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Derrota de Boric en Chile es una señal de ‘alarma’ para la izquierda latinoamericana

Juan Pablo Spinetto considera que la llamada ‘nueva marea’ de izquierda en América Latina en realidad nunca tuvo bases convincentes.

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Nunca fue lo suficientemente grande para ser calificada como una ola, y ahora ya está retrocediendo.

La tendencia que llevó a gobiernos de izquierda a ganar elecciones en varios países latinoamericanos en los últimos años sufrió un duro golpe con las elecciones del domingo en Chile, cuando grupos de derecha tomaron el control decisivo del complicado proceso de redacción de una nueva Constitución.

La votación, cuyo ganador fue el partido que defiende el legado de Augusto Pinochet, pone en serios problemas la agenda progresista del presidente Gabriel Boric a poco más de un año de haber asumido el poder. También posiciona a la derecha chilena para regresar al poder en 2025.

Son malas noticias para Boric —que con 37 años fue el líder electo más joven del mundo—, cuya victoria presidencial coronó un período de fuerte demanda popular por una nueva Constitución, que comenzó con el estallido social de octubre de 2019.

Sin embargo, una vez en el poder, el carismático presidente descubrió que los chilenos estaban más interesados en controlar la inseguridad, la inflación y el desempleo que en la reforma constitucional. En los tres años y medio transcurridos desde el inicio del proceso, Chile pasó de respaldar por amplia mayoría una reforma constitucional y elegir a un dispar grupo de radicales y activistas para que la lideraran, a rechazar rotundamente sus ideas y perder interés en el proyecto. En la votación del domingo, el partido que obtuvo la mayor cantidad de votos es el partido que menos cambios quiere en la Constitución.

Un aspecto positivo para Boric es que la elección terminó y el complicado proceso de revisión constitucional— que involucra una comisión de expertos y un comité técnico, así como el consejo constitucional que fue elegido el domingo— ahora ocupará un lugar central. El referéndum para una nueva Carta Magna está programado para el 17 de diciembre, lo que da tiempo al Gobierno de Boric para concentrarse en más asuntos cotidianos y, tal vez, incluso cosechar los beneficios de una economía que muestra señales de estar mejorando.


Mientras tanto, el proceso tiene una lección no solo para el Gobierno de Chile, sino también para los partidos de izquierda que actualmente están en el poder en la mayor parte de la región: es posible que la ideología y los principios ayuden a ganar elecciones y mantener las bases movilizadas, pero, a la larga, los líderes electos son juzgados por el desempeño de la economía.

En ese sentido, las diferencias filosóficas entre los distintos líderes izquierdistas de la región importan menos que su capacidad para mejorar el nivel de vida de su gente, particularmente en una región que aún se está recuperando de los duros efectos de la pandemia.

La teoría de que América Latina estaba experimentando una nueva ‘marea rosa’ similar a la que experimentó a principios de siglo nunca fue convincente. Primero, porque detrás de la etiqueta izquierdista había líderes de diversas ideologías, desde el socialismo moderno europeo de Boric hasta el movimiento campesino de Pedro Castillo en Perú, quien duró 16 meses en el poder. Y segundo, porque en la mayoría de los casos, estos votos representaban un sentimiento en contra de los Gobiernos en el poder durante la pandemia. También vale la pena señalar que varias de estas elecciones —por ejemplo, en Colombia, Brasil y Perú— se decidieron por márgenes mínimos.

La votación en Chile se produce solo una semana después de que el conservador partido Colorado de Paraguay retuviera el poder en el país. Y en las principales elecciones presidenciales de la región este año, en Argentina, se espera que la alianza peronista de izquierda que actualmente está en el poder sea derrotada. La noción de que la izquierda es la fuerza dominante en la política —no solo en Chile, sino en América Latina— siempre ha sido una simplificación excesiva.

*Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial, de Bloomberg LP y sus dueños, ni de El Financiero.

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