Inicialmente, el Plan México se presentó como un proyecto de largo plazo con 12 metas específicas para 2030.
Por orden de importancia, destacan estar en el ‘top 10’ de las economías del mundo, elevar la proporción de la inversión respecto al PIB arriba de 25 por ciento a partir de 2026 y arriba de 28 por ciento en 2030, así como crear 1.5 millones de empleos adicionales en manufactura especializada y en sectores estratégicos.
¿Qué tanto se ha avanzado en el cumplimiento de las metas de inversión para 2026 en el Plan México?
Lamentablemente, la inversión mantiene una trayectoria a la baja, a juzgar por el análisis de la información del segundo trimestre del año sobre la oferta y demanda de bienes y servicios en el país del INEGI.
La formación bruta de capital fijo, que mide el comportamiento de la inversión, sólo aumentó 0.2 por ciento en el periodo abril-junio de 2025 respecto a los tres meses anteriores.
Esta modesta expansión trimestral fue producto de una contracción de 1.5 por ciento en la inversión pública y de un avance de 0.3 por ciento en la privada.
Pero a tasa anual, la inversión mantuvo una marcada debilidad, pues disminuyó 5.9 por ciento contra abril-junio de 2024 y ligó tres trimestres en territorio negativo.
Esta caída en términos anuales fue producto de reducciones de 4.3 por ciento en la inversión privada y de 19.7 por ciento en la pública.
En el segundo trimestre, el componente privado representó el 90 por ciento de la inversión total en México y el público, el restante 10 por ciento.
De acuerdo con el seguimiento del observatorio económico México, ¿cómo vamos?, la inversión en el periodo abril-junio de 2025 representó 22.6 por ciento del PIB, su nivel más bajo desde el tercer trimestre de 2022.
Además, fue inferior al 23 por ciento registrado en los primeros tres meses del presente año y, más aún, al 24.8 por ciento observado en el cuarto trimestre de 2024.
De manera que la inversión total en el país, lejos de acelerar la convergencia a las metas de inversión para 2026 en el Plan México, está alejándose del objetivo inicial.
Por eso el semáforo económico de inversión de México, ¿cómo vamos? se encuentra en amarillo, después de que a finales de 2024 estuviera en verde.
Otro indicador de la misma información sobre la oferta y demanda de bienes y servicios revela que, más que aportar al crecimiento de la economía, la inversión vuelve a restar en contribución al PIB.
En términos anuales y sobre la base de cifras originales, el PIB se estancó, pues no tuvo crecimiento en el segundo trimestre.
Así, acumuló un crecimiento de apenas 0.4 por ciento durante el primer semestre del año contra el mismo lapso de 2024.
La formación bruta de capital fijo –la inversión– se desplomó 7.9 por ciento anual en abril-junio y 6.6 por ciento anual en enero-junio.
Esa es la razón por la que la inversión restó 1.9 puntos al nulo crecimiento del PIB en el segundo trimestre y 1.6 puntos al avance de 0.4 por ciento en la primera mitad de 2025.
¿Es viable anticipar que la inversión pueda reactivarse durante el segundo semestre del año y en 2026 ante los anuncios vinculados a obras públicas y privadas?
Sobre la inversión pública, en el Paquete Económico para 2026 destaca el desarrollo de proyectos estratégicos como los avances en la construcción de trenes de pasajeros, así como el inicio de construcciones de carreteras y la modernización de autopistas, entre otros.
El Paquete Económico plantea la sinergia entre la inversión pública y privada como factor para cerrar brechas de infraestructura y conectividad, impulsar la modernización tecnológica y ampliar la capacidad logística.
No está mal, pero el proceso de formación de capital tiene su componente más fuerte e importante en la inversión privada. Como lo deja claro México, ¿cómo vamos?, “la inversión privada es el principal motor de formación de capital”.
Por eso es fundamental “fortalecer la certeza jurídica”, pero también generar una alta confianza empresarial para invertir en el país.
Inapropiadamente, las condiciones actuales no son las más positivas para impulsar un ambiente de certidumbre para la inversión, sumado a que la confianza empresarial sigue reflejando los efectos de la incertidumbre asociada a la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos.
El ‘ronroneo’ de uno de los motores clave del crecimiento seguirá desaparecido.