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Las criptomonedas y el consumo de energía

Si el bitcóin sigue siendo visto como un sistema intensivo en carbono y ávido de energía, es un riesgo enorme.

En los últimos cinco años, el precio de un bitcóin se ha disparado de alrededor de mil dólares a más de 60 mil. Es una gran noticia para los millonarios de nuevo cuño, pero es un desastre para el medio ambiente.

La electricidad necesaria para “minar” las monedas, empleando vastas flotas de computadoras para resolver cálculos complejos, se ha multiplicado por diez durante ese mismo tiempo, a casi tanto como la que usa todo el país de Argentina.

Ese consumo de energía movió al director ejecutivo de Tesla Inc., Elon Musk, a prohibir la compra de automóviles con bitcóin, y China prohibió la minería en parte debido a la carga que representaba para su red eléctrica.

“Si el bitcóin sigue siendo visto como un sistema intensivo en carbono y ávido de energía, es un riesgo enorme”, advierte Kirsteen Harrison, estratega de sostenibilidad de Zumo Financial Services, un servicio británico de monedero de criptomonedas.

En respuesta, algunos “mineros” han ubicado sus computadoras en lugares como Islandia o Suecia con abundante energía geotérmica o hídrica, mientras que otros han comprado créditos de carbono para compensar sus emisiones. Pero con cada kilovatio de energía más limpia necesario para cocinar alimentos, calentar hogares o trasladar personas y bienes, existe una sensación cada vez más urgente de que las criptomonedas deberían encontrar una mejor manera de operar.

“En los próximos años habrá una cantidad limitada de energía limpia, y debería destinarse a cubrir las demandas de energía existentes”, dice Ben Hertz-Shargel, del consultor de energía Wood Mackenzie.


La situación ha hecho necesario explorar otros métodos para garantizar la seguridad de las monedas digitales. La mayoría de las primeras criptomonedas se basan en lo que se llama prueba de trabajo (proof of work), que son todos esos cálculos que hacen las computadoras de los mineros. El objetivo es ser el primero en encontrar la respuesta a un problema complejo, lo que le da al minero el derecho a registrar transacciones en la cadena de bloques del sistema, el libro digital que valida quién posee qué monedas y, lo que es más importante, reparte nuevas.

Si bien muchas computadoras domésticas podían hacer el trabajo hace una década, la minería actual requiere máquinas sofisticadas que consumen grandes cantidades de electricidad. Y el consumo generalmente aumenta a medida que aumenta el precio de las monedas, porque la complejidad de los problemas crece a medida que se unen más mineros.

El método alternativo más popular se llama prueba de participación (proof of stake), donde varias partes comprometen o apuestan sus monedas para convertirse en validadores. Estas personas obtienen nuevas monedas a cambio de verificar la legitimidad de las transacciones y decidir cuáles se procesarán primero.

No es necesario ningún equipo especial; la competencia no se trata de resolver rápidamente un problema, sino de cuánto está dispuesta a aportar cada parte como garantía. Los defensores dicen que el sistema es seguro porque aquellos que aprueban transacciones que resultan fraudulentas pierden las monedas que comprometieron. Por lo general, varios validadores examinan cada lote de transacciones, pero la mayor parte de las monedas nuevas van a una sola parte, elegida en una especie de lotería en la que aquellos que apuestan más monedas obtienen más boletos.

Ethereum, la cadena de bloques que sustenta la segunda criptomoneda más relevante del mundo, planea migrar el próximo año de prueba de trabajo a prueba de participación, argumentando que la medida reducirá su consumo de energía en un 99.95 por ciento. Una versión de prueba llamada Beacon Chain se ha estado ejecutando junto con el sistema de prueba de trabajo de Ethereum durante casi un año, con más de 250 mil validadores apostando alrededor de 38 mil millones de dólares en ether, según la plataforma de análisis Etherscan.

La red original de la moneda “es una tecnología de hace 6 años, no diseñada para el nivel de uso y las necesidades de seguridad de 2021, y ciertamente no de 2025 o 2030″, dice Aaron Brown, inversor criptográfico que colabora en Bloomberg Opinion.

Decenas de otras criptomonedas utilizan modelos basados en esta idea. Solana, una moneda introducida el año pasado que se ha convertido en la quinta criptomoneda por capitalización de mercado, tiene una variante en la que las transacciones reciben marcas de tiempo para acelerar el procesamiento.

Algorand brinda a todos los usuarios la oportunidad de ser seleccionados al azar y en secreto para proponer y votar lotes de transacciones que necesitan confirmación, y la influencia de cada usuario depende de la cantidad de tokens que posee. Tron permite a los usuarios elegir delegados, llamados super representantes, para validar transacciones en turnos de seis horas y recibir nuevas monedas por su trabajo.

Y Filecoin utiliza una tecnología en la que las partes compiten para proporcionar ancho de banda o espacio de almacenamiento a la red a cambio de nuevas monedas.

Los críticos afirman que estas alternativas pueden ser menos seguras que la prueba de trabajo. El código informático que sustenta la prueba de participación es tan complejo que existe un mayor riesgo de errores de software no detectados, comenta Chris Bendiksen, investigador del gestor de inversiones en activos digitales CoinShares. Y tales sistemas son más susceptibles a la censura, porque una vez que una entidad o grupo adquiere más de la mitad de los tokens, “no hay forma de que sean depuestos como la entidad controladora”, dice.

“Los errores y las vulnerabilidades en infraestructura crítica, como los sistemas monetarios, pueden ser catastróficos”.

Los desarrolladores de sistemas de prueba de participación responden que, en la prueba de trabajo, un pequeño número de mineros generalmente controla la mayor parte de la red, lo que abre la puerta a la manipulación. Con la prueba de participación, dicen sus defensores, la única forma de que los usuarios aumenten su influencia es aumentando su participación, lo que hace que sea más difícil, y más costoso, engañar al sistema.

En opinión de Tim Beiko, informático que coordina a los desarrolladores de Ethereum, los años que su red pasó perfeccionando su tecnología de prueba de participación y las pruebas exhaustivas a las que se ha sometido demuestran que estas alternativas que consumen menos energía pueden trazar un nuevo futuro para las criptomonedas. La prueba de trabajo “no tiene sentido para la mayoría de las cadenas, y Ethereum es un gran campo de pruebas tanto para las cadenas más grandes como para las pequeñas”.

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