Colaborador Invitado

En defensa de las instituciones democráticas

La iniciativa de reforma electoral del Ejecutivo debe garantizar y respetar la autonomía de los órganos, así como cambios para la modernidad de las estructuras electorales.

Los mexicanos debemos levantar el ánimo y la esperanza, fortalecer nuestra seguridad y darle pertinencia a nuestra autoestima para enfrentar la ignominia y la fatalidad. Parafraseando a Shakespeare «no todo está podrido en nuestro país.» Cierto, mucho nos falta, pero mucho hemos logrado. Reconozcamos nuestros triunfos y desterremos la derrota, la orfandad y la catástrofe. No hay tiempo para la tiricia.

Todas y todos debemos trabajar para impulsar nuestro gran hogar. Son tiempos de participación y determinación ciudadanas. Nadie vendrá en nuestro auxilio y nadie hará nuestra tarea; asumamos la responsabilidad del destino de nuestros hijos. Tomemos la trinchera de lucha ciudadana y detonemos nuestro potencial de rebeldía democrática.

El recorrido político de México no ha sido fácil: obstáculos, sacrificios, enfrentamientos y pérdida de vidas. La democracia es el valor esencial de la República. Defender sus avances y ensanchar la brecha y el horizonte son responsabilidad ciudadana.

A golpe de pueblo nuestro país ha logrado una respetable convivencia democrática. Después de 70 años de partido único se logró la alternancia del poder. En paz, realizamos la transición democrática. El mundo democrático celebró el hecho.

Esto no fue fortuito ni una dádiva del gobierno, sino resultado de la presión social y la exigencia colectiva que hizo posible el cambio. El derecho ciudadano y el ejercicio legítimo al voto fueron el detonante de la voluntad social.

El Instituto Nacional Electoral (INE) y los tribunales electorales son instituciones garantes de la democracia mexicana. A pesar de sus deficiencias estructurales, han garantizado el respeto al voto ciudadano y la alternancia del poder; su trabajo está acreditado ante la opinión pública, como lo indican las encuestadoras más serias. El presidente de México debe respetar su autonomía y fortalecerla. Se debe dar por terminada la confrontación y, en un acto de humildad política, anunciar su respeto y acatamiento a sus obligaciones institucionales ante el pueblo de México.

El INE salió bien librado de la realización de la consulta de revocación de mandato. La baja participación ciudadana, 18 por ciento de un padrón de más de 90 millones, no es su responsabilidad. Es en todo caso foco amarillo para Morena, que no tuvo más fuerza para que más ciudadanos concurrieran a las urnas. Endosarle la culpa al INE es una falacia política.

El costo de ese falso debate y de la confrontación será muy alto para el país. Perderíamos el prestigio internacional que hemos logrado y pondríamos en duda la legitimidad de las futuras elecciones. A nadie conviene ese pleito. México no lo merece.

La iniciativa de reforma electoral del Ejecutivo debe garantizar y respetar la autonomía de los órganos electorales, así como emprender los cambios que resulten viables para la modernidad de las estructuras electorales. Por ejemplo, suprimir los 200 plurinominales es viable, pero se deben sustituir por un mecanismo que dé representatividad a las minorías para que el Poder Legislativo sea reflejo del real peso electoral de las distintas fuerzas políticas y de la voluntad popular. En este sentido, una propuesta seria a considerar es que se mantengan los 300 diputados federales por mayoría y los 200 diputados restantes no surjan de listas plurinominales, sino de los mejores segundos lugares en porcentaje de candidatas y candidatos que fueron a pedir el voto para ser representantes populares. Para respetar la representatividad regional, de estos 200 diputados saldrían 40 con el segundo mejor resultado o de «primera minoría» por circunscripción electoral. Con esto se le daría mayor contenido a la Cámara y, por supuesto, legitimidad y premio democrático a las contiendas.

Otras propuestas serían la segunda vuelta electoral, estudiar la posibilidad de instaurar el voto electrónico, fortalecer la autonomía de los órganos electorales para evitar la intromisión de gobiernos estatales y respetar la alianza ganadora de la Presidencia, pero evitar, ya en el ejercicio de gobierno, la alianza de partidos satélite para no debilitar a la oposición.

Así, con propuestas y acción todos debemos participar. No podemos confiarnos y es necesario ‘cuidar nuestras armas’, siempre alertas para defender nuestro patrimonio político. Cuidemos y defendamos nuestras instituciones electorales. En 2024 estará en buena medida el futuro democrático del país, no juguemos a la pirotecnia política. El presidente López Obrador tiene la oportunidad de dejar un legado democrático y no correr el riesgo de ser etiquetado como el enterrador de la esperanza maderista.

Roberto A. Albores Guillén es exgobernador de Chiapas.

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