David Calderon

Piloto sin rumbo

El ejercicio de pilotear el Plan de Estudio, vigente desde el 20 de agosto pasado, está lleno de agujeros y repleto de contradicciones.

Faltando menos de dos semanas para llegar a la fecha anunciada, el ejercicio de pilotear el Plan de Estudio, establecido en el Transitorio Cuarto del Acuerdo número 14/08/22, vigente desde el 20 de agosto pasado, está lleno de agujeros y repleto de contradicciones.

Es el momento en el que los programas de estudio correspondientes a los tres primeros -de preescolar, de primaria y de secundaria- son desconocidos por las autoridades estatales, por los supervisores, por los directores de las escuelas que se seleccionaron y, por supuesto, por los estudiantes y sus familias, y el resto de los ciudadanos. Es un misterio si llegarán los contenidos en forma de impresos o de documentos digitales, si hay libros experimentales de cada asignatura, o si sólo habrá algo así como el “Libro para el Maestro” al que ya nos tiene acostumbrada la larga trayectoria de la Dirección General de Materiales Educativos de la SEP.

En un proceso de piloteo obviamente ni todo está listo, ni es definitivo; justo el sentido de “experiencia previa para ajuste” implica que se vive la pasión y la satisfacción, el vértigo y el reto de descubrir qué pasa en condiciones reales con el prototipo, antes de lanzarse a su generalización, a su escala definitiva. En todo cambio curricular, el piloteo no sólo es práctica típica, sino una obviedad en el diseño. Así se hizo en los planes de estudio previos, así se hace en todo el mundo.

Lo que, en cambio, me parece que es digno de todo repudio e indignación está en la improvisación y opacidad, por un lado, y por el otro, y más importante, la incompatibilidad temporal. Me explico: a pesar de los montones de asambleas no representativas y llenas de desbordante oratoria por parte de los funcionarios, los contenidos no estuvieron a tiempo ANTES del inicio del ciclo escolar; esa improvisación y la falta de oficio es injustificable. Esos grupos -10 por nivel, 30 en cada una de las entidades federativas- ya volvieron a clase desde el 29 de agosto; literalmente, ya habrán hecho el primer bimestre (de los cinco que conforman el ciclo escolar total) con el plan 2017; estas ocho semanas habrán trabajado con sus maestros y sus libros como el resto de sus pares, y de golpe y porrazo serán introducidos a un esquema y planteamiento inédito -y a decir de los jilgueros, radicalmente diferente al feo y neoliberal esquema vigente. Vienen de un ciclo anterior todavía no plenamente presencial, con retos en lo socioemocional y rezagos de aprendizaje, y lo que menos necesitan, esas niñas, niños y jóvenes, y sus docentes, es la sobrecarga, el estrés y la suspensión de algo que nadie sabe cómo se come. He hablado con secretarios estatales y con supervisores, y no saben de parte del gobierno federal quién estará dando seguimiento y asesoría a esos grupos. Lo “contextualizado” y “decolonial” es una macabra burla: desde la Capital alguien impone un proceso que los así tratados como operarios de abajo van a tener que adaptar y adoptar como mejor puedan, abandonados a sus fuerza e ingenio propio; pero eso sí, con los ojos sobre ellas y ellos, para ver “cómo resultó”. Es un tipo de experimentación con seres humanos que no sigue los protocolos éticos del consentimiento informado.

La segunda objeción a cómo se está haciendo es, si cabe, aún más fuerte. Me temo que nos están engañando. Las cuentas de tiempo no salen. Cualquiera que sepa mínimamente de diseño editorial e impresión sabe del extenuante y exhaustivo trabajo que se requiere para tener un libro de texto. La CONALITEG, como efectivamente recordó el Presidente, que para eso sí tiene memoria, desde la época de López Mateos se precia de tener los libros ya distribuidos antes del inicio del ciclo escolar en que serán usados (salvo el feo tropezón, en el periodo de Moctezuma… ah sí, claro, en este mismo sexenio). Para que en agosto de 2023 haya libros de texto de primero de primaria que responda al nuevo Plan de Estudio, el contenido debe estar aprobado y revisado a finales de enero, para ilustrarlo y formarlo, para hacer planchas e imprimir los dos millones de ejemplares que se necesitan de cada uno.

Hagamos cuentas: para no atrasarse en los libros, los resultados del pilote deben estar, digamos, incorporados para el 29 de enero. ¿En nueve semanas ya habrá evidencia, recogida, clasificada, sopesada y luego usada como ajuste? No, imposible. Es una simulación. Si hay libros, ya los están escribiendo, ya los escribieron, y no los van a modificar a partir de lo experimentado en las 960 escuelas seleccionadas. Es lógicamente imposible que el “piloto” sirva para ajustar el contenido y el enfoque. Todo el esfuerzo puede ser un caso verdaderamente detestable de participación simulada de niñas y niños en su propio proceso: serían usados para los fines de los adultos, la parte baja de la escalera de Hart, el triunfo otra vez de la soberbia adultocéntrica de un régimen rapaz. O la SEP anuncia con honestidad que no va a haber nuevos libros en agosto de 2023, o está por perpetrar un abuso histórico, machista, vertical, autoritario y todos los adjetivos que ahora está de moda usar.

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