Leer es poder

El presidente politiquero

La perversión que López Obrador ha operado en el lenguaje será sin duda una de las tareas más arduas, porque el engaño ha calado hasta la médula social.

Uno de los efectos más empobrecedores de la cuatro té, a la que venturosamente sólo le resta un año de gobierno, es el de haber pervertido el significado de las palabras.

Comenzaron por llamar “conservadores” a los liberales para asumir ellos la etiqueta juarista. Desconcertados, los seguidores de López Obrador, que toda su vida habían aborrecido el liberalismo, se tuvieron que asumir como nuevos liberales, es decir, neoliberales, etiqueta que también detestan.

George Orwell designó en 1984 a este ejercicio de confusión intencional “neolengua”. Con más detalle, Víctor Klemperer analizó los procedimientos mediante los cuales los nazis fueron alterando el lenguaje para que las palabras perdieran su significado original en La lengua del Tercer Reich.

Dudo mucho que López Obrador haya leído a Orwell y sepa siquiera quién fue Klemperer. La tergiversación de términos que practica es silvestre. Una de las perversiones del lenguaje que más frecuenta es la de llamar “politiquería” a toda acción política que se le opone. La política “es un oficio noble”, afirma el presidente. La politiquería, en cambio, es algo ruin, propio de sus opositores.

López Obrador puede torcer la ley. Mentirle a sus seguidores. Traicionar a sus aliados. Insultar a sus adversarios. Tiznar la honra pública de aquel a quien quiere anular políticamente. Exhibir documentos reservados. Se puede reunir con los diputados de Morena, darles línea, regañarlos como si fueran niños, amenazarlos, y al día siguiente decir en su conferencia que respeta la independencia de los diputados morenistas. A eso le llama López Obrador “hacer política”. Se cree Talleyrand (dudo que sepa quién fue Talleyrand) pero actúa como un vulgar priista.

En cambio, tacha de “politiquería” a todo lo que se oponga a sus designios. Si un grupo de madres buscadoras le solicita una reunión, es “politiquería”. Si la sociedad se muestra preocupada por el secuestro de turistas extranjeros, es “politiquería”. Si el Departamento de Estado norteamericano muestra preocupación por la inseguridad en México, es “politiquería”. En defensa de la pésima administración de Cuauhtémoc Blanco en Morelos, el presidente acusa a la oposición de “politiquería”. Para evitar los señalamientos sobre la grave carencia de medicinas en los hospitales públicos, acusa a la prensa de “politiquería”. Si un grupo de padres de familia le reclama el deficiente contenido de los libros de texto gratuitos, es que están haciendo “politiquería”. A los legisladores republicanos que protestan por la falta de acciones efectivas en contra del tráfico de fentanilo, los acusa de estar haciendo “pura politiquería”.

Es decir, el “oficio noble de la política” es lo que él práctica y “vil politiquería” todo reclamo social que no se suma a su causa. Todo lo que él hace es positivo, todo lo que hacen sus opositores, negativo. Él ejerce mediante la política su amor al pueblo. Sus opositores, con su politiquería, lo que buscan es seguir “robándole al pueblo”.

Este ejercicio, consistente en calificar una cosa como lo contrario de lo que realmente es, le ha funcionado entre sus seguidores. Ofrece una visión maniquea de fácil digestión. ¿Tendrán las madres buscadoras razón en su reclamo? ¿Los padres de niños con cáncer estarán expresando un reclamo real? Basta con que el presidente califique a estas madres y padres angustiados de hacer “politiquería” para desfondar su reclamo ante los fieles de la cuatro té.

Si la alcaldesa de Tecamac sumisamente le besa la mano a López Obrador, está haciendo “alta política”. Si miembros de la familia Le Baron le piden al presidente que los reciba para exponerle la terrible situación que se vive en una zona del norte del país, rechaza su solicitud porque se trata solo de una acción politiquera.

Va a costar mucho trabajo regresar a los militares a sus cuarteles. Reparar el daño institucional que se ha llevado a cabo en estos cinco años será labor titánica. Restaurar la honda división que López Obrador ha promovido en la sociedad requerirá un enorme esfuerzo. Pero la perversión que López Obrador ha operado en el lenguaje será sin duda una de las tareas más arduas, porque el engaño ha calado hasta la médula social.

Estamos a pocas semanas de entrar al torbellino de las precampañas. Se prodigarán promesas y mentiras. Se intentará con las armas de la mercadotecnia, la propaganda y las nuevas tecnologías engañar a la gente. Se devaluará aún más el lenguaje. Los 800 mil muertos del Covid serán calificados como politiquería de la oposición. Los 160 mil asesinatos dolosos ocurridos bajo este gobierno serán obra de Felipe Calderón.

Las mentiras que ha prodigado López Obrador en estos cinco años han calado hondo en la sociedad. El atroz hijo de Macuspana, para acumular poder en torno a su persona, ha contribuido, como ninguno, a envilecer el lenguaje político. Corregir esta perversión será uno de los trabajos más importantes del próximo gobierno.

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