En fechas recientes, particularmente a partir de la llegada de Donald Trump a la presidencia de los EUA, los argumentos en contra del libre comercio en América del Norte se han concentrado en las pérdidas de empleo y el déficit comercial en ese país, y por otra parte, en la transformación de la industria de México en una enfocada a la manufactura de exportación, con poca innovación e inversión en tecnología propia.
Si bien ambos argumentos son erróneos, o al menos incompletos en términos de contabilizar las ganancias bilaterales del comercio internacional, lo cierto es que para México es fundamental defender los postulados del comercio internacional con su innegable socio estratégico.
Y es que, más allá de los postulados tradicionales de ventajas comparativas en términos de mejores precios y mayor acceso a bienes y servicios (argumentos ya explorados en esta columna en semanas anteriores), existen otras ganancias económicas para nuestro país que también deben ser contempladas, como por ejemplo: las remesas de los migrantes mexicanos a sus comunidades de origen, y los efectos de la derrama económica en el sistema de salud mexicano, producto de las mejoras en patentes de aquel país. Comunidades enteras de nuestro país dependen totalmente de las remesas que reciben de su población migrante en el vecino país.
Estas localidades subsisten entre la pobreza y el olvido de sus respectivos gobiernos locales, sin actividades productivas propias que les permitan crear valor, ya que en su mayoría están conformadas por adultos mayores o por familias fragmentadas formadas por menores y sus madres. No sólo eso, estas comunidades se encuentran también golpeadas por la inseguridad y son vulnerables a los estragos del crimen organizado.
Sin embargo, el apoyo de los migrantes va más allá del dinero que llega a sus habitantes, ya que también éstos realizan otras actividades como promover la infraestructura en forma de pavimentación y creación de carreteras, o con donaciones de ambulancias y camiones de bomberos, necesarios para aquellas comunidades distantes de las capitales de esos estados, y por tanto, lejanas a la atención de sus gobernantes.
En este aspecto, tampoco debemos olvidar que precisamente son las remesas internacionales una de las fuentes primarias de dólares en el país, y que la amenaza de reducir su acceso ya sea por impuestos directos a su envío, o por la deportación de los migrantes que las envían, ponen en riesgo no solamente la estabilidad del tipo de cambio del país, sino también el delicado equilibrio entre pobreza y subsistencia en el que se encuentran estas comunidades.
Por otra parte, un segundo beneficio de la integración internacional, y en particular uno que es difícil de identificar ya que escapa a los métodos tradicionales de contabilidad nacional del PIB, son las ganancias derivadas del derrame en la inversión en investigación vinculada al sector salud, particularmente los medicamentos de patentes. En un estudio reciente Becker, Phillipson y Soares (AER, Marzo 2005) demostraron que han existido ganancias extraordinarias en el bienestar de la población como resultado del incremento en la calidad y en la longevidad de vida, particularmente en países en desarrollo.
Consecuentemente, si bien persiste la desigualdad entre el bienestar de los ciudadanos de un mismo país (y entre países), las ganancias de estas dimensiones para cada cohorte de ingreso son significativas y atribuibles a las reducciones en mortalidad por enfermedades infecciosas, respiratorias, sanitarias en alimentos, y perinatales, principalmente concentradas en niños y jóvenes menores de 20 años.
Para México, los argumentos de estas ganancias se extienden por otras razones: la proximidad geográfica con EUA, uno de los países que más invierte y desarrolla patentes médicas, y la estructura de derechos de propiedad intelectual en el país que ha permitido durante las últimas décadas replicar medicamentos de patente en forma de productos de marca propia, con un menor costo a la población, y que gozan de una amplia difusión entre grupos de ingreso bajo (particularmente en zonas urbanas) quienes de otra forma no hubieran tenido acceso a medicamentos o atención médica.
Por lo anterior, no es extraño que políticos y partidos que antes atacaron el comercio internacional ahora parecieran cambiar de parecer y formen un frente común para defender la capacidad del país a integrarse con otras economías, y en particular, de proteger aquellas ganancias derivadas del TLC que trajeron derramas indirectas en los sectores más vulnerables de nuestra sociedad.
El autor es Doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL y miembro del SNI-CONACYT Nivel 1.
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