La cumbre de Donald Trump y Vladimir Putin en Alaska comenzó con una apertura muy orquestada: cada líder descendió de su respectivo avión, un apretón de manos visiblemente cálido en la pista. Palmaditas en el brazo. Un sobrevuelo militar.
Luego las cosas se desviaron del guion.
Putin se deslizó en la parte trasera de “la Bestia” junto a Trump, donde mantuvieron su primera conversación importante en persona en seis años solo dentro de la limusina blindada del presidente estadounidense, fuera del alcance del oído de sus asistentes, funcionarios y los medios de comunicación mundiales reunidos.
El corto trayecto desde la pista hasta la sala de reuniones en la Base Conjunta Elmendorf-Richardson, una instalación militar estadounidense, duró menos de 10 minutos. Sin embargo, brindó a ambos líderes la oportunidad de mantener una conversación muy privada en una reunión que el mundo entero observa y estudia con atención.
No quedó claro si su viaje juntos fue planeado o una improvisación de último momento. La Casa Blanca no respondió de inmediato a una solicitud de comentarios.

Momentos antes, en un podio, Trump y Putin posaron para fotografías mientras los periodistas gritaban preguntas. Uno gritó si Putin “seguiría matando civiles”, pero el presidente ruso se señaló la oreja y negó con la cabeza indicando que no podía oír.
Trump entonces pidió tiempo e hizo un gesto a Putin para que lo acompañara hacia el vehículo. Las cámaras captaron al líder ruso sonriendo a través de la ventana mientras este se alejaba.
La limusina presidencial rusa se encontraba cerca.
Se instaló una sala de paredes azules para las conversaciones, adornada con banderas estadounidenses y rusas. Junto a Trump se encontraban un intérprete, el secretario de Estado Marco Rubio y el enviado estadounidense Steve Witkoff. Del lado de Putin, el ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, y el asesor de política exterior del Kremlin, Yuri Ushakov.
Poco antes de las 11:30 a. m., hora local, comenzó la cumbre formal. Estaban en juego el futuro de Ucrania, la paz en Europa y las economías de Rusia y sus socios comerciales, bajo la amenaza de mayores sanciones financieras por parte de Estados Unidos si las negociaciones fracasaban.
En la práctica, las conversaciones ya habían comenzado. Solo Trump y Putin podrían saber lo que se dijo.







