Tauromaquia

Por cada toro lidiado, nueve viven en libertad en el campo. Un espacio que los ecologistas urbanos —esos prohibicionistas de escritorio— jamás pisan, porque desconocen el equilibrio natural de las cosas.

Ver salir un toro por la puerta de toriles, con su edad, su trapío y su hermosura, es una labor titánica pocas veces valorada en su justa medida por público y aficionados.

Este fin de semana el público y los aficionados a los toros levantaremos la voz y ejerceremos nuestro derecho a la libertad, y en un futuro, nuestro derecho al voto, para rescatar la democracia que tanta sangre costó conseguir.

Los valores de la tauromaquia han marcado el rumbo de la sociedad. El orden, el respeto, la verdad y la autenticidad que se viven en una corrida de toros solo son comparables con la vida misma.

Las emociones y sensaciones que se viven en la antesala del festejo —con las luces, la música, la peregrinación y la solemnidad del momento— son inolvidables para quienes tienen el privilegio de asistir a una Corrida de las Luces.

La tauromaquia no se trata de darle muerte al toro; esta es la culminación de un rito mediante el cual se escenifican todos los momentos de la vida del hombre en la tierra.

Morante de la Puebla marca hoy el rumbo y la narrativa de la tauromaquia.

Mañana miércoles el primer mexicano, Isaac Fonseca, alternará con Román y Colombo ante seis de Pedraza de Yeltes.

Una semana de fiesta, cultura, algarabía, ganas de vivir y honor a una manera de sentir y entender la vida, todo basado en las tradiciones.

Ha despertado al pueblo, a la afición, a los mexicanos que hartos ya de abusos y atropellos hemos levantado la voz para decir basta a las prohibiciones.