Algarabía

La educación en tiempos pandémicos

Las clases virtuales han privado a nuestros niños de disfrutar varias experiencias que la pantalla no puede ofrecer.

Bien nos lo dijeron nuestros padres cuando éramos chicos: «Lo que daría por regresar a la escuela». En el momento reaccionábamos sorprendidos y confundidos porque la escuela era nuestro «dolor de cabeza», pero uno crece y eso mismo que nos dijeron es ahora nuestro pan de cada día.

Lo que recordamos no son las tareas o los exámenes, sino que ibas a ver a tus amigos, jugar en el recreo, hacer retas en educación física, mandar cartitas de amor o echar relajo cuando la maestra o el profe salían un ratito.

Con eso en mente, trasladémonos al periodo 2020-2021. La Humanidad enfrentó una nueva pandemia, sacudiendo nuestra cotidianeidad, nuestros eventos masivos y ni tan masivos. Entre que prevenimos y resolvimos apresuradamente porque ninguno había vivido una pandemia, las cosas cambiaron.

Indudablemente la atención se centró en el número de contagios y de muertes, qué tan bien o mal los gobiernos llevaron a cabo el aislamiento y repartimiento de vacunas —hito histórico porque se desarrollaron varias en menos de un año— o los cambios radicales en la economía o que el rating de los Premios Oscar cayó 50 y tantos por ciento. No obstante, algo que pareciera que dejamos en segundo plano son los niños y jóvenes, específicamente en su ambiente educativo.

Por supuesto que sabemos que «el hogar es el primer lugar para la educación», sí, pero en la escuela es donde aprendes el resto —si no es que la mayoría— para convertirte en un ente social, no nada más ser responsable y cumplir con tus obligaciones: aprender a trabajar en equipo, haya sido con proyectos, prácticas de laboratorio o en clases de danza; visitar lugares ajenos como museos, fábricas, haciendas o pueblos; experimentar no estar con tus padres en las excursiones o campamentos; en fin, situaciones y vivencias que una pantalla no puede ofrecer.

Tal cual como nos pasó a los godínez con el home office, donde a muchos les facilitó la existencia y a otros los traicionó la comodidad de su hogar, ¿Qué sentirá un niño tomando clase en su cuarto donde acostumbra jugar videojuegos, echar la flojera, dormir, ver una serie? Y lo peor de todo, respetando el mismo horario innatural de 7:00 a.m. hasta 2:30 o 3:00 p.m. —horario matutino, por supuesto—; si cuesta un trabajo y la mitad del otro estar listo a las 9:00 a.m. pa’la chamba… uno como sea pero, ¿y las criaturas?

Las cosas pasan por algo, ¿no? Y definitivamente el avance de la sociedad humana va en camino a que se haga un híbrido entre presencial y en línea, no nada más el sector de educación. La Historia está para eso, para aprender de las diversas situaciones y NO repetirlas sino cambiarlas, evolucionar. Ahora que si está bien o no regresar a las aulas aún estando en una pandemia, es otra cosa.

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