Dolores Padierna

La Cumbre y el fracaso de los malos augurios

Los resultados de la Cumbre regional son buena noticia para nuestro país, al mismo tiempo un nuevo revés para analistas que no atinan una desde que López Obrador asumió la presidencia.

Diputada Federal por la LXIV Legislatura

Tras cinco años sin efectuarse, el pasado 18 de noviembre tuvo lugar la IX Cumbre de Líderes de América del Norte. La hoja de ruta derivada del encuentro, que detalla el sentido y alcance de la Declaración Conjunta, plantea grandes objetivos que implicarán esfuerzos de Estados Unidos, Canadá y México en una suerte de relanzamiento de la integración regional.

En materia de salud plantea acciones como las donaciones de vacunas, la preparación conjunta frente a las amenazas sanitarias, el reforzamiento de las cadenas de suministros médicos y la atención de crisis como la derivada del consumo de opioides.

En el ámbito económico se plantea enfrentar el reto de la recuperación post-COVID, la protección de los derechos laborales, el fortalecimiento de las cadenas de suministro sostenibles, diversas y seguras, el mejoramiento de las prácticas regulatorias y de la conectividad digital, entre otros puntos.

La lucha contra el cambio climático fue otro de los temas obligados. Los presidentes acordaron trabajar para establecer un Compromiso de América del Norte sobre el metano y el carbono negro, apoyar por la vía diplomática los esfuerzos de otras naciones del continente y colaborar para incrementar el uso de energías renovables.

En el mismo renglón, los mandatarios se comprometieron a promover políticas que reduzcan las emisiones de efecto invernadero y apoyar la transición a vehículos de cero emisiones. Igualmente, acordaron desarrollar políticas para alcanzar la deforestación cero y respaldar los conocimientos y prácticas de las comunidades indígenas.

En uno de los rubros más complejos, se avanzó en la necesidad de abordar las causas profundas de la migración y el desplazamiento forzado, además de fortalecer los sistemas de asilo y los programas de refugiados y mejorar el combate contra el tráfico de personas.

En el camino hacia un pacto regional sobre migración se acordó promover vías de movilidad laboral, como la ampliación de las visas para trabajadores temporales.

Mientras el mundo vive, como efecto de la pandemia, un renacimiento de las pulsiones nacionalistas, la Cumbre muestra voluntad política y altura de miras: juntos nos irá mejor, es la divisa.

En lo que toca a la seguridad regional, se reafirmaron un conjunto de objetivos que suponen la colaboración entre naciones para luchar contra la trata de personas, la defensa y la seguridad regionales.

La agenda, compleja y de largos alcances, tendrá que seguir discutiéndose en encuentros específicos a fin de que los compromisos puedan hacerse realidad.

Para nuestro país, tal agenda representa la oportunidad de aprovechar un mercado enorme y la posibilidad de continuar atrayendo inversiones que permitan, entre otras cosas, generar empleos formales y bien remunerados, frente a un panorama que el presidente López Obrador esbozó con claridad cuando expresó que “la integración económica entre las naciones hará frente a la competencia derivada del crecimiento de otras regiones del mundo, en particular la expansión comercial de China”.

En la ruta de poner por delante las coincidencias, antes que las diferencias, algunos temas controversiales –como la propuesta de reforma eléctrica, la reforma migratoria de EU o el papel de las mineras canadienses– quedaron fuera de la mesa.

Los resultados de la Cumbre regional son buena noticia para nuestro país, al mismo tiempo que un nuevo revés para los analistas que no atinan una desde que López Obrador asumió la presidencia y pronosticaron, una y otra vez, un desastre en la relación bilateral con nuestro poderoso vecino.

Desde fines de 2018, la relación bilateral con Estados Unidos, que es de suyo compleja y exige poner en juego lo mejor de la política y la diplomacia, comenzó una nueva etapa. Desde el lado mexicano, la decisión fue dar mayor peso a los puntos de acuerdo por encima de los diferendos y buscar soluciones de fondo a problemas de larga data, siempre con respeto a la soberanía de cada nación. Nada más, pero nada menos.

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