Colaborador Invitado

Sale caro tener un presidente que no se contiene

El presidente se tomó la licencia de anunciar, antes que el Banxico, el aumento a la tasa de interés de referencia, lo que vulnera a la institución que otorga estabilidad monetaria a México.

Al presidente le molesta la inflación, que la economía no crezca y que haya reglas que no dependan de su voluntad política. El jueves pasado, en la mañanera, se tomó la licencia de anunciar, antes que el Banco de México, el aumento a la tasa de interés de referencia. Más tarde en la Convención Bancaria AMLO dijo que creía que esa información ya era pública. Seré una descreída, pero eso no es algo que le pase a este presidente.

La revelación, me parece, es más que una distracción o falta de autocontención del presidente. Vulneró a la institución que otorga estabilidad monetaria a México, que limita el incremento de la inflación más alta en 20 años.

¿Por qué el presidente se brinca al Banxico? Porque no asume que su gran poder conlleva una gran responsabilidad (tío Ben dixit). La inflación en la primera quincena de marzo se parece mucho a la de febrero. Fuertemente presionada por el aumento en los precios internacionales de petróleo, gasolinas, electricidad y gas, y subió lo suficiente como para que Banxico incrementara su tasa de interés en 50 puntos base. Es probable que el presidente haya buscado quién se la paga, no quién se la debe.

El gobierno había estado muy entusiasta con el precio del barril de la mezcla mexicana, que sigue al doble de lo que presupuestó Hacienda para este año y por tanto supone mayores ingresos petroleros. Pero su decisión de subsidiar la gasolina conlleva enormes costos fiscales, equivalentes a la mitad de los ingresos excedentes. Más valdría destinar ese dinero adicional a programas alimentarios -porque la comida se encarece más que todo y hay 11 millones de personas en pobreza extrema-, o a rubros de gasto que eleven la productividad de los pequeños y medianos negocios, que son 50 por ciento del PIB y 70 por ciento del empleo, como la promoción de créditos, o escuelas de tiempo completo.

De fondo, el anuncio del presidente responde a que alguien le dijo que si Banxico eleva la tasa de interés habrá menores inversiones físicas, en fábricas, maquinaria y tecnología, y la economía mexicana no va a crecer. Y eso, sumado a la alta inflación, le molesta.

El tema es que no le explicaron que si Banxico no elevara la tasa de interés, el resultado sería que todos seguiríamos subiendo nuestros precios de manera preventiva para no perderle “ahora que todo suba de nuevo” (mayor cobro por hora trabajada, encarecimiento de las tortas, semillas o masajes que ofrecemos) y con ello promoviendo una mayor inflación. Cuando ésta se alimenta de expectativas de incrementos sin fin, contenerla se vuelve cada vez más complicado y caro, pues el ingreso de las familias pierde mucho poder adquisitivo y el Banco Central debe elevar más la tasa de interés.

Tampoco le explicaron que la inversión pública es toral para que haya bienestar colectivo. No le explicaron que hace más daño una reforma energética para sacar a los inversionistas privados del mercado de la generación de electricidad, que subir medio punto porcentual la tasa de interés de Banxico, porque ya nadie cree en las promesas de un gobierno que recibe inversiones y luego las desecha.

No le explicaron que los ajustes en la política monetaria podrían ser tantito más graduales si en México tuviéramos mayor número de empresas formales, con nóminas pagaderas en bancos y que participaran en mercados de valores; si hubiera mayor competencia entre bancos para ofrecer mejores créditos al consumo y a la producción; si la banca de desarrollo no hubiera quedado tan dañada por la pandemia y hubiese recibido más atención -y recursos- del gobierno; si más personas tuvieran una cuenta de débito y mayor acceso al crédito; si más trabajadores tuvieran un empleo formal, que paga más y ofrece seguridad social; si más mujeres trabajáramos en empleos remunerados. Porque entonces la política monetaria tendría más canales de transmisión y podrían matizarse los incrementos en la tasa de interés.

Pero como nuestra economía está llena de fallas en los mercados financieros, laborales y de valores, el Banco de México hizo su parte y anunció la séptima subida al hilo de la tasa de interés de referencia y contener las expectativas de una mayor inflación en el futuro, respondiendo al aumento de la inflación en los últimos 12 meses y a que en EU también aumentan ya las tasas; no a intereses ocultos de la banca comercial.

Subir la tasa de interés no es irrelevante para una economía en recuperación inconclusa como México. En teoría, hace más atractivo para los inversionistas meter su dinero en instrumentos financieros como bonos, pagarés o Cetes, pero evita que inviertan en maquinaria, construcción y empresas, y por eso el presidente está ensañado. Pero ningún aumento de la política monetaria sustituye una política de Estado de derecho, donde se respetan los contratos, se castiga la extorsión, el secuestro y el cobro de piso, y se promueven los negocios lícitos. Eso es lo que promueve la inversión y el crecimiento.

La inversión en México no se contrajo sólo al final de 2021, sino desde el inicio del sexenio e incluso antes. No fue la política monetaria, sino la falta de certeza jurídica.

La autonomía del Banco de México es patrimonio de las y los mexicanos. Debemos cuidarla, pues vela por el poder adquisitivo del peso. Que nos alcance a todos, sobre todo a quienes menos tienen. Para eso sube Banxico su tasa de interés. Ojalá alguien le explique al presidente.

COLUMNAS ANTERIORES

El agua y minería, un enfoque sostenible
El impacto de la inteligencia artificial en la experiencia del cliente

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.