Desde San Lázaro

El ‘Checo’ y Calderón

Cuando la 4T celebraba el triunfo de Sergio ‘Checo’ Pérez, irrumpió en la escena Felipe Calderón y se convirtió en una piedrota en el zapato del presidente de México.

Cuando la 4T celebraba el triunfo de uno de los suyos, el tapatío Sergio Checo Pérez -su papa es diputado federal de Morena-, por su emblemático triunfo en el circuito de Mónaco, irrumpió el expresidente Felipe Calderón en la escena para lanzarse con el piloto a la piscina Red Bull y con ello, lo que en principio era un triunfo nacional, se convirtió en una piedrota en el zapato del presidente de México.

La tradición de la escudería de Red Bull obliga al ganador de su equipo en la carrera de ese circuito a darse un chapuzón. Cosa que hizo jubiloso el Checo, aunque en su clavado con todo y vestimenta se llevó al agua a Calderón Hinojosa.

La presencia del expresidente se justificaba toda vez que ostenta el cargo de presidente de la Comisión de Medio Ambiente y Sustentabilidad de la Federación Internacional de Automovilismo.

Así que dos mexicanos extasiados por el triunfo en Mónaco se fundieron en un chapuzón ante los fans y el equipo de Red Bull.

Un hecho que era natural, ya que la amistad entre ambos personajes tiene varios lustros, se convirtió en una afrenta para el presidente López Obrador.

Eso fue suficiente para que, ante la irritación del principal huésped de Palacio Nacional, se frenara el ‘jubileo’ nacional, para tan solo dejarlo en una escueta felicitación presidencial.

El presidente López Obrador no desperdicia la oportunidad para golpear al expresidente, hasta cuando vuela una mosca, convirtiéndolo en uno de los villanos favoritos de la 4T.

Ayer en la mañanera, ante pregunta expresa sobre el retén que impusieron civiles armados para proteger el acceso al evento presidencial en la comunidad de Bacacoragua, Sinaloa, el mandatario dijo que no “es igual a Calderón porque él pactó con la delincuencia”.

Desde luego, este odio tabasqueño se debe a que AMLO considera que Calderón le robó la elección de 2006, en donde por lo apretado de los resultados electorales (.05%) y por los datos que tenía, debió de haber sido, el ganador.

Con ese rencor, AMLO camina por la vida, transpirando un dejo de venganza que lo ha marcado para siempre.

El resentimiento del tabasqueño en contra del michoacano es patológico y contamina todas las decisiones del gobierno ya que, con tal de no parecerse a lo que hizo Calderón, hace lo contrario, para diferenciarse, aunque los resultados de esa postura arrojen saldos negativos para el presidente actual.

Veamos el tema de la inseguridad pública o el combate a la pandemia, tan solo por citar dos ejemplos.

Cuando Felipe Calderón le declara la guerra al narco, explota con toda su crudeza la violencia en el país y se agudiza la lucha entre los cárteles de la droga por controlar mercados y territorios, al tiempo que el Ejército irrumpió en la escena para, con fuego y plomo, contener a los malandros.

El resultado de esta estrategia fue medible y cuantificable al lograr reducir de forma relevante los índices delictivos en el territorio nacional, particularmente en la frontera norte, en donde Ciudad Juárez era la más peligrosa de México.

Luego del desarrollo de la estrategia calderonista, que contempló una serie de políticas públicas no solo para contener a los criminales, sino atacar de forma preventiva las causas que generan la violencia, entre otras múltiples acciones, Ciudad Juárez dejó de estar en el ranking de las ciudades más inseguras.

En cambio, con la política de ‘abrazos, no balazos’, las cosas están al rojo vivo en México, a tal grado que el crimen organizado controla vastas regiones del territorio nacional.

Los homicidios dolosos registrados durante los tres primeros años de la administración del presidente López Obrador superan el número de los contabilizados en el mismo periodo de los gobiernos de Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón.

Durante la pandemia, AMLO hizo lo contrario que Calderón, mientras que el segundo ante el surgimiento de la influenza A(H1N1) de inmediato decretó la cuarentena, al declarar el paro total de actividades en el país y con ello, el número de defunciones fue mínimo; en contraparte, López Obrador hizo lo contrario ante el virus de COVID-19, relajó las medidas preventivas y retrasó la aplicación de vacunas. El saldo: más de 600 mil muertos.

El presidente debería dejar de lado sus fobias para gobernar por el bien de todos los mexicanos.

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