de 1963 a estas fechas.

Contando el país norteño hasta con 10 sedes distintas: por sus 11 carreras en Indianápolis, Indiana (de 1950 a 1960); 15 en Watkins Glen, Nueva York (de 1961 a 1970); 1 en Sebring, Florida (en 1959); otra en Riverside, California (en 1960); 4 en Detroit, Michigan (de 1985 a 1988); una en Dallas, Texas (en 1984); 3 en Phoenix, Arizona (de 1989 a 1991) otras ocho en Indianápolis –nueva época y nuevo trazado– (de 2000 a 2007) y, 9 pruebas en Austin, Texas (desde 2012 hasta 2021).

Pero al mismo tiempo, ha habido otros 29 Grandes Premios bajo un nombre diferente –que sin ser GP de los Estados Unidos, se jugaron en tal nación– así, la suma total llega a 71 carreras oficiales experimentadas.

Fueron otros ocho conocidos históricamente como Grandes Premios de los EUA del Este: cinco sobre el escenario de Watkins Glen (de 1976 a 1980) y tres en Detroit (de 1982 a 1984).

Como Grandes Premios de los EUA del Oeste, se deben de contar ocho más: fueron los de Long Beach, California, de 1976 a 1983.

Hubo también dos experiencias muy complejas. Ha sido el par de carreras vividas como si tal cosa, pero con sede en Las Vegas: y llamados Caesar’s Palace Grand Prix que tuvieron lugar en los años de 1981 y 1982.

Inicio de una nueva leyenda

Volviendo a las carreras más clásicas porque es bueno para entender mejor el misterio gringo.

Son aquellas disputadas desde 1950 hasta 1960, bajo el nombre de GP de Indianápolis.

Esta fue una etapa singular de Grandes Premios y la razón es debido a que, en aquellos años había muchas dificultades para organizar una competición mundial llevando autos, equipos y pilotos.

Lo obvio, les pareció por entonces, asociar a Indianápolis que ya tenía un prestigio bien ganado con sus famosas carreras de las ‘500 Millas’, que contaban una historia comenzada en 1911 para hacer la alianza con unos torneos mundiales que empezaban.

Se pretendió con tal idea hacer lo que sucedió con los campeonatos de futbol y, desde luego, con las olimpiadas.

Había terminado ya la Segunda Guerra Mundial y el planeta demandaba abarcarlo todo, como nunca antes se pretendió.

De suerte que a mediados del siglo XX se hacía un GP de Fórmula 1 americano como se pudiera, para dar a luz a la nueva categoría universal. Entendidos de que por ‘universo’ se quería al menos comprender, a los países aliados.

Vale decir que de hecho, en Indiana dominaban los autos, mono-lugares, de carreras americanos, con sus especificaciones; mientras que los europeos, apenas empezaban a perfilar bien lo que iban a ser las características propias de sus vehículos.

La reglamentación estaba en pañales con lo heredado por las viejas justas de la prehistoria deportiva.

Ese 1950, el año en que comenzó la F1 hubo nada más siete carreras de Grand Prix ‘en todo el mundo’.

La tercera simplemente fue llamada: Indianápolis; aunque en realidad era una de las ‘500 Millas’ para los Estados Unidos. Fue dirimida el martes 30 de mayo de aquel año.

Se registraron hasta 99 pilotos. La gran mayoría, por no decir todos, eran norteamericanos.

Calificaron para largar 33 de ellos con sus carros deportivos que se impulsaban con la maquinaria americana de Offenhauser acondicionada en especial para esta prueba. Llevando motores de cuatro cilindros en línea y 3 litros de capacidad.

El Gran Premio se dio por terminado después de 138 giros sobre la configuración típica en forma de óvalo.

Los tres primeros en llegar a la meta habían sido Johnnie Parsons de California, en un auto de Kurtis Kraft, Bill Holland de Filadelfia, en un Deit, y Mauri Rose de Ohio, también con un auto de Deit.

Tanto los pilotos como sus cabalgaduras eran ilustres desconocidos en Europa.

Parsons se registró en nueve carreras oficiales de la F1 y ganó nada más en la primera. Tan sencillo de entender, porque no había la costumbre de seguir la agenda anual completa.

Como asunto raro estuvieron anotados en los registros tres coches de Maserati. Solo uno con máquina italiana de ocho cilindros en fila y tres litros de cabida.

Lo conducía el tejano Mike Burch y no pasó las calificaciones. Quedó en el 84º lugar.

El listado final de la carrera reportaba también a Bill Vukovich en otro Maserati con motor de la misma marca, igual que a Danny Kladis de Missouri.

En cambio Johnny Mauro, de Denver, aparecía con un Alfa Romeo, pero ninguno de ellos tres tomó la largada.

El californiano Vukovich, que era un ídolo en los EU, ganaría después en las ediciones de 1952 y 1953 con un Kurtis Kraft. Él se mató en el GP de 1955 en esta carrera.

Pasa pronto el tiempo

Fue el año de 1952 cuando ya se registraron hasta cuatro autos de Ferrari. Uno de ellos a cargo de Alberto Ascari. Pero en realidad, no era una competición adecuada para ellos.

Para la carrera de 1958 se apuntó el maestro Juan Manuel Fangio sobre un KK y no tuvo suerte.

Ya estando fuera de la Fórmula 1 este evento americano, en 1965, llegó a él desde Europa el escocés Jim Clark –quien no corrió ese año en Mónaco– para venir a los Estados Unidos y hacer realidad el sueño de su patrón Colin Chapman que quería conquistar América.

Triunfó y fue con el famoso Lotus-Ford que también lo llevó a coronarse campeón mundial de la liga suprema, pero usando motores de Climax. Un año después, en 1966, ganó Graham Hill las 500 Millas con un Lola-Ford.

Este piloto británico legendario, antes de matarse en su avioneta en 1975, dejó un listón hasta hoy invicto: la tercia de joyas de la más alta velocidad en su haber. Se trata de la victoria en Indianápolis, un triunfo en el GP de Mónaco, las 24 Horas de Le Mans, y fue padre de Damon Hill, monarca de la F1 en 1996, con Williams.

Yendo al grano

Desde sus orígenes se quiso que los Estados Unidos de América fueran parte esencial de la más alta categoría de carreras de autos, pero no se conseguía…

Ello a pesar de tener consagrados a dos campeones mundiales Phil Hill nacido en Florida, que se adueñó del cetro en 1961, y Mario Andretti quien nació en Italia, pero es ciudadano estadounidense desde 1955 (radica en Pensilvania) y alabado como el monarca de 1978.

Los EU tienen un registro de hasta 232 conductores, con un gran mártir entre ellos: Peter Revson quien se mató en los ensayos del GP de Sudáfrica en 1974 arriba de un Shadow-Ford Cosworth, dejando una agenda de grandeza pendiente de acabar.

Revson era el heredero de la fortuna de Revlon, empresa de su padre... pero prefirió ser leyenda.

El asunto en suma es que los Estados Unidos tal vez por lo aquí escrito, sea que han probado en tantas sedes tan diversas para encontrarse y avenirse algún día con la Fórmula de las fórmulas.

Sui Géneris

Hacía nada más falta que la disciplina entendiera al público americano: cándido pero con mucho instinto.

Fue necesario que Liberty Media, empresa que gestiona los derechos de la Carpa cuya gestión emprendieron John C. Malone y Chase Carey, se enfocara para llevar a cabo la seducción, que dio inicio en el año 2016.

La manera estaba en lo más sencillo que se pueda imaginar, como casi siempre ocurre, recordando a Pero Grullo.

Había que darle a ese espectador la función como le gusta.

Hay un ritual que el americano medio delira oficiándolo. Se lo llama el tailgate que consiste en destapar la compuerta de la parte trasera (tail) de su camioneta o de su jeep para sacar todos los arreos que requiere y poder hacer su fiesta en libertad momentánea... y eterna.

Así se puede sobrevivir a tres días facundos de catarsis: comiendo barbacoas y bebiendo cervezas. Con mucho sol, música, neones y barullo a lo bestia.

Eso sería todo: cubrir las expectativas a la americana.

Podemos ver hoy –por fin– con nitidez meridiana, que la F1 ya ha enchufado con los estadounidenses.

Son tres equipos con capital americano: Haas, Williams y McLaren (en menor porción) que lo ratifican.

Contando también con la influencia positiva por parte de sus vecinos: Canadá y México que tienen aficiones añejas y fieles.

Coda

Nunca había sido tan universal este deporte como lo es ahora. Y la canasta de negocios por concretar está más allá de apetitosa.

Dos GP este año tendrá en su piso la patria de las barras y las estrellas: en Florida y en Texas.

La carrera tejana volverá a Austin en el mes de octubre, quince días antes del GP de la Ciudad de México.

Esta, la de Florida, es otro boleto porque nace con una nueva denominación: Formula 1 Crypto.com Miami Grand Prix 2022, para convertirse con tan aparatoso nombre en la sexta versión de los GP jugados en los EUA.

Algo que nunca antes pasó en otro país…

Eso y nada más que eso, es lo que acontecerá el próximo domingo.

Pero aún falta más en el porvenir, ya que hay otro GP que será el tercero de 2023 como ya lo fue anunciado, y este se jugará en Las Vegas.

Los vecinos americanos ya están aquí de verdad y eso es una gran noticia.

Nunca nada bueno pasó en la víspera.

Por el bien de todos los que así lo queríamos: ahora es cuando.

¡A Mil Por Hora!

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