Desde San Lázaro

El temor de AMLO por perder el Estado de México

Las prioridades de AMLO no son la crisis económica ni la violencia, sino las elecciones en el Edomex y las de 2024.

En Palacio Nacional se vive una especie de frenesí, pero no por el cúmulo de problemas que saltan por doquier como la crisis económica, la violencia desbordada o, vamos, los mineros atrapados, sino por el tema que ocupa más al presidente de México, la sucesión presidencial y los comicios del Estado de México a celebrarse el próximo año.

Así es, las prioridades del primer mandatario se definieron desde el día que fue investido con la banda presidencial: mantenerse en el poder, ya sea por interpósita persona, más allá de la conclusión de su mandato, el 30 de septiembre de 2024.

Con este propósito trabaja todos los días y en los momentos que se distrae de esta preocupación, gobierna para la mitad de los mexicanos. Para la otra parte de la población, es decir, los conservadores, los fifís, los neoliberales y en general sus detractores, para ellos solo hay, en el mejor de los casos, desdén e indiferencia.

Después de las elecciones del pasado junio, en donde se renovaron seis gubernaturas, se aceleraron los tiempos políticos-electorales para que Morena eligiera a su candidata para competir por la gubernatura del Estado de México, la entidad más relevante a nivel nacional en cuanto a su padrón electoral.

Aun cuando la elección será hasta julio del próximo año, al presidente se le hacía tarde para poner a Delfina Gómez en la pista de las campañas políticas, aunque esté penado por las leyes que en materia electoral norman los tiempos para llevara cabo esta actividad, pero eso qué importa con tal de ganar la entidad mexiquense y con ello, la elección presidencial será ‘pan comido’.

En el nerviosismo que prevalece en AMLO por lo que ocurra en el Edomex, se circunscriben las últimas escaramuzas que escenifican la Fiscalía General de la República, de Alejandro Gertz Manero y la Unidad de Inteligencia Financiera, de Pablo Gómez, contra el expresidente de México, Enrique Peña Nieto.

En esa obsesión por impedir de que algún expresidente actúe en política y menos el anterior, López Obrador se ha dado a la tarea de mandar señales inquietantes contra Peña Nieto para que se mantenga al margen de la elección mexiquense y de cualquier actividad política.

Lo que no sabe el presidente, porque está mal informado, es que EPN no tiene ningún interés en regresar a la arena política y menos influir o participar en el proceso de selección del candidato de la coalición Va por México en aras de buscar la gubernatura del Estado de México.

Los temas que ocupan a Peña Nieto, a decir de sus cercanos, son sus hijos y su pareja sentimental, lo demás lo tiene sin cuidado en virtud de que se comprometió a retirarse de la arena política y concentrarse en el desarrollo de sus negocios.

Por ello, escogió vivir en España y allí permanecerá por lo menos otros 12 años más.

Así que para aquellos que andan acelerando al presidente, deberían enfocar sus baterías hacia otros rumbos.

El motivo de preocupación del jefe del Ejecutivo federal está fundado por la enorme posibilidad de que Delfina Gómez pierda otra vez la elección, la primera vez fue contra Alfredo del Mazo y ahora lo hará ante la priista Ana Lilia Herrera y, claro, en esta derrota no habrá mano negray menos otros factores que no tengan que ver con la profunda escisión que se fragua al interior de Morena. A López Obrador le deben informar los intrigosos de Palacio Nacional de que el enemigo está adentro y es como un parásito que devora las entrañas de Morena.

Los grupos mexiquenses derrotados por el dedazo disfrazado de encuestas patito, de dientes para afuera, expresaron públicamente su beneplácito de que Delfina Gómez ganara el proceso selectivo, empero, en corto, se alistan a vender caro su amor o incluso traicionar por posiciones y prebendas.

El temor del presidente por perder el Estado de México es real, pero no por razones exógenas a Morena, sino por, primero, obsesionarse con Delfina Gómez; segundo, por burlarse de la militancia local de Morena y sus principales cuadros; tercero, por conseguir que la oposición se uniera en su contra; y cuarto, por fracasar en gobernar.

A casi cuatro años de gobierno, los resultados que presenta el gobierno de la 4T, por decirlo de forma elegante, son desastrosos y aunque se pretenda tapar el Sol con una mañanera, lo cierto es que los datos duros son tan contundentes que no dejan lugar a dudas.

COLUMNAS ANTERIORES

La CDMX para Taboada
De presunto delincuente a prócer de la 4T

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.