Edna Jaime

La Línea 12, o la ventana que se les abre a los buenos políticos

En medio de la indignación que abre la tragedia, hay un espacio para iniciativas atrevidas. La más importante sería modificar la gobernanza de la obra pública para corregir sus vicios.

Circulo con frecuencia por la carretera México-Toluca. Cada que lo hago, constato la ineptitud de las autoridades implicadas en la construcción del Tren Interurbano. Una obra que debió haberse terminado hace tres o más años se mantiene en suspenso. Primero, porque el gobierno que la inició simplemente no pudo concluirla; segundo, porque el gobierno actual no quiere cortar el listón de inauguración de un proyecto que no es suyo. Esta obra fue un emblema de otra administración, por eso está tocada por el Diablo. Y a los potenciales beneficiarios no les queda más que guardar la esperanza de que un día, quizá, habrá de funcionar.

Seguramente usted, lector, conoce alguna obra que también está abandonada, inconclusa, mal mantenida o incluso vandalizada. Y siente una punzada en el estómago por los recursos desperdiciados, que sabe que son suyos. O conoce de accidentes ocasionados por errores en el diseño o la ejecución de proyectos de este tipo. El socavón del Paso Exprés de Cuernavaca es una de esas terribles extravagancias, como lo es también un tramo elevado de la línea del Metro, que colapsa y mata a 26 personas. Esto no es normal; no son cosas que sucedan porque sí. Detrás de ellas hay una sucesión de errores e irregularidades que terminan por revelarse, en forma de socavón, derrumbe o abandono. Lo que destapa la cloaca es la tragedia, no los mecanismos de control que deberían activarse a lo largo del ciclo de una obra pública.

En su momento la Auditoría Superior de la Federación (ASF) hizo observaciones sobre estos dos proyectos, el Tren Interurbano y la Línea 12 del Metro. Cuando las hizo, tenía atribuciones limitadas. Por ejemplo, no podía hacer auditorías en tiempo real. Todavía estaba vigente el principio de posterioridad. También estaba limitada por lo que se conoce como principio de anualidad. Esto quiere decir que una vez que se cerraba la revisión de la cuenta pública de un determinado año, no podía regresarse a ella aunque posteriormente surgieran indicios de irregularidades.

Las observaciones de la ASF apuntaron cosas muy importantes sobre estas dos obras, pero no tuvieron consecuencias sustantivas. Y ese es el problema: que no existan consecuencias que eviten la repetición de los errores. No se sancionan, ergo, no hay incentivo para corregirlos.

En el marco de la reforma anticorrupción se hicieron modificaciones muy importantes a nuestro sistema de rendición de cuentas, particularmente a la fiscalización. Se eliminaron los principios de posterioridad y anualidad, lo que le da oportunidad a la Auditoría de fiscalizar en tiempo real, y profundizar su alcance. La mayoría de mexicanos todavía no vemos las bondades de esta reforma, muy posiblemente porque las instituciones (como la ASF) no las aprovechan cabalmente. Nuestras instancias de rendición de cuentas están muy cómodas en la medianía de su desempeño. Aunque pueden, no se atreven a más.

Es muy lamentable lo ocurrido con la Línea 12, como también lo fueron los incidentes ocurridos en otras administraciones. La negligencia no respeta partidos ni periodos de gobierno. Ha sido una constante desde hace muchos años. Por lo que sabemos de las obras emblemáticas de este gobierno, casi puedo asegurar que repetirá el patrón, si no es que lo agrava. Deficiente planeación, precipitación, improvisación y un largo etcétera que pronostica sobrecostos, y periodos de ejecución más largos que los estimados originalmente. Perdón que lo desanime, estimado lector, pero no es improbable que termine el sexenio y la refinería y el tren queden inconclusos. A menos de que apresuren las obras de manera que quede en entredicho su buena ejecución. Justo como pasó con la Línea 12: la querían inaugurar a costa de todo.

A pesar de este mal pronóstico, veo una ventana de oportunidad para políticos y autoridades que entienden que están frente a una ola a la que les conviene montarse. En medio de la indignación que abre la tragedia reciente, hay un espacio para iniciativas atrevidas. La más importante sería modificar la gobernanza de la obra pública para corregir sus vicios. Sobre esto, México Evalúa tiene mucho escrito (material que se puede consultar en su sitio de internet). Ahora, en esta coyuntura bien podría darse un primer paso: transparentar todos los documentos (lo que incluye contratos) relacionados con el ciclo de todos los proyectos de obra pública y colocarlos en un portal diseñado para ello. La transparencia es un componente de la buena gobernanza, que puede precipitar efectos en otros eslabones. México Evalúa y el gobierno de Nuevo León lanzaron una plataforma con estas características. Un primer paso prometedor.

El gobierno de la Ciudad de México tiene avances importantes en esta dirección. No puedo pensar en un mejor momento para escalar en esta apuesta y llevarla hasta sus últimas consecuencias, para convertirla en un referente nacional. Este sería el mejor gesto con el que el gobierno local podría responder frente al agravio ocasionado por la tragedia de la Línea 12, que aunque se compruebe que no es el principal responsable, le toca. Es un buen momento para que nuestros gobernantes nos muestren de qué están hechos.

La autora es directora de México Evalúa.

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