Desde San Lázaro

Le dejaron puro cascajo

La prioridad presupuestarias del nuevo gobierno es cerrar el año como sea, porque las arcas de las finanzas públicas están vacías.

Los nuevos titulares de las secretarías de Estado, de Pemex y la CFE, además de otros organismos públicos, se están encontrando con varios ‘muertos debajo de la alfombra’, es decir, asuntos escabrosos que no reportaron en las mesas de transición, como pagos pendientes a proveedores, desvíos de recursos y toda una gama de fallas administrativas y observaciones de la Auditoría Superior de la Federación, de David Colmenares, que no han sido atendidas.

Será todo un reto para el nuevo gobierno hacer público todo ese cochinero o tragar sapos y tratar de corregirlos, o de plano ser cómplices y asumir culpas ajenas.

Una cosa es el discurso de la 4T de que todo está bien; y otra muy diferente lo que ha ocurrido en realidad y que compromete cristalizar los 100 compromisos a los que hizo alusión la Presidenta en la tarde del martes 1 de octubre, en el Zócalo capitalino.

Esa carta a Santa Claus, que son los 100 compromisos, no se podrán cumplir todos en su sexenio y menos con el gasto exorbitado que se tiene ahora con las obras de infraestructura que dejó pendiente López Obrador, como la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya, hacer rentable el AIFA y otras ocurrencias que requieren el subsidio gubernamental para funcionar como Mexicana de Aviación, Gas Bienestar o la megafarmacia, por citar algunos ejemplos.

Desde luego, de forma gradual la Presidenta tendrá que ir cancelando algunos de estos, porque no se pueden operar a costa de las precarias finanzas del gobierno.

Sería bueno para el país que el gabinete de transición se desdoble al gabinete definitivo que acuerpe a la Presidenta, quien deberá perfilar su particular estilo de gobernar y no ser un clon de su predecesor.

Ella tiene muchas fortalezas que pueden amalgamar a un estadista que saque a México del atolladero en que está.

Tiene un gran capital político y amplio apoyo popular; además del enorme poder que ostenta, sería una verdadera lástima que los derroche en aras de cumplir órdenes o de perder la independencia y autonomía.

A partir del 1 de octubre es la Presidenta y ello conlleva cumplir con todas las obligaciones constitucionales que le otorga el cargo.

Con inteligencia ha dado un manotazo en la mesa al mandar señales de lo que será su gobierno, como el restablecimiento del diálogo con la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Poder Judicial; el guiño a los inversionistas y su inmediata gira al puerto de Acapulco para estar al lado de los damnificados, al tiempo de darle fluidez a la relación comercial con el gobierno de Estados Unidos y Canadá.

Las prioridades presupuestarias del nuevo gobierno son cerrar el año como sea, porque las arcas de las finanzas públicas están vacías, al tiempo de formular un Paquete Económico 2025 que le permita revertir el deterioro financiero que dejó su antecesor.

La realidad es que la nueva mandataria recibió puro cascajo, no solo en los cimientos de la 4T, que están podridos por la incompetencia, corrupción y opacidad, en donde pretende construir el segundo piso de la transformación; sino en que más del 70 por ciento de los colaboradores que ha nombrado o ratificado están etiquetados como incompetentes en las tareas encomendadas.

Es un hecho que los nombramientos de esos funcionarios de primer nivel que le impuso AMLO a la Presidenta no tienen la capacidad para desempeñar las responsabilidades que derivan de sus nuevos puestos, como es el caso de Octavio Romero, exdirector de Pemex y ahora flamante director del Infonavit, o Martí Batres, que hará pedazos al ISSSTE.

Y así ocurre con buena parte de esos obradoristas que piensan que seguirán sangrando las arcas públicas con la venia de su jefa.

Seguramente, muchos de ellos serán relevados de sus cargos de forma gradual, y para empezar, con motivo de la nueva reingeniería de toda la estructura administrativa del gobierno federal que anunció la Presidenta, y que busca la compactación y adelgazamiento de las posiciones de primer nivel para optimizar el gasto. Es decir, en pocas palabras, se tiene el pretexto perfecto para deshacerse de la pelusa.

Lo ideal sería que la presidenta Sheinbaum coloque a gente de su confianza en muchas posiciones clave que ahora están en manos de radicales u oportunistas que se le colaron por la puerta de atrás a la 4T.

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