Desde San Lázaro

La revocación del mandato con la mira después de 2024

López Obrador no va a soltar el poder al terminar su sexenio en 2024. Está perdiendo popularidad, pero la revocación de mandato le hará recuperar el terreno perdido.

Resulta absurdo, por decir lo menos, que el proyecto político hacia el futuro de AMLO dependa de una chapucería, de una trampa con disfraz de democracia participativa. Me refiero a la revocación de mandato, que en las mesas receptoras que puso el gobierno le llaman de todo, menos lo que es.

No se trata de un capricho, sino de una artimaña reeleccionista que tan buenos resultados para continuar en el poder le dieron a Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, entre otros tiranos.

Desde luego, tan solo la pretensión de mantenerse en el cargo después de octubre de 2024 causa un inmediato prurito que obliga a señalar que esto es imposible. Sin embargo, los últimos gestos dictatoriales de AMLO, como el decretazo para mantener en secreto y sin obstáculos sus obras de infraestructura, o el abrir la puerta al Ejército en otras tareas ajenas a su toral responsabilidad, además de alentar las declaraciones del general secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González, en torno a su llamado de apoyar al proyecto de la 4T, hacen dudar de su palabra.

Cada vez que puede, López Obrador reitera que al término de su gestión, en 2024, se ira a su rancho y no participará más en política. Pero lo que quiere decir en realidad es que se mantendrá más activo que nunca, ya sea por interpósita persona que despacha en las oficinas centrales de la jefatura de Gobierno de la CDMX, o él mismo, pero eso de soltar el poder, de ninguna manera.

Ya lo dijo el flamante titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Pablo Gómez, de que les costó décadas para llegar al poder para dejarlo en un sexenio y tiene razón el exlegislador, no solo está en juego una forma de gobernar alineada al Foro de Sao Paulo, sino de mantener prebendas y canonjías, además de salvoconductos que les permita no ser llamados a cuentas por los “daños ocasionados en la vida de los mexicanos y al patrimonio de la nación”.

Andrés Manuel no va a soltar el poder al término de su gestión, por ello y ante la desesperación en el desplome de su popularidad, sabe que la revocación de mandato le permite estar en la discusión colectiva en los próximos meses y, sobre todo, el resultado lo hará recobrar el terreno perdido al cacarear que el pueblo quiere que continúe en el cargo.

En la realidad al pueblo lo que le interesa es llevar comida sus hogares y unos cuantos pesos para darle cobijo, educación, salud y sustento a sus familias, le tiene sin cuidado la revocación o la ratificación del presidente, lo que les interesa es sobrevivir.

Los programas de política social con tintes electorales de AMLO no han servido para combatir la pobreza, al contrario, la ha fomentado a grado tal que hay cuatro millones de nuevos pobres en su administración.

Los beneficiarios de sus programas sociales ya no quieren buscar trabajo, se conforman con el dinero que les da AMLO y a cambio saben que, cuando sean llamados para apoyarlo, lo tienen que hacer sin chistar.

Esa base de adeptos es la que se movilizará, primero para alcanzar el número de firmas para realizar el ejercicio de revocación de mandato y luego, al acudir a votar, impedir que se vaya el presidente.

Los amplios sectores de la población que están contra esta simulación no participaran ni darán su beneplácito para que se haga el ejercicio y mucho menos acudir a las urnas a expresar su rechazo, porque saben que todo se trata de un engaño que le permitiría a AMLO justificar no solo su permanencia en el cargo, sino de mantenerse en el poder, mediante la eventual realización de otro ejercicio similar en la víspera de la conclusión de su sexenio.

AMLO ya fracasó como presidente, en virtud de que su gestión ha sido decepcionante y, por sus resultados, desastrosa. Por eso, con base en las trampas legaloides que da la simulación de una democracia participativa, pretende mantenerse en el poder.

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