Desde San Lázaro

Sheinbaum no es la buena

Pareciera que la jefa de Gobierno de la CDMX es la candidata elegida por AMLO para 2024, pero Adán Augusto López también ha dado resultados interesantes a sus indicaciones, comenta Alejo Sánchez Cano.

Es una ciencia, dirían algunos priistas de cepa, la ciencia del destape del candidato presidencial.

Desde tiempos de Adolfo Ruíz Cortines, aunque ya Plutarco Elías Calles lo había vislumbrado, el destape se ha convertido en el epílogo de un entramado compuesto de engaños, fintas y medias verdades que van acomodando las piezas del ajedrez político a gusto del gran elector, quien busca, medir la lealtad de su sucesor y de sus capacidades.

Este ritual priista no le es ajeno a Andrés Manuel López Obrador, quien con sus actos, muestra fascinación por este invento del surrealismo de la política mexicana.

En la historia reciente de los destapes priistas, fueron de antología los que hicieron Luis Echeverría y Miguel de la Madrid, quienes con movidas magistrales confundieron hasta a sus más allegados.

Las grandes víctimas del dedazo en esos dos procesos fueron Mario Moya Palencia y Alfredo del Mazo, quienes no solo tenían la total certeza que ellos eran los buenos, sino que, incluso, ya tenían material impreso de su propaganda, así como toda la estrategia de campaña, así como el slogan publicitario correspondiente.

Fueron los grandes perdedores a manos de José López Portillo y de Carlos Salinas de Gortari.

El último destape de los tricolores lo realizó Enrique Peña Nieto a favor de José Antonio Meade, luego de traer a varios suspirantes confundidos y atolondrados con sus señales, aunque claro de nada sirvió, porque su candidato perdió ante López Obrador.

AMLO ha impuesto en la agenda pública el escrutinio público de su sucesor con el destape muy anticipado de sus corcholatas y con ello, ha develado que seguirá el mismo periplo que emprendieron en su momento los últimos ocho presidentes priistas.

A partir del anticipado destape, la opinión pública se ha ido con la finta de que Claudia Sheinbaum es la principal aspirante y favorita del tabasqueño. Así lo ha querido el presidente, él se ha encargado de reiterar este mensaje.

La placea por todos lados, la saca de la la CDMX para llevarla a varias ciudades del interior del país y muestra públicamente su cariño y admiración por ella.

En este carnaval de disfraces en donde la Jefa del Gobierno capitalino trae la máscara de candidata, todos le rinden pleitesía.

A más de dos años del destape en Morena, es demasiado evidente el juego que lleva a cabo Andrés Manuel con Claudia Sheinbaum y con los otros suspirantes y esto tiene una razón de ser en su lógica maquiavélica; quiere medirlos desde ahora, no solo en sus alcances profesionales, sino en su comportamiento ante la cargada y desde luego en su lealtad incondicional.

En esta lógica, Claudia Sheinbaum se ha crecido al castigo para convertirse en un clon de su jefe a grado tal que el mimetismo que ha alcanzado es espectacular.

Claudia es una imitación casi perfecta de AMLO.

La “científica” se ha ganado por mérito propio el afecto de la familia del presidente, bueno no de todos, pero de la esposa y otros miembros, sin duda.

De mismo modo, muchos de los principales colaboradores del presidente se han ido con la finta y se arrastran para llenarle el ojo a Claudia.

Todo esto lo observa al detalle el presidente y hace sus anotaciones.

Mientras eso ocurre en la cancha de Claudia, en las otras pistas, la de Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, han elegido construir otro tipo de méritos. Diríamos que el canciller ha optado por dar resultados en todas las tareas que le asigne el presidente, de su lealtad no se preocupa, porque su jefe la tiene más que comprobada; en cambio, el senador busca convertirse en otra opción ganadora con amarres con disímbolos personajes del espectro político, económico y social, por si sus consentidos no cumplen con las expectativas.

Lo que ignoran “los especialistas” y el grueso de la gente es que en el corazón y la mente de López Obrador no están en esos tres contendientes, sino otro que acaba de incorporarse al gabinete y que en pocos meses le ha dado resultados notables.

Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación, no se deja llevar por el canto de las sirenas, al contrario, asume que solo servirá como un instrumento para que el proyecto del Jefe del Ejecutivo se encamine a mantener el poder en 2024, sin embargo, sabe que si el engrudo se hace bolas, pues él está presto a lo que indique el señor presidente.


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