Gerardo Herrera Huizar

Las muchas caras de la traición

Sucumbir a la traición , no solo es un ensueño peligroso, sino una apuesta que tarde o temprano crónos cobrará con réditos, señala Gerardo Herrera Huízar.

Y si Palas Atenea lo entendiera...

Existen muchas maneras de ser objeto de la traición o ser sujeto de ella.

En este contexto, no son necesariamente dos actores, siempre puede haber un tercero que viva en pretendida concordia y cobardemente escondido entre los hierros del oprobio.

La traición se entiende como la forma más ruin de romper con las lealtades asumidas, por pacto de honor, por amor, por promesa divina- el caso del matrimonio- o por un compromiso nacido de lo más íntimo de la convicción del ser que empeña su voluntad, su ética y su ideología en pos de un valor fundamental de vida, con otro ser humano de cualquier condición.

Pero las promesas, los pactos y los compromisos, flacos se vuelven al calor del tiempo, de las circunstancias y, particularmente, de los intereses y las tentaciones. Al fin, naturaleza humana.

El decoro, la ética, el honor y la lealtad, antaño valores fundamentales, se han convertido en simples argumentos retóricos que bordan las lentejuelas de los ropajes relucientes de las apariencias y la imagen externa, lo que queremos aparentar ante los demás.

La realpolitik de la vida diaria impele al hombre y a la mujer a ceñirse a los derroteros de la tentación, a asumir los roles que la vida les marca, sin detenerse un momento a reflexionar en lo que destruyen por simple ligereza.

Los condicionamientos del momento, la oportunidad inmediata, la premura, el miedo o la liviandad les marcan el devenir.

Trátese de la coyuntura, la tentación, la connivencia, la arrogancia, la venganza o el mal consejo, la traición se hace presente como el resultado de una mala orientación influida por el temor, la maldad o el interés.

Para enmascararla, se aparece, irremisiblemente, el engaño, el ocultamiento, el disfraz e, ineludiblemente, la mentira.

El traidor, sabedor de su funesta actuación, tratará de encubrirse, de pasar por leal y honesto, cara imprescindible de la traición, entre tanto se oculta, se comunica furtivamente, se esconde.

Se mostrará compungido y apuntará el dedo en otra dirección. ¡¡¡”Al ladrón, al ladrón, !!! Será su escudo para eludir su oprobio y enmascarar su obscenidad.

El traidor no tiene pasado o, si lo tiene, no lo considera relevante, ni lo respeta.

El desleal apunta al porvenir, al beneficio propio, al logro de objetivos particulares que le reflejen una relativa protección, alguna certeza. No está dispuesto a transcurrir por avatares ni incertidumbres como leal escudero. Aprovecha el momento y huye del buque que hace agua.

En él no existe bondad, ni misericordia, ni compromiso, ni lealtad, ni honor, ni nada que sea virtuoso o que tengan validez moral.

Sonríe si es conveniente, es zalamero si es pertinente, se entrega, se somete, compunge o enfurece cuando es oportuno y redituable y aprovecha todo aquello que le venga bien.

La traición tiene mil caras y está presente en todos los ámbitos. En la cama, en la casa, en la familia, en la oficina, en el servicio público y en la actividad privada.

Pero la credulidad y la inocencia de los seres buenos tendrá siempre un punto a favor: la decencia, virtud que ya pocos conocen y respetan.

Ser decente en esta sociedad global, es un lujo que deberíamos reivindicar, un sello de calidad humana y social que fue principio distintivo de nuestros precedentes directores de vida.

Sucumbir a la traición, a la deslealtad, a la persecución de nuestros bajos instintos, al aprovechamiento de oportunidades falaces y enceguecedoras, al deslumbramiento de paraísos artificiales sin medir las consecuencias, no solo es un ensueño peligroso, sino una apuesta funesta que, tarde o temprano, cronos cobrará con réditos majestuosos, terribles y, en no pocas veces, macabros.

Además de la cama, si hay un ámbito donde la traición esté presente como riesgo y amenaza cotidiana, es el de la política, donde el mimetismo, el enmascaramiento y la distracción son cosa de todos los días.

La alabanza de hoy será la diatriba de mañana.

Prepararse para el viaje final, donde todo retornará, con sus miserias, al origen, debiera ser un ejercicio rutinario en aquellos que apuestan por la victoria de la trascendencia mordaz y el triunfo del engaño.

La verdad siempre saldrá a la luz.

Feliz aniversario 43...luctuoso día de los muertos chiquitos o de todos los santos, como quieras verlo.

Pues el muerto que voz matáis goza de cabal salud.

Que vivan su muerte en total felicidad y concordia.

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