Análisis sin Fronteras

Negociando con el ‘frenemy’: En la mesa de adultos (cuarta parte)

Los últimos intentos del equipo de Joe Biden de buscar la participación de México en la Cumbre de las Américas es un ejemplo más del estilo de negociación entre ‘frenemies’.

Los últimos intentos por parte del equipo del presidente Joe Biden de buscar la participación de México y otros países en la Cumbre de las Américas es un ejemplo más del estilo de negociación entre frenemies. En este momento, los asesores de la Casa Blanca y el Departamento de Estado ya se habrán dado cuenta que la actual coyuntura en el continente americano no se presta para buscar consensos sobre soluciones a los retos que enfrenta el hemisferio: corrupción, malos gobernantes, violencia, pobreza y la recuperación económico poscovid.

De hecho, dependiendo de los resultados de las elecciones en Colombia y Brasil, aumentan las posibilidades de que el continente quede aún más dividido entre los gobiernos proneoliberales versus los gobiernos propopulistas. Será difícil para los países del hemisferio tratar de tomar una posición intermedia o independiente. Y de esta división, en parte, es responsable el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien buscando una excusa para no viajar, decidió amarrar su capital político al argumento de que ‘todos van’ o ‘yo no voy’.

Tal vez López Obrador pensó que la Casa Blanca consideraba tan importante su participación que Biden estaría dispuesto a invitar a los impresentables de Miguel Díaz-Canel, de Cuba; Nicolás Maduro, de Venezuela y Daniel Ortega, de Nicaragua. Será interesante ver quién convocará y justificará una reunión para que participen estos tres líderes autoritarios en los siguientes años.

Pero la realidad es que al ser México y Estados Unidos frenemies (termino que hace referencia al vocablo friend (amigo) y enemies (enemigo) tendrán los mandatarios que continuar conversando, negociando y llegando a acuerdos en los temas que más afectan ambas naciones: migración, seguridad, frontera, comercio.

Y a diferencia del pasado, la política exterior de Estados Unidos veía el liderazgo mexicano como un facilitador para el resto del continente. De hecho, una de las herramientas que tenía la diplomacia mexicana ante el poderío, pero en los últimos años México dejó de jugar ese papel de liderazgo, simple y llanamente porque desde hace varios años dejó de participar en foros internacionales.

Para ser un líder regional, mínimo hay que participar en la mesa de los ‘adultos’ y estar dispuesto a enfrentar el debate de ideas y defensa de intereses ante la comunidad internacional. Buscar estar presente junto con los líderes de las economías más importantes del mundo.

Y, sobre todo, siempre fue importante la capacidad de interlocución con el presidente de Estados Unidos y la comunicación con todos los niveles de gobierno. Esta capacidad que tenía el gobierno de México fue, en su momento, una de las grandes herramientas de negociación con el vecino.

Pero es claro que el presidente Andrés Manuel López Obrador no puede y no quiere ser el líder hemisférico, a pesar de sus bravas declaraciones en contra de la política de Estados Unidos en las mañaneras y en sus recientes viajes a Centroamérica. Es fácil dar clases de historia y decir bravuconadas en contra de Estados Unidos si no se dice de cara a cara ante los mandatarios estadounidenses o de otros países.

De hecho, para los gobernantes de los países de la Caricom y otros países centroamericanos que decidieron no participar en la Cumbre de las Américas, será una oportunidad perdida de interactuar directamente con los gobiernos de Estados Unidos y Canadá. Ante la crisis económica, la guerra en Ucrania, las elecciones intermedias, los problemas en las encuestas, la división política, es difícil imaginarse que el presidente Joe Biden pueda dedicarle atención y tiempo a los retos que enfrenta el continente en lo que queda de su administración.

Es ahora o nunca, para la mayoría de los países del hemisferio, para tener un acercamiento con el gobierno de Joe Biden, en un momento en donde tiene la capacidad de asegurar recursos y promover legislación que beneficie a países del hemisferio. Si pierden los demócratas ambas cámaras en las elecciones intermedias en noviembre, con más razón la Casa Blanca perderá toda capacidad de liderar respuestas a los grandes retos que enfrenta la región. Con la excepción de México, que por ser frenemy siempre tendrá la puerta abierta para negociar con Estados Unidos, pero con una capacidad desgatada ante la decisión inexplicable de AMLO de defender los intereses de Díaz-Canel, Maduro y Ortega.

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