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La mala educación

El avance de los modelos de educación, en combinación con la aplicación de la tecnología, ha traído consigo progresos significativos en los procesos de selección de personal.

Por Enrique Pérez Sámano, Integrante del Comité Técnico Nacional de Capital Humano.

El avance de los modelos de educación, en combinación con la aplicación de la tecnología, ha traído consigo progresos significativos en los procesos de selección de personal, mejorando la precisión y versatilidad de los instrumentos que se utilizan para tal efecto. Lo anterior hace posible ubicar a las personas en aquellas funciones donde pueden tener mejores resultados. Por desgracia, su utilización no está al alcance de todos los países y mucho menos de todas las empresas.

En consecuencia, la diferencia entre los niveles de desempeño de las empresas es cada vez mayor y a las personas se les dificulta superar los filtros de selección para ser contratados o promovidos. Esto, que es una realidad en el mercado laboral, también lo es al comparar el desempeño de los países

Criterios para seleccionar personal han existido siempre. En el pasado estos tenían que ver solamente con aspectos técnicos. Tanto en los oficios, como en trabajos profesionales. Quien era elegido para ocupar un puesto debía demostrar que contaba con las habilidades y conocimientos necesarios, lo cual se verificaba al responder a pruebas de carácter técnico. Si al principio lo que primaba eran dichos aspectos, a mediados del siglo pasado empiezan a aplicarse pruebas de inteligencia y posteriormente se da un auge de las pruebas relacionadas con actitudes y comportamientos.

A la par del desarrollo de la tecnología, los expertos en comportamiento organizacional van descubriendo que, ante candidatos cuyo bagaje profesional similar, son las capacidades conductuales las que determinan la diferencia entre un desempeño medio y uno sobresaliente

En este sentido, al interior del Comité Técnico Nacional de Capital Humano del IMEF, se considera que el grado de sofisticación de las herramientas disponibles para tal efecto son muy relevantes. Baste decir que, en el mundo de los grandes corporativos los criterios de selección se basan en aspectos como la agilidad para aprender, la autoconciencia, rasgos personales como el nivel de energía o la tolerancia al estrés, las aptitudes para el razonamiento lógico y la capacidad para gestionar sus posibles “descarriladores”.

Lo que subyace a la idea de continuar perfeccionando las técnicas mencionadas es la posibilidad de que con ello se mejore el grado de certeza de las evaluaciones en el entendido de que, los riesgos de seleccionar a la persona equivocada se traducen en bajos desempeños con los costos de tiempo y dinero que esto implica. Lógicamente, entre mayor es la responsabilidad lo es también el riesgo

La sociedad mexicana en su conjunto parece estar lejos de entender esto. Al haber descuidado por tantos años los aspectos educativos y dejar el desarrollo integral de las personas al azar, nos enfrentamos hoy padeciendo sus efectos. No es aventurado decir que los niveles de desempeño promedio en casi cualquier ámbito y a cualquier nivel son muy lamentables. Lejos de hablar de los criterios de selección mencionados en los párrafos anteriores, en nuestro medio valoramos (y pagamos) por algo tan básico como tener colaboradores responsables.

Las consecuencias como país saltan a la vista. México ocupa el lugar 69 de 132, en el Índice Global de Competitividad*, siete países de Latinoamérica nos superan. A pesar del alto índice de desempleo, las empresas batallan para conseguir personal con las capacidades requeridas. En el ámbito público resulta difícil identificar opciones de líderes sociales. Quienes deben discutir las leyes de convivencia social con frecuencia muestran incapacidad para argumentar y terminan insultándose y, como hemos visto recientemente, prácticamente cualquiera es empresario, funcionario público, legislador o personal docente.

No es por lo tanto una coincidencia que ante eventos desafortunados como la pandemia nuestro país esté calificado como uno de los que peor la ha enfrentado. Lo que estamos viviendo es el resultado de soslayar el papel de la educación y la formación de personas como método para mejorar nuestro desempeño como sociedad No reconocerlo nos condena a vivir y convivir en un ambiente cada vez más mediocre con las consecuencias que esto conlleva

Desde el IMEF, se hace énfasis al hecho de que, en la economía del conocimiento, de la cual querámoslo o no formamos parte, continuar desprestigiando el saber solo nos hará más dependientes y, en consecuencia, menos soberanos.

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