El avasallante triunfo del Partido Republicano y de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos que, pese a las encuestas, tiñeron de rojo el mapa electoral de ese país, parece ser el preludio de un nuevo capítulo en la política doméstica y en la geopolítica global que podría sugerir nuevos escenarios de conflicto.
Atendiendo a los postulados de campaña del futuro presidente número 47 de la Unión Americana, se evidencian claras intenciones de influir de manera determinante en el ámbito internacional tanto con rivales como con socios y aliados (China, Rusia, Oriente Medio, Irán, OTAN y, desde luego, México), estableciendo condiciones que, en su momento, serían potenciales focos de confrontación.
El aplastante triunfo en las urnas le otorga, toda proporción guardada, el ‘carro completo’, al menos durante los dos primeros años de su mandato, para que todas sus iniciativas sean aprobadas, aun cuando puedan ser cuestionables por su radicalismo y los efectos nocivos en el ambiente social interno y particularmente en la seguridad global.
Aunque flamantes expertos y analistas de diversa orientación se muestran optimistas respecto a la veracidad de las radicales promesas de campaña del futuro mandatario norteamericano, la experiencia durante su primer mandato presidencial muestra su determinación para ponerlas en práctica sin miramientos y con la disposición de ‘doblar’ a quien se oponga a sus intenciones, ya sea por la vía diplomática, la comercial o la bélica.
Para el caso de la relación bilateral entre Estados Unidos y México, las cosas no pintan nada bien, dada la asimetría de fuerzas y a pesar de la complementariedad comercial de ambas naciones, la amenaza ha sido puesta sobre la mesa de una manera radical e insistentemente reiterada, particularmente respecto a la migración y el tráfico de drogas, señalando explícitamente el tipo de sanciones que está dispuesto a imponer a nuestro país, inmediatamente que asuma el poder, si el gobierno mexicano no toma acciones para su contención.
Aunque la reacción desde Palacio Nacional ha sido mesurada y optimista, emitiendo un mensaje de calma y cordialidad respecto a las relaciones con nuestro vecino a partir de enero de 2025, intrínsecamente expresa una natural preocupación en virtud de la puntualidad y el tono con que han sido emitidas, públicamente, las intenciones del republicano.
Sin afán de ser pesimista, más bien atendiendo a la experiencia, el panorama para México no se percibe favorable, sobre todo si al horizonte internacional sumamos, es obligado hacerlo, la crisis interna que van generando las renovadoras iniciativas con las que se busca continuar la construcción de la ‘nueva República'.