Como ya se había anticipado, México impondrá aranceles de hasta 50% a una amplia variedad de productos provenientes de países con los que no tiene un tratado de libre comercio, entre los que destaca China.
Es importante no perder de vista los costos que estos aranceles tendrán para el país. Implicarán bienes más caros para los consumidores —por ejemplo, productos electrónicos procedentes de Corea del Sur— y también insumos más caros para los productores mexicanos. No hay que olvidar que un arancel es un impuesto que, en buena medida, pagan los consumidores. Y el impacto puede ser significativo, ya que no es menor lo que se importa de China: alrededor de 130 mil millones de dólares al año, China es el segundo mayor exportador hacia México, después de Estados Unidos.
Debe preocupar también la justificación, sea o no el verdadero motivo de la medida, que ha dado el gobierno para su imposición: contrarrestar un aumento del déficit comercial con China y proteger a la industria nacional. Si resultan familiares, es porque son exactamente los mismos argumentos mercantilistas que Estados Unidos ha utilizado para imponer aranceles a México y al resto del mundo. Recurrir ahora a ellos resta legitimidad a nuestro país cuando quiera criticar los aranceles impuestos por nuestro vecino del norte.
Se trata de argumentos que no tienen sentido económico. Un déficit comercial no es en sí mismo algo negativo. Por otra parte, intentar proteger industrias puede generar ineficiencias al impedir que capital y trabajo fluyan hacia las empresas y sectores más productivos. México ya vivió una era de proteccionismo, y los resultados fueron industrias ineficientes, precios altos y baja calidad.
Un problema adicional de los aranceles es que, una vez que se abre la puerta a medidas proteccionistas, suelen venir más, ya que distintas industrias pueden aprovechar para pedir protección. Esto afectaría directamente a los consumidores.
Si la razón para imponer aranceles es la sospecha de prácticas comerciales desleales, como el dumping, estas deben documentarse y combatirse conforme a los mecanismos establecidos.
Ahora bien, si los aranceles a China aumentan la probabilidad de que México tenga una revisión exitosa del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá —en la que se conserve la posibilidad de exportar bienes libres de arancel a Estados Unidos e, idealmente, se eliminen los aranceles sectoriales que hoy enfrentamos—, entonces creo que los beneficios podrían más que compensar los costos antes mencionados. México, por su alta integración en cadenas de valor y por su proximidad geográfica, debe integrarse aún más a Estados Unidos.
Dicho lo anterior, hay que tratar de minimizar los costos. Para ello, el arancel debería ser lo menos elevado posible (en algunos casos, los aranceles que México impondrá son superiores que los que aplica Estados Unidos para un mismo producto chino). También se debe evitar imponer aranceles a insumos clave que sean difíciles de sustituir.
Por otra parte, los aranceles no deberían imponerse como un simple gesto de buena voluntad hacia EU, deben utilizarse como herramienta de negociación, asegurando algo a cambio, en este caso conservar el tratado de libre comercio, con modificaciones seguramente necesarias, pero garantizando que el comercio entre México, Canadá y Estados Unidos siga siendo mayoritariamente libre de aranceles, favoreciendo así una creciente integración regional. De otra forma existe el riesgo de pagar el costo de los aranceles sin obtener nada a cambio. Desconozco si el gobierno ya ha logrado concesiones mediante esta medida. Espero que así sea.
Un mundo fragmentado, organizado en bloques regionales, será peor que el mundo globalizado de reglas claras y libre comercio que existía antes de esta ola de proteccionismo. El libre comercio, el libre flujo de capitales y la transición de muchos países hacia esquemas de democracia liberal que comenzaron a construirse en la posguerra han traído la época de mayor prosperidad en la historia de la humanidad y permitieron sacar de la pobreza a cientos de millones de personas.
Abandonar ese mundo basado en reglas es un error. Pero hay que reconocer que nuestro país poco puede influir en esas decisiones. Y si es cierto que el mundo se encamina hacia una configuración regional, no hay duda de que la estrategia adecuada es profundizar la integración con América del Norte. Si para ello es necesario aumentar el nivel de proteccionismo frente a China, es un costo que puede valer la pena pagar. Pero no hay que olvidar que como todo costo debe tratar de minimizarse.