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Reseña: Rápidos y Furiosos 9, a toda velocidad... hacia el fracaso

El crítico de cine Jake Coyle da su lectura sobre la nueva película de Vin Diesel y compañía.

En 20 años y 10 películas, la serie “Rápidos y furiosos” ha insistido sin descanso en que su saga es realmente sobre la familia.

Con el debido respeto al clan Toretto, de Vin Diesel, no estoy de acuerdo. Las películas de “Rápido y Furioso” tratan realmente de alcanzar nuevos reinos de lo absurdo inyectados con nitro.

Si puedes soportar el melodrama machista, estas películas son disparates de la pantalla grande, con autos que salen disparados de rascacielos y aviones, que en el mejor de los casos son el tipo justo de estupidez.

Más que de familia o automóviles, F9 se trata de la capacidad asombrosa de las películas para lograr superar la ridiculez, pisar el acelerador y dejar la lógica en el retrovisor.

Pero no siempre fue así. Las películas de “Rápido y Furioso”, que se han movido tan rápidamente que sus originales salieron volando por la ventana en algún punto del camino (la primera entrega fue “Rápido y Furioso” de 2001), comenzó más modestamente con las carreras de autos en el sur de California.

Sin embargo, cuando llegó “Fast Five” (“Rápidos y Furiosos: 5in control”) de Justin Lin, la serie se fue expandiendo alrededor del mundo hasta llegar finalmente, con “F9”, al espacio. Como buscando siempre un nuevo nivel de extravagancia, la franquicia ha encontrado caminos nuevos e inverosímiles para un caos que desafía la gravedad con una tracción inexplicable. Autos aquí, autos allá, autos por todas partes.

Así que cuando me senté a ver “F9″, que se estrena el viernes en cines, esperaba algo de esa buena y vieja diversión estúpida. “F9” llega allí eventualmente, cortesía de una incursión cósmica y cómica de Roman (Tyrese Gibson) y Tej (Chris “Ludacris” Bridges) en un Pontiac Fiero propulsado por cohetes. Pero durante una buena parte de los 145 minutos de la película, se siente más como una franquicia que se está quedando sin gasolina.

Hay un poco de resaca para este filme, y no sólo porque estuvo guardada en el cajón el año pasado mientras esperaba a que la pandemia diera paso a películas de gran presupuesto.

La película en la que Lin regresa como director después de una pausa de siete años en la franquicia, llega tras el capítulo más dramático en la serie de “Fast and Furious”, cuando la tragedia de la vida real le agregó un eco de patetismo por la muerte de Paul Walker y los pleitos fuera de pantalla llevaron una historia derivada de Dwayne Johnson, con Jason Statham, “Hobbs and Shaw”.

“F9” se apresura a reavivar viejos pleitos, presentar nuevos y, en la primera media hora, se desvía a Centroamérica para dejar que los autos de “Fast and Furious” se columpien en la jungla como Tarzán.

Al principio tenemos un flashback al que Lin y el coguionista Daniel Casey regresan a lo largo de la película. Es 1989 y Dominic Toretto y su hermano menor (John Cena) son adolescentes que trabajan con su padre, un piloto de carreras que muere en un choque en la pista. Existe la posibilidad de que el accidente fue intencional llevando a un hermano a prisión mientras la amargura por la muerte de su padre los separa.

Años después, Jakob (Cena) resulta tener planes para apoderarse del mundo y demostrarle quién es a su hermano mayor, con el que no ha mantenido contacto. Los dramas familiares no son pequeños en el mundo de “Rápidos y Furiosos”.

Parte de esos planes es Cipher (Charlize Theron), una villana de la película anterior que regresa como una cautiva en la caja de cristal que sin embargo está segura de sus poderes. Es una posición limitante para la potente Theron, cuya presencia en estas películas sirve principalmente como un recordatorio de que si quieres acción con gasolina, la magnífica “Mad Max: Fury Road” (“Mad Max: Furia en el camino”) todavía está cerca .

Los mejores son Ludacris y Gibson, quienes, más que nadie, le dan a “F9” su muy necesario toque de autoconciencia. Es Taj quien dice uno de los diálogos que mejor define una franquicia que no frena en busca de realidad científica: “Siempre y cuando obedezcamos las leyes de la física estaremos bien”.

En ese momento se preparan para lanzarse en la órbita en un auto cohete que hace parecer el DeLorean para viajar en el tiempo de Doc como un vehículo sensato. No sé exactamente por qué van al espacio, algo sobre destruir un satélite, pero me encantó cada minuto.

Gran parte de “F9” es sosa. No hay muchas persecuciones dinámicas, tiene demasiados flashbacks, los villanos no tan malos y le da un papel extrañamente prominente a los imanes.

Entonces Taj y Roman llegan a la gravedad cero y la película finalmente despega con una grandiosidad boba. Algunos seguramente estarán menos entusiasmados con el hecho de que “Fast & Furious” se convierta en una caricatura por completo, pero prefiero eso a los discursos solemnes sobre la familia.

En algún momento, cuando alguna combinación de autos volaba por los aires, comencé a preguntarme cómo se verán esas películas para las futuras generaciones, que posiblemente ya no usen autos, al menos de gasolina, o vivan los efectos más severos del cambio climático. ¿Parecerá más “Fast and Furious” un reflejo de nuestra dudosa creencia en las capacidades ilimitadas de los automóviles, o un reconocimiento de lo ridícula que es esa adicción? De cualquier manera, el alegre paseo no podrá durar por siempre y el contrato de Vin Diesel se acabará algún día.

“F9”, es un estreno de Universal Pictures, tiene una clasificación PG-13 (que advierte a los padres que podría ser inapropiada para menores de 13 años) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por escenas de violencia y acción así como algunos de sus diálogos.


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