Algarabía

De terror a ternura: El origen de la palabra mameluco

De ser palabra que despertaba el terror a una voz tierna.

Así son los que dejaron aquellos días en los que Patricio dejaba su condición de cuadrúpedo y, sin poder ocultar el vértigo, luchaba para dar sus primeros pasos. Era noviembre y llegaban los primeros fríos, por eso el pequeñín tuvo que resignarse a cambiar la ligereza de su atuendo veraniego por un bromoso pero calientito mameluco.

No le vino nada bien esta prenda a su empeño de conquistar la vertical, pues el coeficiente de fricción entre sus pies y el piso se vio disminuido y los resbalones le complicaron su afán de convertirse en bípedo.

Mientras lo veía caminar enfundado en ese mameluco, mi memoria se dirigía hacia la historia que dio nombre a esa prenda. Fue costumbre de tiempos muy antiguos, en los reinos musulmanes, tomar esclavos para adiestrarlos en las artes de la guerra y convertirlos en una temible fuerza militar.

Por ser mamluk, voz árabe que significa ‘esclavo’, a estos soldados en castellano los llamarían mamelucos.

De ellos escribió en 1457 Pedro Tafur, en su obra Andanças e viajes. En un párrafo se lee:

É yendo por las calles, veía muchas gentes de una parte é de otra, dixiéronme que aquellos son los mamalucos, que acá llamamos elches —cautivos— renegados, una grant muchedumbre de gente. É éstos son los que el soldán —sultán— faze comprar por sus dineros en el mar Mayor é en todas las provincias donde los xrianos —cristianos— se venden; é como los traen de allí, tórnanlos moros é muéstranles la ley é á cavalgar é jugar con el arco.


Con el paso de los años, estos mamelucos se convirtieron en temidos mercenarios que ofrecían sus servicios al mejor postor. Así, grupos de ellos participaron con Napoleón en sus aventuras militares. Existe una famosa pintura de Goya llamada «La carga de los mamelucos» (1814), en la que el artista retrata un episodio de la ira popular madrileña.

El pueblo, mal armado, enfrentó a la más poderosa máquina militar del momento: el ejército francés.

En el centro de la composición, un mameluco, soldado egipcio bajo órdenes francesas, cae muerto del caballo mientras un madrileño continúa apuñalándole y otro hiere mortalmente al animal.

Muy característica era la vestimenta de estos mamelucos en el siglo XIX, de turbante y pantalón bombacho, muy cubiertos del cuello a los pies. En cierto momento, fue moda en Europa vestir a los niños con «traje de mameluco». Así lo cuenta Benito Pérez Galdós, en un texto de 1873:

También vi aquella misma tarde en el jardín al infante don Francisco de Paula, niño de pocos años, que jugaba de aquí para allí, acompañado de mi amaranta y de otras damas; y por cierto que el infante saltando, brincando, con su traje de mameluco, completamente encarnado, me hacía reír.

La moda infantil amamelucada llegó a América en pleno siglo XIX, cuando el nombre mameluco quedó asociado a una prenda de una pieza que cubre desde el cuello hasta los pies. En México, es en la que se enfunda a los bebés en tiempo de frío.

¡Qué cosas! De ser palabra que despertaba el terror, mameluco es ahora voz tierna que nos recuerda a un bebé protegido contra el frío.

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