Sobreaviso

La funámbula

Ahora, Claudia Sheinbaum tiene que cerrar los frentes internos y encarar el externo. Demostrar si es una buena fonámbula.

Pese a lo asombroso, no hay nada sorpresivo en lo ocurrido antier en Morena. Todo sucedió conforme al guion mal concebido y escrito… y peor realizado, acorde al estilo de hacer las cosas como salgan, aunque no estén muy bien hechas.

Ahora, Claudia Sheinbaum está frente a un desafío mayor. Mostrar si es una buena funámbula, si domina el arte de guardar el equilibrio y avanzar en una cuerda floja. La distinción recibida y ganada –parte de la contradicción del concurso donde compitió– es un galardón con trabas. A contrarreloj, la ya virtual candidata presidencial del lopezobradorismo requiere hacer gala de habilidad y destreza política: tomar el bastón y ejercer el mando del movimiento si, en verdad, se lo entregan y no es sólo algo simbólico.

Es hora de exhibir sin exagerar el sello propio, no visto hasta ahora. Si bien Claudia Sheinbaum administró chocante y correctamente disciplina, lealtad y obediencia para convertirse en la abanderada del movimiento, es tiempo de incorporar a esa administración la inteligencia, la estrategia y la personalidad política propia.

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La coordinadora de la defensa de la cuarta transformación –por darle juego al eufemismo empleado para disfrazar la candidatura– tiene varios frentes que atender y cerrar, a fin de meterse de lleno en el diseño y la organización de la campaña, así como en la definición de las candidaturas a otras posiciones de poder, donde la tensión puede estresar y debilitar al movimiento.

El primero y principal, definir su propia postura ante el amago de Marcelo Ebrard de romper con el movimiento. Las señales entrecruzadas por ella y él, así como por Andrés Manuel López Obrador, todavía en calidad de líder del movimiento, son equívocas. Tal ambigüedad, quizá, responda al afán de encontrar un arreglo sin que el costo de la negociación política resulte muy oneroso para una u otra parte. Empero, el momento urge una definición. Un plazo cuyo límite, en los términos de Ebrard, culmina el próximo lunes, a sabiendas de una cuestión elemental: la margarita que deshoja el excanciller consta sólo dos pétalos.

Vale hablar de la equivocidad de las posturas por varias razones. Sheinbaum habla de unidad y conciliación, subrayando que las puertas del movimiento están abiertas, pero las puertas sirven por igual para salir o regresar. Ebrard dice que ya no hay espacio para su grupo en Morena, pero su representante Malú Micher señala que no se van. Y López Obrador ratifica su amistad con Marcelo y le reconoce méritos, mientras en redes los lopezobradoristas de supuesta sangre pura tunden al excanciller.

Haciendo cuentas rápidas, Andrés Manuel López Obrador sugiere sin decirlo una posibilidad. Si Ebrard se va de Morena y se postula por otro partido, los votos a su favor provendrían de la clase media y afectarían al frente opositor, no a Morena. Eso está por verse, pero hay otra realidad imposible de perder de vista. Los legisladores proclives a Ebrard serían un dolor de cabeza en el Congreso, sobre todo, considerando el interés presidencial de sacar adelante más de una iniciativa.

Si Marcelo Ebrard no sufre del síndrome que afectó a Manuel Camacho ante el destape de Luis Donaldo Colosio, mal no haría en revisar si le conviene hacer maletas.

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Otro frente no menos importante: la definición de la forma o el método de selección de las otras candidaturas que estarán en juego el año entrante.

Si, en verdad, la abanderada de Morena coordinará al movimiento, su postura ante los términos de la selección de quienes buscarán asientos en el Congreso u oficinas en los palacios de gobierno será clave para conocer su margen de maniobra y su talante político. Mucho del respaldo y apoyo recibido para hacerse de su propia candidatura tomará el rostro de quienes actúan bajo la divisa de hoy por ti, mañana por mí. Sin mencionar que en la cargada hay cuadros dignos de su desconsideración.

De la tersura, tino y pulcritud con que Claudia Sheinbaum conforme el elenco de candidatos de Morena a otras posiciones, dependerá también su propia posibilidad electoral. Si lo sucedido a ella –esto es, ver cómo se les estaba yendo de las manos el proceso de selección a Mario Delgado y Alfonso Durazo– se repite, el movimiento podría perder fuerza y cohesión, clave para repetir en el Ejecutivo, ampliar la presencia en el Legislativo y conservar o conquistar gobiernos estatales, incluida desde luego la Ciudad de México.

Consolidar al movimiento es y será un reto.

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Aunado a esos frentes internos, está el externo.

Claudia Sheinbaum cuenta, sí, con un poderosa y briosa maquinaria con una importante base social para coronar su anhelo e, incluso, con situación económica favorable a su posibilidad electoral. Una realidad que, absurdamente, niega y pretende ignorar la oposición. Sí, pero la afectan tres cuestiones, los agravios cometidos a amplios y diversos sectores de la clase media, la polarización que por momentos hace del crispamiento un peligro y la falta de carisma, así como la rigidez de su figura. Asuntos o campos estos últimos donde su adversaria Xóchitl Gálvez finca su propia posibilidad.

Tal situación insta a Sheinbaum a cerrar bien y cuanto antes los frentes internos y, a saber, cómo sin violar la ley, atender el frente externo y reconocer que el movimiento pudo sumar en vez de restar simpatía, si hubiera hecho a un lado la soberbia y la supuesta infalibilidad política.

Claudia Sheinbaum tiene ante sí un reto mayor. Ojalá guarde el equilibrio y avance, arte que exige reconocer el propio centro.

En breve

Si, en verdad, un grupo de mujeres líderes reconoció a la presunta ministra, ojalá les haya correspondido la amable consideración, obsequiándoles un ejemplar autografiado de su tesis. Nomás para agradecer el gesto.

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