Plaza Viva

Cuando el intento de silencio hace eco en otras luchas

Es urgente sumar fuerzas, crear espacios seguros para el ejercicio de contar la verdad de las realidades tan complejas que integran nuestro país.

Este domingo nos enteramos del trágico asesinato en Tijuana de la periodista Lourdes Maldonado. Hace apenas unos días, el 17 de enero, fue asesinado también en Tijuana el fotoperiodista Margarito Martínez Esquivel. José Luis Gamboa, comunicador en redes sociales y crítico de la situación de inseguridad en Veracruz, fue víctima de homicidio el pasado 10 de enero en esa entidad. Estas noticias resuenan en las redes sociales, en medios de comunicación, en el medio periodístico y en las organizaciones dedicadas a la protección de quienes practican este oficio.

Maldonado era considerada una de las periodistas más prominentes de Baja California. Trabajó para varios medios, manteniendo una línea crítica en temas políticos y de corrupción; y tras haber recibido amenazas, se encontraba bajo la protección del Mecanismo de Protección a Periodistas.

Estas son, sin duda, de las noticias más estremecedoras en lo que va del año y una de las razones por las que como sociedad debemos unir fuerzas para evitar que continúen cometiéndose este tipo de crímenes que no solo buscan callar a quienes producen, sino a quienes consumen información periodística. Mediante el miedo, buscan silenciar todas esas voces que son obstáculos para algunos.

Ante estas tragedias, lo primero es recordar: ¿quiénes son las y los periodistas? Además de sus nombres –que no debemos olvidar–, hay que recordar que son ellas y ellos quienes, en su gran mayoría, buscan generar cambios, encontrando y difundiendo la verdad y desenmascarando al poder.

Así, el periodismo se muestra como una de las profesiones más nobles y, sin embargo, de las más peligrosas de ejercer en nuestro país. Según señala Article-19, en los últimos 10 años ha habido 82 asesinatos de periodistas en todo el país, siendo los estados más peligrosos Veracruz, Guerrero, Tamaulipas, Oaxaca y Chihuahua. Esta realidad se extiende por toda la República y nos debe obligar a reflexionar sobre qué debe cambiar para proteger a quienes cumplen la vital labor de mantener informada a la sociedad.

Y así como nuestro primer deber como sociedad es demandar justicia para las víctimas, es importante tener en mente que es obligación del gobierno protegerles, aplicando con mayor ímpetu y mejorando sustancialmente los mecanismos existentes para la protección de periodistas, pero también tomando acciones que por fin logren acabar con la crisis de violencia que azota al país en general.

Ante la desesperanza que surge por estos casos lamentablemente recurrentes, es urgente sumar fuerzas, crear espacios seguros para el ejercicio de contar la verdad de las realidades tan complejas de las que se integra nuestro país. Con ello no solo me refiero a la labor del periodismo, sino a todas las luchas que se libran desde cada trinchera: la de la comunidad LGBTIQA+, la migratoria, la laboral y las diversas luchas feministas. Todas tienen un espacio común: México, y todas parten de la misma búsqueda, la de defender su vida y sus libertades, y por ende, la de todas las demás personas. Esto es lo que sucede cuando el intento de silencio hace eco en otras luchas.

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