David Calderon

Invertir para recuperar

En el PEF 2023 se propone para educación gastar en global 6.8 por ciento más que el año pasado. Pero no hay dinero para materiales adicionales ni para formación docente.

Llegó ya a la Cámara de Diputados el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación que se activa en enero próximo, el PEF 2023. Para Educación, la historia es triste pero no irreversible: como ha hecho en los años recientes, el Ejecutivo manda un proyecto en el que aparecen “aumentos” que dan para justificarse y autoalabarse, pero que en examen más detenido anticipan malgasto. Hay margen y tiempo de corregir; lo que hay que preguntarse es si hay inteligencia y voluntad para hacerlo.

Formalmente, el Poder Ejecutivo Federal es como el gerente de nuestra cooperativa, la que conformamos todas y todos juntos en esta nación. Cada año, nos rinde cuentas de cómo se gastaron nuestras cuotas, y nos presenta a aprobación un presupuesto. Como no podemos estar, todos los millones de personas que somos, reunidos y acampados por varios días para tomar deliberación y subirle —o bajarle— a los montos según lo que deseamos lograr, previo a soltarle la bolsa al gerente, entonces elegimos a una representación.

Así, la Cámara de Diputados actúa en nuestro lugar y a nuestro nombre, y debiera ser vigilante y diligente en representarnos según nuestro mejor interés. El gerente puede querer subirse el sueldo injustificadamente o contratar más ayudantes; gastar en proyectos que son sus favoritos pero que por ahora no son relevantes o cuyo beneficio es muy relativo y conjetural; puede querer usar mucho de la bolsa para repartir un bono pequeñito y vistoso a cada miembro de la cooperativa, y traerle una alegría temporal, pero a riesgo de no tener fondos para atender emergencias o enfrentar con escala las necesidades más apremiantes del colectivo. La asamblea representativa tiene la obligación de revisar el proyecto y de ajustar esa intención de gasto del gerente.

¿Qué se nos está proponiendo en educación? Gastar en global 6.8 por ciento más que el año pasado. Eso suena de entrada bien, pues es mucho lo que se perdió con la pandemia y apenas vamos empezando un ciclo plenamente presencial en la educación básica. Pero cuando aplicamos la lupa, vemos que la concentración de los aumentos está en los volúmenes (el fondo de la nómina aumenta 4.5 por ciento, pero sobre una base del 425 mil millones de pesos, o las becas para Educación Básica aumentan 2.1 por ciento pero de 13 mil millones de pesos) y en el efecto de, en un solo programa, tener un incremento de 88.1 por ciento... ese “programa estrella” es La Escuela Es Nuestra, que pasaría —si nuestros representantes le dan lo que pide al gerente— de 14 mil millones de pesos a 27 mil millones de pesos.

Para todo lo demás, desde CONAFE hasta el programa nacional de inglés, el aumento oscila entre 2.0 y 2.5 por ciento, lo cual no compensa la inflación prevista. Además de que, a decir de los entendidos, podrían venir recortes a medio 2023, pues la previsión de ingresos es excesivamente optimista.

¿Por qué digo que la deriva es hacia el malgasto? Porque a pesar de que en la retórica se reconoce que las dificultades principales están en la recuperación socioemocional y de aprendizajes fundamentales, no está prevista ninguna inversión federal específica para esos aspectos. Tal parece que estamos ante una visión de “rellenos”: le pagamos una pizquita mejor al maestro (aunque el salario es de por sí reducido, y las actualizaciones están crónicamente por debajo de la inflación), le damos un complemento casi simbólico a las familias (con las minibecas masivas) y le damos para un obra —pensada en un esquema precario de autoconstrucción— 250 mil o 300 mil pesos, un monto que pueda hacer mejoras agradecibles pero que no va a cambiar la vida de la escuela (y menos porque ya no le van a dar en el año siguiente).

No hay dinero para materiales adicionales, no para formación docente, lo que hay para conectividad es un curita; no se va a contratar a psicólogos y a más asesores técnico-pedagógicos; los materiales serán nuevos por el Plan de Estudio pero —al menos para 2022— el fondo será para hacer libros como siempre. Y, además, se seguirá perpetrando el despojo de haberle robado la comida y las horas adicionales a quienes lo tenían ya. Para las necesidades, ninguna previsión. Para la foto y el número a divulgar en la conferencia, un montón de dinero atomizado, con reglas cuchas y sin estructura de asesoría y apoyo. Nuestros representantes tienen que reordenar este mal proyecto del gerente. Si no es para recuperar, no es inversión, sino malgasto.

El autor es presidente ejecutivo de Mexicanos Primero.

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