La Aldea

El arrancadero

 

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Inician las precampañas por el frecuente camino en México de burlar la ley ante la mirada esquiva y difusa del INE. Todos son candidatos únicos: nadie le disputa a AMLO su candidatura en Morena, como tampoco sucede con Meade en el PRI o con Anaya en el PAN. Para que sean precampañas debieran existir uno o más contendientes internos: no es así. Sin embargo, aprovecharán los privilegios que la ley les otorga, como los spots y el presupuesto.

¿Habrá sanciones? Es irrelevante porque cuando se lo planteen la violación ya habrá sido cometida, ya habrán aprovechado los resquicios legaloides y habrán logrado el cometido de tener campañas más largas y hacerse presente con la ciudadanía por más tiempo.

¿Cómo arrancan los tres? En condiciones de desigualdad. La astucia, el colmillo, la experiencia de López Obrador les lleva un kilometraje largo de ventaja. No sólo de preprecampaña, muchas comunidades visitadas, muchos spots –tal vez sólo comparables a los que se apropió Ricardo Anaya en el PAN desde hace año y medio–, muchos mensajes en redes. El martes, AMLO registró su candidatura el simbólico 12 de diciembre –para el más juarista y republicano de los aspirantes– y, de paso, plan de gobierno sintetizado en 23 puntos. Una vez más, ventaja precisa y puntual que deja a sus contrincantes atrás en propuestas, presencia, relevancia nacional. Hoy jueves está anunciada la presentación de su equipo de gobierno, su potencial gabinete. Una vez más, ventaja. Pasos adelante del más experimentado de los candidatos, quien gana con cada golpe de información, anuncio, planes concretos, muestras que simulan transparencia. Andrés tiene que convencer a los escépticos de que no representa un peligro para México y de que no llegará a la improvisación, sino con muchos proyectos y respuestas a quienes cuestionan sus planes sin implementación.

El fin de semana fue de Ricardo, primero con el pase elegante y gentil de Miguel Ángel Mancera –¿se lo reconocerá la historia?–, quien concedió y se hizo a un lado, y después el domingo, con el acto donde anunció –de forma escenográfica y artificial– que había decidido buscar la candidatura a la presidencia de la República –pausa dramática para el aplauso, revise usted el video–. Anaya consumó su estrategia de hacerse de la candidatura presidencial a costa de lo que fuera… y de quién fuera.

Arranca en un disputado segundo o tercer puesto, según diferentes encuestas. Su reto mayor consistirá en conciliar un electorado de las fuerzas que integran el Frente (MC-PRD-PAN), donde se ve difícil que un simpatizante tradicional de izquierda, seguidor del PRD, pueda verse atraído por un candidato conservador y de derecha.

Complicado. Pero ahí está, con un discurso de "no más de lo mismo", premisa establecida por la exitosa campaña de Vicente Fox. Podría ganar enorme credibilidad –como pretende– al criticar a las dos administraciones panistas, pero la pierde cuando su liderazgo en el PAN fue todo menos democrático, abierto, transparente. Permitió y toleró la corrupción de los panistas, los 'moches' y los tramposos que tanto critica en otros partidos. El discurso anticorrupción destinado al gobierno y al PRI hace agua por todos lados cuando él no estableció una postura firme contra quienes habían cometido infracciones y delitos en el PAN. Impidió al 'fiscal carnal' y movilizó a fuerzas y corrientes para bloquear la intentona priista de imponer a Raúl Cervantes. Pero en su partido, nada. Farol de la calle, oscuridad en su casa.

Meade ha estado ausente los últimos ocho días. Reuniones privadas inútiles –"sumando con el presidente Fox". ¿De verdad? ¿Será por su gran visión de Estado? ¿O por su arrastre popular tan extendido?–, acuerdos en lo oscurito, negociaciones con el Verde y con Panal, todo de segundo o tercer perfil.

Ante la desventaja del arranque de precampañas, el candidato del PRI necesita golpes de imagen, presencia constante, mensaje continuo, no desaparecer en salas de juntas y actividades privadas. Su nivel de conocimiento público es el más bajo (60 por ciento) de los tres, y debe remontar.

Acertado video que habla de un México en crecimiento, potencia, unidad, honestidad... Buen ritmo, edición rápida, rostro fugaz de José Antonio Meade: bien, pero la campaña no la hace un video. La hacen muchos, además de mensajes, discursos, apariciones, capacidad de movilizar y convencer con argumentos, no con amenazas; con razones y proyectos, no con elogios al pasado ni el tenebroso futuro del contrincante. Usted qué tiene que decir, cómo lo va a hacer. El candidato del PRI tiene el gigantesco reto de explicarle al electorado que lo postula –el PRI, pero no es priista– que trabajó para este gobierno y para dos administraciones panistas, pero que él es diferente. ¡Vaya reto! ¿Cómo se comunica eso?

La idea del cambio flota como imperativo de discurso a lo largo de la contienda: Andrés Manuel la tiene perfectamente clara e incorporada; Ricardo la esgrime, la rodea, pero no concreta en ella. Pepe Meade carece por completo –hasta ahora– de una idea, propuesta, alternativa de cambio, porque de fondo significa separarse del presidente y del actual gobierno. ¿Podrá?

Twitter: @LKourchenko

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