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Afganistán: 20 años llenos de suicidios, militares muertos y escenas que los veteranos de guerra lamentan

Tom Amenta forma parte de los veteranos de guerra que rechazan la decisión de Joe Biden de retirar a las tropas estadounidenses.

Tom Amenta tenía 18 años cuando se enlistó en la Armada de Estados Unidos. Era 1999 y, aunque el nacionalismo del país aún no tomaba la fuerza que tuvo tras los atentados del 11 de septiembre, Amenta se vio motivado por el slogan que la Armada tenía en esa época: Be All You Can Be.

La nueva campaña publicitaria salió al aire en 1981 y era reproducida consecutivamente en comerciales de televisión pagados por el ejército estadounidense. La idea era transmitir que pertenecer a las tropas era algo ‘totalmente voluntario’, pero sin dejar de lado el objetivo principal: que los jóvenes se sintieran comprometidos con EU.

¿Por qué tomaste la decisión de enlistarte en el ejército?

“Tenía la convicción de servir a mi país. Aunque era muy joven, yo quería crecer, ser un adulto. No estaba listo para ir a la universidad. Yo me uní a la Armada antes de los atentados, pero ya sentía ese llamado para ayudar a América”.

Dos años después, la vida le cambiaría para siempre. El 11 de septiembre del 2001 fue un parteaguas en la historia de Estados Unidos. Tras los atentados contra las Torres Gemelas, cientos de jóvenes experimentaron la necesidad de unirse a la Armada orillados por un nacionalismo que acababa de echar raíz en un suceso trágico, un hecho que, al fin y al cabo, terminaría fortaleciendo y/o reconstruyendo las emociones de los norteamericanos hacía su país.

¿Tú experimentaste esa obligación o ese deber moral con Estados Unidos? ¿Qué pasaba por tu cabeza en ese momento?

“En esa fecha yo estaba en Alemania como parte de un entrenamiento con el ejército. Hasta una semana después del ataque me enteré de lo ocurrido y, al ver las fotos y videos, sentí mucho enojo, sentí la responsabilidad como soldado de ir a pelear para asegurarme que ningún hecho de este tipo le volviera a ocurrir a Estados Unidos”.

El entonces presidente de EU, George W. Bush, tomó la bandera de la lucha contra el terrorismo culpando a la red de Al Qaeda de los atentados y dando inicio un conflicto con enormes costos políticos, financieros y humanos. Hasta abril del 2021 se tenía el registro de 2 mil 448 decesos del ejército norteamericano, 47 mil 245 muertes de civiles afganos, 444 de trabajadores humanitarios y de 72 periodistas muertos, según un reporte de la Universidad de Harvard y la Universidad de Brown.

El mismo 11 de septiembre Bush anunció que las tropas estadounidenses habían lanzado ataques contra los terroristas y contra objetivos talibanes en Afganistán.

“Estas acciones cuidadosamente dirigidas están diseñadas para interrumpir el uso de Afganistán como base de operaciones de los terroristas, y para atacar la capacidad militar del régimen talibán”, señaló Bush.

El discurso, que se reproducía una y otra vez en televisoras nacionales e internacionales, se apoderaba cada vez más de los corazones estadounidenses, y ahí estaban ellos, los más jóvenes, envueltos por la nostalgia y la furia, listos para la guerra, listos para despedirse de sus familias.

¿Cómo te preparaste mentalmente para la guerra? ¿Qué pensaba tu familia y qué te decían tus amigos?

“Mi familia estaba muy angustiada, pero ellos entendían por qué lo tenía que hacer. Mis amigos también estaban preocupados, pero experimentaban una sensación parecida a la mía porque me preguntaban cómo eran los entrenamientos, es decir, ellos también estaban interesados en ir a la guerra, era como un sentimiento en común que flotaba en el aire y que todos íbamos absorbiendo”.

En 2002 Tom dejó Estados Unidos y fue uno de los primeros soldados de su batallón en arribar al Aeropuerto Internacional de Kabul. Llegó como ‘Ranger’, término que se utiliza para nombrar a quienes forman parte del regimiento de infantería ligera en la Armada estadounidense. Este grupo se especializa en la vigilancia, el cuidado y en la labor policial de un territorio específico.

¿Cuál fue tu primera impresión de ese lugar?

“Era un lugar muy triste y desértico. Rápidamente me di cuenta que era una zona de bombardeo y de constantes ataques. Definitivamente no era un lugar fácil para vivir”.

Cuando el presidente George W. Bush decidió enviar las tropas estadounidenses, mencionó en su discurso que el principal objetivo era luchar contra el terrorismo y evitar que Afganistán se convirtiera en un refugio de extremistas que pudieran causar daño a otros países. En los años qué estuviste ahí, ¿qué sentido te hacía este discurso?

“Concordaba totalmente con él, sentía que realmente estaba peleando contra el terrorismo. Los talibanes no creen en la libertad ni en la democracia, no creen que las personas tengan derecho a la educación o que las mujeres puedan levantar la voz, no creen que las mujeres puedan ser reporteras. Ellos tienen la mentalidad de dañar a los americanos y por eso era necesario combatir todo eso. Es un hecho que la mayoría de las personas en Afganistán temen del Talibán, yo lo vi. Ahora, a mí me preocupan muchas personas que viven ahí, especialmente los políticos y la gente en el poder que todos estos años ha ayudado a Estados Unidos, ¿qué pasará con ellos?”.

La otra cara de la guerra: pérdidas humanas y suicidios

Para Amenta, la guerra va más allá de los costos financieros y políticos, porque la otra cara de la moneda son las pérdidas humanas, el fallecimiento de sus amigos y de muchos colegas con quienes batalló en los años más difíciles de Afganistán.

“Hubo varios chicos con quienes entablé una amistad, éramos muy apegados. Recuerdo en especial a Sebastián, a Dan y a Jay”. Este último murió en 2003 luego de que una bomba cayera sobre Asadabad.

“Son imágenes realmente tristes y desgarradoras las que uno ve en la guerra, es desgastante”, dice Tom. Afganistán ha sido calificado por la Unicef como “el peor lugar para vivir” porque los niños y en general los civiles viven en una situación dramática de muerte, malnutrición y miseria.

Pero, muchas veces para los soldados lo más difícil no es sobrevivir en la guerra, sino lidiar con la vida después de volver. Tan solo de 2005 a 2017 se registraron 78 mil 875 suicidios en veteranos de guerra.

En 2005 el promedio era de 15.9 suicidios al día y para 2017 la cifra aumentó a 16.8. La edad promedio de todos ellos no sobrepasa los 27 años, según señala el último informe del Departamento de Asuntos Veteranos de los Estados Unidos.

La crudeza de las cifras es para Tom Amenta “una pesadilla en la historia de Estados Unidos” que probablemente nunca terminará, pero afortunadamente él encontró otro camino para superar la depresión y las secuelas de la guerra.

¿Cómo fue para ti el regreso a Estados Unidos? ¿Cómo lidiaste con esas secuelas que deja la guerra?

“Emerge un sentimiento de fraternidad entre los veteranos y yo tuve un guía muy sabio quien me enseñó que lo más importante era hablar con mis hermanos de la guerra. Es necesario compartir con ellos la experiencia, el dolor, el sufrimiento, es necesario ser honesto, hablar lo más que puedas sobre tus miedos, pero también hablar de los buenos momentos. Realmente fui muy suertudo en conocer a personas en la misma situación que yo, porque nos dábamos confianza el uno al otro. Eso cambió la manera en que pude reintegrarme a la vida civilizada”.

El final de la guerra. ¿Un fracaso en la política exterior de Joe Biden?

Tú formaste parte del conflicto que ahora está terminando. El presidente Joe Biden anunció el retiro de las tropas estadounidenses argumentando que se hizo en cumplimento del Acuerdo de Doha, firmado por Donald Trump y los talibanes, en Qatar, el año pasado. ¿Qué piensas al respecto?

Biden está equivocado, definitivamente lo considero un fracaso, está actuando erróneamente y eso me entristece mucho. Si bien, no conozco a ningún veterano que le hubiera gustado quedarse en Afganistán, tampoco conozco a alguien que apoye el retiro de la Armada de territorio afgano y que opine que Biden esté haciendo las cosas adecuadamente. Afganistán está ardiendo, la gente está buscando por todos los medios subir a los aviones y tratando de escapar. Hay reportes de que las mujeres están siendo vendidas como esclavas y de gente que está siendo asesinada por ayudar a los estadounidenses. Se supone que América debe representar los valores de libertad, justicia y democracia, yo no veo nada de eso en estos momentos. La situación me rompe el corazón, me hace sentir muy triste y enojado, perdí amigos, perdí la mitad de mi vida en el combate”.

Las cicatrices de la guerra son para siempre

Para Tom la guerra quedó atrás y ahora lo cuenta como un episodio doloroso del pasado, sin embargo, desea que quede constancia de las décadas bélicas en ‘The Thenty Year War’, un libro que lanzará el próximo 7 de septiembre junto a Dan Blackeley y Beau Simmons.

“El objetivo inicial era enseñarles a los ciudadanos de Estados Unidos cómo es realmente un veterano de Afganistán, contarles la guerra a través de 71 testimonios, muchos de ellos son mis amigos, es un libro cultural a través del cual queremos inspirar a la gente, mostrarles fotos, contarles cómo es nuestra vida ahora”.

El libro explora los desafíos que enfrentan los veteranos al reintegrarse a una sociedad donde menos del uno por ciento de la población estadounidense ha estado en la guerra.

“Si tu eres un veterano significa que ahora te has quitado el uniforme y te dedicas a otra cosa, probablemente tengas algún negocio, estés en la escuela, con tu familia, eres definitivamente alguien más, pero las cicatrices de la guerra son para siempre y hay que dejar constancia de ello”.

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