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La inequidad como forma de violencia

 

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En un país tan violento como el nuestro la mayor violencia la reciben las mujeres. Violencia en la casa, la calle, la escuela, el trabajo, las instituciones públicas.

Según el Inegi, 66 por ciento de las mujeres en México han sufrido alguna vez en su vida agresiones de tipo sexual, física, laboral y emocional. Haga usted, lector masculino, este ejercicio: pregunte a las mujeres de su entorno si han padecido violencia. Dos de cada tres le responderán que sí. Acoso en la calle, inequidad en el trabajo, violencia verbal en las redes.

Las mujeres no necesitan que un hombre las proteja. Lo que las mujeres necesitan es que los hombres dejemos de proteger a los hombres que acosan, agreden, discriminan. Necesitan que dejemos de ser cómplices activos o pasivos de esa violencia que abarca todos los rincones del país. En todas las esferas. La violencia no se detiene con la educación (México es un país cada vez más educado, pero la violencia continúa), al menos con el tipo de educación actual. Y no se va a detener sólo con la enorme y valerosa presión que ejercen las mujeres –llenas de coraje y de buenas razones– para que esto cambie. Requiere de la colaboración activa de los hombres, de todos aquellos interesados en detener esta espiral injusta.

La inequidad es una forma de violencia. Es afirmar en los hechos: ustedes no son aptas, no son como nosotros, nosotros somos mejores que ustedes, por eso sólo unas cuantas, muy pocas, pueden entrar aquí. La escritora Sabina Berman, en las últimas semanas, ha llamado la atención sobre El Colegio Nacional, institución que debe representar lo mejor del pensamiento en nuestro país. En 75 años de existencia, de 102 miembros, sólo han ingresado cuatro mujeres. Actualmente, de 40 miembros, sólo tres son mujeres. Menos de 10 por ciento. Con toda justicia se pregunta Sabina Berman: "¿Alguien con dos ojos en la cara puede afirmar que esos números reflejan la distribución del talento nacional?".

Al llamado de equidad de Sabina Berman (y ya antes que ella se habían pronunciado Josefina Vázquez Mota, cuando fue titular de la SEP, y recientemente el Senado de la República), siguió un ominoso silencio. En público ninguno de los miembros de El Colegio Nacional fue capaz de debatir con ella las razones de esta inequidad. ¿Cómo es posible que una institución que representa la excelencia en el saber se niegue a brindar argumentos ante el reclamo de miles de personas? ¿Es el silencio y el ninguneo la mejor respuesta que pueden ofrecer?

El Colegio Nacional fue fundado (por hombres) en 1942, once años antes de que le fuera 'concedido' el voto a la mujer. Sus reglamentos, fruto de otra época, necesitan revisarse y adecuarse al cambio. Me comentan que esto es difícil dado que El Colegio Nacional está dominado mayoritariamente por egresados de la UNAM, y que las estructuras misóginas y excluyentes que predominan en la Universidad Nacional son iguales o equivalentes a las de El Colegio Nacional. A mi juicio esto no constituye un obstáculo para que se dé ese cambio necesario, sino que lo hace más imperativo: nuestra 'máxima casa de estudios' no puede seguirse rigiendo por reglas discriminatorias.

El mecanismo de selección de los miembros de El Colegio Nacional es vetusto y está cimentado en la grilla. Los miembros activos grillan para que puedan entrar otros de su grey. Este reglamento debe discutirse y transparentarse. El Colegio Nacional, sus actuales miembros, deben de organizar una ronda de sesiones públicas en las que puedan debatir con las mujeres que critican la inequidad de El Colegio. Esto es algo básico: ¿si El Colegio Nacional no puede debatir públicamente sus contradicciones, cómo podemos esperar que el debate se dé en otras instancias, como la arena política?

La inequidad, lo ha señalado Berman, es antidemocrática. Es también una política misógina. ¿No lo es? ¿Y por qué no lo debaten públicamente con quien así lo señala? ¿El grosero ninguneo –esta nefasta práctica de la vida cultural mexicana– es la solución?

Todo acto público ocurre en un contexto histórico. La inequidad en El Colegio Nacional ocurre en un entorno de máxima violencia contra las mujeres. La alta tasa de feminicidios en el país tiene su correlato intelectual en una institución que no solamente restringe, en los hechos, el ingreso de mujeres en su seno, sino que ni siquiera es capaz de dialogar con ellas. Cada semana se realizan actividades de gran nivel en El Colegio (conferencias, conciertos), ¿sería mucho pedir que organizaran mesas de reflexión sobre objetivos y reglamentos del mismo Colegio Nacional?

Debo decir que no todo en la iniciativa de Sabina Berman me parece positivo. Ella y otras mujeres plantean, ante la inequidad de El Colegio Nacional, que se abra otro Colegio Nacional para mujeres y que ambos colegios dividan el presupuesto actual. Su propuesta –para luchar contra un instituto excluyente vamos a crear otro instituto igual de excluyente– me parece que agrava el mal en vez de aliviarlo. Mi propuesta es más sencilla: que se transparenten los mecanismos de selección. Que en cada elección de un nuevo miembro, la sociedad tenga claro que se elige al mejor o a la mejor de sus representantes; que se debata y se actualice el reglamento para que la calificación de méritos sea objetiva y, no como ahora, sujeta a la tradicional grilla de sus miembros. Debate y transparencia, en estos tiempos, es una salida más que digna para El Colegio Nacional.

Twitter: @Fernandogr

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