Seguir igual implica que la presidencia de la República siga tratando de hacerse de un poder totalitario sin contrapesos.
Una de las perversiones del lenguaje que más frecuenta López Obrador es la de llamar ‘politiquería’ a toda acción política que se le opone.
La popularidad de López Obrador por encima de 60 por ciento, ¿se cimenta en sus mentiras o la gente no sabe que miente?
López Obrador ha sabido utilizar el enfoque cotidiano de la mañanera para convencer a la gente a través del poder del simbolismo.
Aparentemente las mentiras solo nos molestan cuando el resultado no es favorable para nosotros.
El presidente miente cotidianamente sin que eso afecte su popularidad. La mentira está instalada en el centro de nuestra vida pública.
Es cada vez más evidente que el daño que hizo Donald Trump a la democracia en Estados Unidos será permanente.
Traidor es el que miente, el que manipula, el que distorsiona la realidad para engañar a los electores; traidor es el disfraza la realidad, acusa sin sustento, humilla y envilece a opositores.
Hay información abundante, seria y objetiva, para echar abajo la mentira de que en 2006 le fue robada la presidencia a López Obrador.
Estamos instalados en un sistema de mentiras oficiales. Y cuando el gobierno de los abrazos no miente, omite.