Mundo

‘Todos gritando y llorando’: así se vivió incendio en campo de refugiados en Bangladesh

El gran incendio en los campos de Cox’s Bazar atrapó a muchos refugiados y refugiadas entre las llamas. Estos son los testimonios.

El gran incendio en los campos de Cox’s Bazar atrapó a muchos refugiados y refugiadas entre las llamas y las cercas que rodeaban el área. Este trágico incidente empeora aún más las condiciones de vida de miles de personas que lo han perdido todo.

“Éramos un grupo de unas diez mujeres, muchas con niños. Todos gritando y llorando. No podíamos trepar la valla y el fuego se acercaba. Intentamos usar un agujero debajo de un inodoro al lado de la cerca, pero solo las niñas y niños pequeños podían pasar. Tuve la idea de poner mis sandalias en mis manos para poder separar los cables y finalmente poder escapar”, explica Fátima, una de las refugiadas que tuvo que huir del incendio que envolvió miles de refugios en Cox’s Bazar el 22 de marzo.

A medida que se acercaba el fuego, muchas personas se encontraron atrapadas entre las llamas y la cerca que rodeaba la mayoría de los campos. “Los hombres podían trepar, algunos intentaron ayudar a las mujeres de su familia, pero fue muy difícil para la mayoría de nosotras, y además nuestra ropa se enganchaba en el alambre de púas”, explica. Después de cruzar, algunas perdieron parte de su ropa: se sentían terriblemente avergonzadas de que unos hombres las miraran.

Fátima es una de las voluntarias rohingya en la clínica Balukhali, que fue completamente destruida por el fuego. “Estaba en la clínica, alrededor de las 2:30 de la tarde cuando nos dimos cuenta de que había fuego, pero aún estaba lejos. A medida que se acercaba, me asusté y finalmente salimos de la clínica después de escuchar una explosión. Pude escuchar a muchos niños y niñas llorando y llamando a sus madres”.

“Fui a buscar a unos familiares que vivían en el campamento 9 (uno de los más afectados por el incendio) y vi su casa en llamas. El fuego estaba muy cerca y salté hacia un charco de agua del desagüe para escapar”.

La cuñada de Fátima, Begum, estaba en casa con su hermana y su nieto de 7 años cuando comenzó el incendio. “Al principio estaba lejos, no teníamos mucho miedo, pero a medida que se acercaba nos asustábamos más y cada uno de nosotros corría en diferentes direcciones”. Se las arregló para cruzar la cerca escondiéndose debajo del alambre de púas, pero recibió heridas leves en el tobillo. Begum finalmente se reunió 5 horas después con sus familiares en el bazar. Su refugio había desaparecido por completo.

En las últimas semanas ocurrieron al menos otros dos incendios menores en los campos de Cox’s Bazar, pero este último se propagó por una gran extensión en diferentes campamentos.

Según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 11 personas murieron y las llamas incendiaron alrededor de 10 mil refugios (que albergan a 45 mil personas). También se destruyeron muchas instalaciones de salud, incluida la clínica Balukhali de MSF, que cubre una población de más de 30 mil personas y ofrece una amplia gama de servicios. Los equipos de MSF ayudaron a una docena de pacientes con quemaduras o heridas, algunas provocadas por las vallas. El equipo de Balukhali reanudará algunos servicios de salud esta semana.

“Ahora acabamos de recibir algunas cañas de bambú, algunas láminas de plástico y baldes. Esperamos conseguir algo más para poder reconstruir nuestro refugio”, dice Begum mostrando en sus ojos que todavía está impactada por la experiencia.

Algunos de sus vecinos también están regresando lentamente a donde estaba su refugio. No pueden dejarlos vacíos por mucho tiempo o extraños pueden ocuparlos. Muchos refugiados y refugiadas se quedan con familiares en otras partes del campo. Las agencias de la ONU y las autoridades de los campamentos han comenzado a distribuir “kits de refugio” (algunos de bambú, lona y láminas de plástico) para que quienes perdieron sus refugios puedan construir nuevos temporales. A algunas personas se les han asignado tiendas de campaña o han comenzado a reconstruir adecuadamente las casas improvisadas, pero otros no pueden pagar los mil taka (unos diez dólares estadounidenses) que cuesta un paquete de cañas de bambú.

Las condiciones de vida en los campos han ido empeorando constantemente durante más de un año, y este incendio y la pérdida de miles de refugios muestran cuán vulnerable es la situación de las personas refugiadas”, dice Natalia Torrent, representante de MSF en Bangladesh. “Estos refugios improvisados son una solución temporal, pero no permiten una vida digna o segura. Es importante que las autoridades de Bangladesh y los organismos de la ONU responsables de la gestión de los campos proporcionen condiciones de vida más adecuadas y humanas a las y los refugiados”, añade.

Otro refugiado, Syed, también vio el refugio de su familia totalmente destruido. Son ocho los que viven allí y ahora están separados, viven en distintos lugares de otros familiares. “Tuvimos suerte porque cerca de nuestra casa estaban reparando la valla y ese día en específico no había alambre de púas, así que pudimos salir fácilmente”, dice. “Ahora está cerrado de nuevo”.

Syed explica por qué este incendio causó un estrés muy intenso a los refugiados y refugiadas, más allá de lo que muchos sentirían. “Este incendio me devolvió la angustia que sentimos cuando tuvimos que huir de nuestra ciudad natal. Allí nos perseguía el fuego y aquí nos pasó lo mismo”.

También lee: