Desde San Lázaro

Una narrativa desde la mentira

La crítica al gobierno y al ejercicio del poder deben ser alentadas por los funcionarios públicos, quienes deben tener altura de miras.

No se trata de defender determinadas posturas ideológicas o algún proyecto político, sino de procurar que las decisiones de políticas públicas y posturas estratégicas para resolver los problemas más acuciantes por las que transita la población, sean las más acertadas para resolverlos.

En esta óptica, la crítica al gobierno y al ejercicio del poder debe ser alentada por los funcionarios públicos, quienes deben tener altura de miras y una actitud receptiva ante la crítica constructiva, en lugar de denostarlos.

Nos ha tocado vivir en una de las pandemias que más muertes han cobrado en la historia moderna y lo decimos conscientes de que, por desgracia, todavía no termina. Las mutaciones y las variantes del Covid-19 escalan a nivel mundial muy rápidamente.

Le tocó a Andrés Manuel López Obrador enfrentar estos males que, sin duda, le han complicado su gestión y agravado por sus propias decisiones en varios temas sensibles como la economía, la inseguridad, salud pública, política social, aspectos energéticos, medio ambiente, cambio climático y otros tantos temas relevantes que requieren la atención y rendimiento óptimo del presidente.

A tres años de gobierno, la situación del país es muy compleja y lo que es grave, se pondrá peor en lo que resta de la actual administración y ello lo sabe el jefe del Ejecutivo federal.

Para contrarrestar la crisis, López Obrador prefiere tergiversar la realidad mediante la creación de una narrativa diferente a lo que ocurre realmente.

Todas las mañanas coloca un tabique más a esa estructura de falacias que ante el menor asomo de los datos duros o de la cruda realidad se tambalea peligrosamente.

Los embustes requieren de otra serie de mentiras para, en el mejor de los casos, darle el beneficio de la duda a quien las emite, sobre todo si este es el presidente de un país.

Le pasó a Donald Trump, con más de 25 mil mentiras pronunciadas a los largo de cuatro años, creó una base de simpatizantes que, incluso, tomaron el Capitolio cuando fue necesario.

En México es igual, los adeptos de la 4T y en especial de AMLO, se nutren a diario del discurso de su mentor y de los beneficios derivados de los programas de política social que de suyo, son también para engrosar las filas de sus seguidores.

A ellos, les da lo mismo que los postulados del presidente sean falsos o auténticos, lo que les interesa es mantener un sentido de pertenencia con la clase gobernante, esa que es mejor a las anteriores emanadas del PRI, PAN o PRD.

Si lo que dice el presidente es una mentira contumaz, no les importa mientras siga cayendo el dinero del gobierno a sus tarjetas.

Toman partido y atacan verbal y físicamente a sus detractores quienes por cierto, los más visibles son los periodistas, intelectuales y líderes de opinión en las redes sociales.

No interesa si estos personajes que opinan diferente al presidente o que tienen otra visión de lo que ocurre en México, sean importantes y de relevancia mundial.

Todos son etiquetados y estigmatizados desde el púlpito de Palacio Nacional y por ende por sus simpatizantes.

Son quemados en la hoguera del nuevo Torquemada, representado ahora por una insulsa servidora pública, quien tiene como la menor de sus limitaciones el no saber leer y menos establecer un riguroso método bajo una óptica científica para evaluar la información o la opinión personal de columnistas o articulistas, como mentiras.

La lupa del régimen está empañada por el odio y el resentimiento.

La libertad de expresión no debe pasar por ningún crisol o bajo ningún intento de censura.

Se dice con verdad que la democracia se mina en cada mañanera, tanto en su pretensión de cercenar la libertad de expresión como de acomodar las leyes en favor o en contra de determinado personaje.

La judicialización contra los opositores es propia de dictaduras que, por desgracia, siguen más vivas que nunca en el hemisferio sur.

A la mitad del camino, es menester dar un golpe de timón para darle prioridad presupuestal para atender los males que aquejan a la mayoría de los mexicanos, en lugar de sembrar mentiras, crear cortinas de humo para tapar el sol, o peor, enquistar la polarización que divide a los mexicanos.

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