Algarabía

La curiosa historia de las hermanas Charlotte, Emily y Anne Brontë

Suele pensarse que las novelas de estas mujeres son autobiográficas, los expertos aseguran que no lo son.

¿Cómo tiene que educar un padre a sus hijos para que, de adultos, todos elijan la misma profesión, más aún, que tengan la misma vocación? En general, nos suelen educar de la misma manera, aun así, pocas veces coincidimos con nuestros hermanos en más de una cosa, pero en el caso de Charlotte, Emily y Anne Brontë se rompieron todas las reglas y generalidades entre hermanos. A esta coincidencia vocacional debe sumarse también a Branwell Brontë, el único varón de la familia.

Las hermanas Charlotte, Emily y Anne nacieron en Thornton, al este de West Riding of Yorkshire. Fueron tres de los seis hijos de Patrick Brontë, nacido Brunty, un pastor anglicano de bajo rango y posición social, poeta y escritor autodidacta, y Maria Brontë, nacida BranWell, una joven de posición más elevada que su marido, pero sin dote, que se casó por amor.

La historia parece tomada de una novela de la época

Patrick encontró en Howthorn, un poblado pequeño y apartado, una posición modesta y una casa sencilla donde fundó su familia. Meses después del nacimiento de Anne, su madre muere de cáncer. Para poder criar a sus seis hijos, que iban del año de edad
 a los siete, Patrick hizo venir a Elizabeth Branwell, hermana solterona de su difunta mujer, quien se instaló con la familia.

Las primeras cuatro niñas fueron enviadas desde muy pequeñas a Cowan Bridge School, un internado para niños sin recursos. La severidad de trato y la pobreza de la escuela creó las condiciones para que Maria, de 11 años, y Elizabeth, de 10, murieran de tuberculosis apenas con tres semanas de diferencia. El padre, temeroso de perder también a Charlotte, de 9, y a Emily, de 7, las hizo regresar a casa donde fueron educadas con austeridad y limitaciones al lado de Branwell y Anne.

«Dime, dime, niño sonriente,

¿Cómo el pasado es para ti?

Una noche de otoño, suave y templado,

Con un viento que suspira con tristeza.»

Emily Brontë.

Autorcitos

La influencia de Patrick Brontë en sus hijos fue determinante: la disciplina no era severa, sin embargo, se empeñó en que recibieran la mejor educación posible.

Los animaba a la lectura y les compraba revistas que más tarde les servirían de modelo para, entre juegos, crear The Monthly Intelligencer, una revista escrita a mano en la que reportaban las aventuras de un puñado de soldaditos de juguete que Patrick había obsequiado a su hijo, y que los niños llamaban The Young Men.

Cada uno obtuvo nombre y rango, y todos fueron protagonistas 
de pequeñas historias que Charlotte reproducía en pequeños libritos ilustrados en ocasiones por ella misma o por Branwell. La recopilación de estos breves relatos, que los estudiosos han atribuido a los cuatro hermanos, está en Juvenilia, en la que destacan «Historias de Angria», seis cuentos que suceden en un lugar ficticio creado por la desbordada imaginación de los niños Brontë.

Suele pensarse que las novelas de estas mujeres son autobiográficas, los expertos aseguran que no lo son, pero sus heroínas son muy cercanas a lo que se sabe 
de ellas a través de su correspondencia, sus diarios y 
los prólogos que la propia Charlotte escribió para las ediciones de sus novelas y las de sus hermanas.

Para descubrir a Charlotte basta con leer Jane Eyre; una mujer preparada y culta —y lo demuestra en sus textos cuando hace alusiones a personajes históricos, pasajes bíblicos y escritores como Walter Scott—. De inteligente severidad, se mostraba inconforme con lo que la sociedad le ofrecía: encontrar un marido conveniente o una posición como institutriz —de hecho, los cuatro hermanos lo fueron—. No, Charlotte no era ni suave ni piadosa ni alegre; su carácter determinado se descubre en una de sus líneas más célebres: «I am no bird; and no net ensnares me: I am a free human being with an independent will».

Quienes han analizado su obra consideran que en su prosa clara y poco adornada hay dos aspectos que a la fecha se mantienen vigentes: la rebeldía declarada hacia la conciencia de clase y la limitada posición de la mujer.

En Cumbres borrascosas se puede palpar el carácter recio, hosco y severo de Emily; en su novela no hay un solo personaje que sea afable o feliz, la situación es oscura y el manejo del lenguaje complejo —incluso, llega a ser difícil para los propios angloparlantes—. Además, la estructura narrativa es peculiar: hay tres narradores: Lockwood, que habla en primera persona —acaso el personaje más amigable por ser el ajeno, el recién llegado—, es el presente. El segundo narrador es Nelly Dean, un ama
de llaves, que es el lazo entre los personajes del pasado
y los recientes. El tercer narrador suele ser alguno de los personajes protagónicos, los ojos de lo que, por ausencia, queda oculto a Nelly.

Emily dedicó su corta vida al cuidado de Branwell,
que a la postre resultó un pintorcete sin éxito, alcohólico, aficionado al opio y bueno para nada. La teoría sostiene que Emily amaba a su hermano inapropiadamente, por esta razón, sus protagonistas —Heathcliff y Catherine— no concretan su amor. Charlotte escribe en el prólogo
de la segunda edición: «Es completamente rústica. Es agreste y árida y nudosa como la raíz del brezo. No sería lógico que fuera de otra forma, habiendo nacido y habiéndose criado y vivido siempre la autora en los páramos».

Para conocer a Anne y su sencilla timidez, crecida
bajo la tutela familiar, hay que leer en Agnes Gray las virtudes de una mujer de un carácter más dulce y plácido. Resignada, abnegada y reflexiva, Anne pensaba igual que Charlotte con respecto a la mujer sobre su independencia y buen juicio: «A carriage and a lady’s-maid were great conveniences; but, thank heaven, she had feet to carry her, and hands to minister to her own necessities». En su obra, cuyo lenguaje es el más simple de las tres hermanas, hay un doble discurso que la muestra consciente, y hasta cierto punto, resignada
a aceptar las normas sociales y su rango inferior, pero juzga y condena a aquellos que por su posición deberían mostrar mayor civilidad, educación y dignidad.

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