Contracorriente

La derrota de gobiernos progresistas

El triunfo en Chile de José Antonio Kast, al frente de una coalición de extrema derecha, se suma al que han alcanzado movimientos similares en Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Paraguay y Perú en los últimos dos años.

En América Latina vienen en retirada los gobiernos de izquierda ante el avance de regímenes de derecha. El triunfo en Chile de José Antonio Kast, al frente de una coalición de extrema derecha, se suma al que han alcanzado movimientos similares en Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Paraguay y Perú en los últimos dos años.

Además de la presión internacional desde Washington en contra de los gobiernos progresistas, en su derrota ha sido relevante una combinación de factores internos.

Para algunos analistas, lo más importante habría sido una correlación de fuerzas políticas desfavorable al gobierno en turno, lo que se visualiza claramente en situaciones en las que la derecha tiene el control sobre los poderes Legislativo y Judicial, como ha sucedido en Perú.

Para otros observadores, el remplazo de gobiernos progresistas se explica por la fragilidad institucional que limita las capacidades indispensables para atender demandas sentidas de la población, como es la criminalidad que avanza en toda la región.

En Chile, el caso más reciente, la inseguridad y la falta de crecimiento económico destacan como causas internas del triunfo de Kast. Gabriel Boric alcanzó la presidencia de Chile hablando de derechos sociales, pero en el país empezó a crecer la angustia por la delincuencia, el empleo, los salarios y la inflación.

Kast ganó al evitar dar la «batalla cultural» que perseguiría el cambio de mentalidades, batalla que abarca temas como el aborto hasta el cambio climático; el candidato de extrema derecha fue más pragmático y siguió una agenda centrada en el costo de la vida y en la percepción de inseguridad, los dos temas a los que hoy por hoy, le dan prioridad los chilenos.

En Argentina también fueron el desempleo y la inflación, y la falta de resultados en esas materias, las causas detonantes del triunfo de Javier Milei.

Aunque hay intereses injerencistas externos, como hay ineficiencias institucionales y asuntos políticos y mediáticos internos, es el conjunto que forman la falta de inversiones, el lento crecimiento de la economía, la precarización de los empleos y de los salarios, y el alza de los precios lo que está siempre detrás de la derrota de los gobiernos progresistas de América Latina.

En el fondo, lo que está detrás de esas derrotas es la disminución de inversiones del empresariado latinoamericano, que ve con desconfianza los cambios en un ambiente sociopolítico que se propone lograr que la economía crezca, pero con una distribución del ingreso social equitativa.

Ejemplo de equidad son los países europeos, donde un 65 por ciento del ingreso nacional es para los trabajadores y el resto corresponde a utilidades empresariales e ingresos fiscales; esa relación es exactamente inversa en América Latina.

Caso aparte en la región son los motivos de la administración Trump para bloquear la entrada y salida de buques petroleros a Venezuela, violando todo derecho, con el claro propósito de derrocar al régimen de Maduro.

Para comprender lo que persigue la administración Trump en Venezuela, hay que tener presente la videoconferencia que la premio Nobel de la Paz de este año, María Corina Machado, rindió en Miami ante directivos de empresas y en presencia de Donald Trump.

La intervención de Machado ocurrió semanas después de que se le otorgara el ya ni tan preciado premio; el New York Times descubrió la grabación en un podcast del hijo mayor del presidente Trump.

El mensaje de la opositora al régimen de Maduro fue el ofrecimiento de las riquezas venezolanas a las corporaciones estadounidenses; después de exaltar la enorme riqueza de las reservas de petróleo y gas, declaró que lo “Abriremos todo, aguas arriba, a medio cauce y corriente abajo a todas las empresas”, así como su infraestructura, los minerales y la generación eléctrica, cita el diario neoyorquino (NYT 17-12-2025).

Desde principios de este año Machado ha repetido el mismo mensaje, presumiendo del “potencial infinito” de su país para las empresas estadounidenses; en la videoconferencia en tiempo real, aseguró que estaba “hablando de un negocio de 1,7 millón de millones de dólares”.

Esa cifra es la verdadera razón por la que Estados Unidos presiona al gobierno autócrata de Venezuela, no porque crea que hace infeliz a su población sino para remplazar a Maduro por una administración que le sea afín, tan autócrata o peor pero que, como dice Corina Machado, le abra «todo» a las corporaciones estadounidenses.

Los funcionarios de la administración Trump que sostienen negociaciones secretas con Maduro y en las que han mantenido con la señora Machado y otras figuras de la oposición venezolana, no ponen atención en el tráfico de drogas, sino en las reservas de petróleo de Venezuela, que son las más grandes del mundo, opina el New York Times.

La hipocresía de las acusaciones de narcotráfico como justificante de las presiones a Venezuela es mal disimulada, porque Trump mismo ha dejado claro públicamente su interés en controlar las reservas petroleras de Venezuela.

Lo reiteró en un discurso ante los republicanos en Carolina del Norte en 2023, recordando que al terminar su primer periodo presidencial, “Venezuela estaba a punto de colapsar. Lo habríamos tomado, habríamos conseguido todo ese petróleo, habría estado justo al lado”, se lamentó.

Aunque Trump se sienta obligado a engañar señalando a Maduro como un narcotraficante, no debe sorprender que el control de las riquezas naturales sea el verdadero motivo del intervencionismo estadounidense en América Latina. Lo veremos acentuado -junto con la exigencia de alineamiento geopolítico- por el corolario Trump de la Doctrina Monroe (al que nos referimos la semana pasada en este espacio).

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