Fuera de la Caja

Guerras religiosas

1

La creación de las religiones fue determinante para que los seres humanos dejáramos de vivir en grupos de un centenar de individuos, como lo hicimos casi toda nuestra existencia, y pudiéramos construir sociedades de miles, y luego millones de integrantes. No todas las religiones se construyeron de la misma forma, pero todas cumplieron ese propósito, y por lo mismo fueron el discurso legitimador del poder en todas esas sociedades.

La primera sociedad que intenta deshacerse de la religión es la occidental (Europa), y lo ha hecho con lentitud y dificultad. Jonathan Israel encuentra el origen de la Ilustración (especialmente en este tema) en los escritos de Baruch Spinoza, el filósofo holandés de origen portugués que fue expulsado tanto por cristianos como por judíos (que era su religión). Es un tema que no podemos explorar aquí con detalle, pero es notoria la diferencia entre la Europa en que nació Carlos V (en 1500) y la que existe después de la derrota de Napoleón (1812). Diferencia que se amplía después de El Origen de las Especies (1859) de Charles Darwin.

Conforme se hace difícil en Europa (especialmente occidental, especialmente al norte) seguir creyendo en el cristianismo, ideas que apenas se usaban para explicar alguna parte de la realidad fueron elevadas al nivel religioso. El nacionalismo y el comunismo se transforman en religiones laicas, y por lo mismo en discursos que legitiman el poder de nuevos grupos. Decenas de millones de personas mueren en esas guerras religiosas.

Lo que hace diferentes los últimos dos siglos, o poco más, es que existen islas en las que la religión ya no es la esencia de la legitimación, porque finalmente se entiende que cada quién puede tener creencias diferentes sin que eso constituya un problema social. La libertad de creencias, de pensamientos, de opinión y publicación, permiten que sea en estos dos siglos cuando ocurre el mayor crecimiento económico de la historia humana, la mayor generación de conocimiento, y el establecimiento (creciente) de la democracia.

Y eso es lo que resulta inaceptable para las religiones tradicionales y las laicas. De eso se han tratado los esfuerzos de la Iglesia católica por condenar el capitalismo y el consumismo, de eso se trataba el comunismo (con sus "ciencias proletarias") y el fascismo. Y de eso se trata el islam radical de la Hermandad Musulmana, de Qutb en adelante. Lo que molesta a todos los religiosos es que la inexistencia de religión ha permitido más ciencia, más recursos, y más libertades. Insistentemente nos dicen que todo eso ha sido a costa de los valores, que la abundancia no da la felicidad, que sólo se busca el placer en las sociedades modernas. Tienen miedo.

La no-religión del pensamiento moderno tuvo que derrotar al cristianismo en los siglos XVII y XVIII, al nacionalismo desde el siglo XIX y al comunismo en el XX. Ahora tiene que derrotar al islam y a las sectas multiculturales en que se transformaron comunismo y cristianismo a partir de los años sesenta. Como las otras, la guerra será de ideas, de balas y de logística. Tiene a su favor el conocimiento, los recursos y las libertades. Tiene en su contra la permanente angustia humana, la necesidad de cobijo, la desidia y la ignorancia.

La no-religión que ha permitido que siete mil millones de seres humanos vivan mejor que nunca antes, que nos permite conocer cada día mejor los secretos de la naturaleza, incluida la humana, que nos permite a cada uno creer en lo que nos plazca, es una anomalía en la historia que ha resistido ya muchos ataques. Puede resistir uno más, porque merece la pena. Ni el conocimiento ni los recursos ni las libertades están dadas. Diga usted si luchamos por ellas.

El autor es profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey.

Twitter:
@macariomx

También te puede interesar:
Religión y sociedad
Medalla empresarial
Estimaciones

COLUMNAS ANTERIORES

Cerrada
El fin del mundo

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.