Ciencia

Hongo negro y COVID-19: Mitos y realidades de la mucormicosis

Hasta la fecha, se han registrado miles de casos entre pacientes que se habían recuperado o que estaban en proceso de recuperación del COVID, de ahí que se asocie a la pandemia.

Como si la devastadora pandemia de COVID-19 no fuera suficiente, a principios de mayo, se informó de una nueva condición de salud con síntomas como fiebre, dolor de cabeza, tos, dolor y enrojecimiento alrededor de los ojos y nariz, dificultad para respirar y decoloración negra en la nariz. En India, los pacientes recuperados de coronavirus comenzaron a denominarla como “hongo negro”.

Hasta la fecha, se han registrado miles de casos entre pacientes que se habían recuperado o que estaban en proceso de recuperación del COVID, de ahí que se asocie a la pandemia. Sin embargo, la enfermedad reportada en la India y otros países es la mucormicosis (o zicomicosis), causada por un grupo de hongos llamados mucormicetos.

En nuestro país existen reportes de mucormicosis desde hace varios años, razón por la cual no se puede decir que “ya llegó a México” o que es de “nueva adquisición”, consideraron Edith Sánchez Paredes y Laura Rosio Castañón Olivares, del Departamento de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Medicina.

No se transmite de persona a persona

Este tipo de infecciones -dicen las especialistas- no son de reporte obligatorio; sin embargo, al revisar informes epidemiológicos, se observa que en un periodo de 12 o 15 años se registraron un máximo de 10 mil casos en México. Su frecuencia no es considerable, añadieron al participar en la conferencia ‘¿Qué es el hongo negro?’, publicada por la Gaceta UNAM.

Sánchez Paredes aclaró que la infección no se transmite de una persona a otra. La universitaria explicó que ese padecimiento es ocasionado por hongos microscópicos filamentosos que forman colonias de color blanco-grisáceo con una apariencia de pelusa.

En su oportunidad, Castañón Olivares abundó que el diagnóstico del hongo negro es sencillo: se toman muestras de flema, fragmentos de tejido, exudados donde se identifica su presencia. De ahí la importancia de hacer, desde un principio, análisis microscópico; el problema radica cuando el médico no sospecha la presencia de la mucormicosis y esto retrasa su diagnóstico y tratamiento.

Estos hongos generalmente no causan daño, crecen en los alimentos como verduras, pan o carne, cuando están en proceso de descomposición. En la punta tienen estructuras de reproducción llamadas esporangios, dentro de las cuales se encuentran cientos de esporas que se dispersan en el aire y que, en un momento dado, se pueden respirar.

Vías de infección

La principal forma de infección es a través de la vía respiratoria al inhalar las esporas. Pero la inoculación también se puede dar por la vía cutánea, cuando se pegan a una lesión de la piel (herida o quemadura); o mediante la ingesta de alimentos, es decir, por vía gastrointestinal.

Sánchez Paredes recalcó que nos enfrentamos a estos hongos a diario, aunque no todas las personas desarrollan la enfermedad. En condiciones normales, con un sistema inmunológico adecuado, son inocuos.

Para que causen una infección se requiere la presencia de factores de riesgo: diabetes mellitus descompensada; es decir, pacientes sin control de sus niveles de glucosa; asimismo, cáncer, uso prolongado de esteroides, quemaduras o uso de drogas vía intravenosa, principalmente.

¿Por qué se relaciona con el COVID-19?

En cuanto a las personas que padecen o han padecido COVID-19, tienen el sistema inmunológico deprimido, lo que las hace más susceptibles de adquirir una infección causada por organismos que en otras circunstancias no les causarían ningún daño. Y entre esas infecciones se encuentra, claro, la mucormicosis.

Además, dependiendo de su condición de salud, a no pocas de estas personas se les administran corticoesteroides para disminuir la inflamación de las vías respiratorias, liberar los conductos aéreos y posibilitar una mejor oxigenación. Pero los esteroides son también, per se, inmunosupresores (reducen la migración de las células inmunológicas, defensoras de cualquier agente invasor) y, por si fuera poco, hacen que los niveles de glucosa en la sangre aumenten.

El hongo negro puede afectar la piel, mucosas, músculos, cartílagos y huesos. Una vez que se instala y causa la infección, puede diseminarse a cualquier parte del cuerpo. Se trata de una micosis de rápida evolución. “Una vez que el paciente comienza con los primeros signos y síntomas, en una semana podría tener afectación en todos esos tejidos y morir”, advirtió la especialista.

La mucormicosis puede ser rinocerebral, cuando provoca inflamación de la cara de manera unilateral, “caída” del párpado, dolor de cabeza, congestión nasal, lesiones negruzcas en la nariz o paladar, y fiebre: pulmonar, con tos, dolor de pecho y dificultad para respirar; y gastrointestinal, con dolor abdominal, náuseas y vómito y hemorragias gastrointestinales.

Edith Sánchez resaltó que la mortalidad de la enfermedad es alta. Se considera que es de aproximadamente 90 por ciento, sobre todo en quienes no son diagnosticados a tiempo y, por lo tanto, su tratamiento es inadecuado.

Tratamientos

Para atender el padecimiento, explicó Castañón Olivares, se administra Anfotericina B que, en algunas ocasiones, se acompaña de Fluconazol, ambos antifúngicos que tienen una buena efectividad. A veces se requiere limpieza quirúrgica, porque el hongo va dejando tejido muerto.

La especialista aclaró que esta micosis no es la más frecuente entre pacientes con COVID-19. Existen otros hongos, como Aspergillus, que han reportado mayor número de casos. Empero, mucormicosis llama la atención por la mortalidad que registra.

Al respecto abundó que si es el caso, a la diabetes de un paciente hay que agregar la inmunosupresión que provoca la presencia del coronavirus SARS-CoV-2; eso abate aún más sus defensas, lo que permite el crecimiento del hongo.

El hongo negro se presenta en pacientes hospitalizados en estado de salud muy grave, es difícil que una persona que vemos en la calle lo desarrolle.

Pero en caso de que una persona diabética -quien no se apega a su tratamiento- presentara inflamación en la cara o lesiones necróticas (de muerte de tejido), flemas o escurrimiento nasal con sangre, hay que acudir al hospital para que se haga el diagnóstico y se instaure el tratamiento.

Aunque la enfermedad se cura, afirmaron las expertas, puede dejar secuelas estéticas (por pérdida de uno o los dos ojos, por ejemplo) o afecciones a nivel del Sistema Nervioso Central, concluyeron.





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