El Globo

Tambores de guerra

Tres rondas de conversaciones entre el gobierno ruso y el de Estados Unidos, y la Unión Europea y la propia OTAN, por separado, concluyeron este fin de semana sin avance alguno.

No habrá un conflicto bélico internacional –esperemos–, pero suenan tambores de guerra en la frontera entre Ucrania y Rusia. La muestra, la amenaza militar y estratégica impulsada por Vladimir Putin, presidente de Rusia, en esa línea fronteriza, se parece mucho al típico bluff tan común en el póker.

Tres rondas de conversaciones entre el gobierno ruso y Estados Unidos, la Unión Europea y la propia OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) –por separado– concluyeron este fin de semana sin avance alguno. Putin está exigiendo una serie de demandas geopolíticas impracticables, que mantienen una creciente tensión en la zona.

La amenaza se traduce en la presencia de 100 mil soldados rusos en la frontera con Ucrania, con la promesa de “no invadir” a cambio de que la OTAN se comprometa a no agregar nuevos Estados miembros que representen un riesgo directo a la seguridad nacional de la Federación Rusa. Algo que, en los hechos, es imposible de afirmar. La propia Unión Europea y Estados Unidos le han respondido que ningún país puede establecer un derecho de veto sobre quiénes deseen unirse a la OTAN.

Rusia demanda, además, el compromiso, asumido en tratado internacional, de que no habrá un despliegue técnico-militar en territorio ucraniano que represente otra amenaza a la seguridad de territorio ruso. Es decir, que no se coloquen armas, misiles o cohetes de mediano y largo alcance.

La tensión ha provocado ya la activación de tropas por parte de Suecia, cuyo gobierno afirmó que la movilización táctica de Rusia significa una amenaza real a su territorio; por su parte, el primer ministro de Finlandia declaró en su discurso de Año Nuevo que consideran solicitar la membresía de la OTAN después de la movilización rusa.

El Kremlin reaccionó con su retórica hostil y amenazante si se atrevían ambos países escandinavos, neutrales absolutos, a dar esos pasos.

Pero todo parece indicar que Rusia sigue este juego de estirar la liga hasta comprobar el límite de la paciencia y la tolerancia de Occidente.

El presidente Biden y la delegación estadounidense, así como la de la OTAN, fueron muy explícitos al señalar que no permitirán una sola incursión militar rusa en territorio ucraniano. Por lo pronto, el gobierno británico envió ya armamento para la defensa de Ucrania, como misiles antitanques y otros instrumentos de protección.

En todo este escenario, tendrá lugar en febrero la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno en China, a los que ha confirmado su asistencia el presidente ruso Vladimir Putin. El propósito evidente para la inteligencia americana y occidental consiste en un encuentro a puerta cerrada con Xi Jinping, el todopoderoso chino, para coordinar acciones.

Con grave preocupación observan en Washington la silenciosa aquiescencia de Pekín a la bravuconada de Putin. Es, opinan algunos expertos americanos, un ensayo de reacción internacional para China, por sus púbicas pretensiones para reasumir el territorio de Taiwán. El tono, la movilización, la respuesta militar o no que Europa y Estados Unidos tengan frente a la potencial ofensiva contra Ucrania será el termómetro con el que Xi mida sus ambiciones acerca de Taiwán.

Ante la desaparición de la Unión Soviética y la consiguiente caída del Pacto de Varsovia (el equivalente soviético a la OTAN) en 1991, en los últimos 25 años todos esos países sometidos bajo la esfera soviética hoy son, en los hechos, integrantes de la OTAN: Polonia, Hungría, Rumania, Bulgaria, República Checa, Eslovaquia, los tres bálticos –Lituania, Letonia y Estonia–, Croacia y Eslovenia. Putin afirma que hay una creciente amenaza en contra de la seguridad rusa, que la OTAN desmiente y rechaza. Una de las exigencias consiste precisamente en que la OTAN se retire a sus fronteras previas a 1997, cuando ninguno de estos países se había sumado a la alianza atlántica.

En días recientes, fuerzas de seguridad rusas entraron a territorio de Kazajistán a reprimir una revuelta interna a petición expresa del gobierno local. La declaración de Putin fue inequívoca: “No se permitirán revueltas en la región, que supongan una amenaza a la estabilidad y la seguridad nacional de Rusia”.

El regreso al pretendido control postsoviético es una realidad, y el Estado más rebelde, poderoso e importante es Ucrania. Putin lo sabe, ya la invadió en 2014, le arrebató la península de Crimea y quiere sometimiento total. ¿Qué sigue?

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