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Casa Tochan: un albergue migrante lleno... que se prepara a recibir más personas

Ampliar el albergue será insuficiente para la gente que se espera, pero ‘el gobierno no hará nada’, dicen.

Colchonetas y cobijas cuelgan de los techos de los cuartos. Actualmente hay 40 camas, sin embargo, en el refugio hay 53 migrantes, en su mayoría latinoamericanos. Hay gente que duerme en los pasillos, cuartos comunes, en donde pueda.

A pesar de que es prácticamente imposible encontrar un espacio en el que no haya gente, el refugio Casa Tochan ya está buscando la manera en que puedan entrar más personas.

El lugar está dividido por un pasillo de escaleras donde se escuchan acentos de todos tipos, al igual que palabras que para un mexicano son muy poco comunes. “Parcero, ven acá”, “oye, man”, “esa vaina está requetebien”.

Casa Tochan, en la Ciudad de México sirve como hogar temporal para migrantes que pasan por la capital en su camino hacia Estados Unidos, aunque su propósito original fue el apoyar a las personas que pasan por la ciudad para que se integren en la sociedad mexicana.

Gabriela Hernández, directora del albergue, se sentó a platicar con EL FINANCIERO y cuenta que ya se están preparando por si se concreta la negociación que reveló The Washington Post que busca enviar a más migrantes de Estados Unidos a México.

Previamente el gobierno mexicano emitió un comunicado señalando que rechazaba la reimplementación del programa Quédate en México como lo ordenó un juzgado federal en Estados Unidos.


Al respecto, Gabriela comenta entre risas que “dicen que no (se va a volver a implementar el programa), pero pues ya estamos haciendo una recámara más. Sé que es insuficiente, pero también sé que el gobierno no va a hacer nada (si llegan más migrantes)”.

En un tono más serio, Yasiel Briñones, un cubano de pelo largo y con el cuerpo tatuado que llegó a México en el 2019 y que ahora asiste a Gabriela en la conducción del refugio, explica más al respecto. “Hemos tenido gente que se ha dormido hasta en los descansos de las escaleras”.

Yasiel también cuenta más sobre la historia de este refugio, que originalmente, en los años 80, sirvió para recibir a familias que venían huyendo de la guerra civil en Guatemala, aunque en ese momento el Comité Monseñor Romero se encargaba de su funcionamiento.

Dentro de su relato resalta a una de las visitantes más reconocidas. “Rigoberta Menchú cuando salió Guatemala llega aquí”, insistió.

Por el lugar han pasado tres mil 296 personas migrantes desde que Gabriela lo abrió en junio del 2012. Ella guarda el registro de todas las personas que han dormido en esa casa en dos bitácoras, una de ellas con hojas amarillas, desgastadas por el tiempo.

A pesar de vivir de donaciones, el lugar es muy completo. Tienen regaderas, baños y una biblioteca con computadoras y una televisión. En la parte de hasta arriba hay un taller de carpintería donde algunos de los residentes hacen manualidades como banderas de sus países a las que les ponen un mensaje atrás.

El gobierno capitalino les envía alimentos para la hora de la comida a partir de la pandemia. A raíz de eso, Tochan tuvo que convertirse también en comedor comunitario. Vecinos del lugar pueden ir a comer lo que preparan los migrantes para el almuerzo.

Durante la entrevista, Gabriela se tiene que levantar un par de veces a resolver problemas, aunque no parece perder el hilo de lo que había dicho. Una habilidad de hacer varias cosas a la vez que se nota que se ha desarrollado a lo largo de los años.

Una vez que regresa de darle dinero al trabajador que le está ayudando a construir el quinto cuarto, cuenta que la mayor cantidad de personas que se han albergado al mismo tiempo en Tochan fue en 2021, cuando estuvo repleto de haitianos recién llegados a México.

“Fue una locura, porque su idioma y la cultura (son diferentes), al igual que no tener personal. Sin embargo, creo que les dimos la atención que pudimos y ya los últimos se fueron en enero del 2022″, sostuvo.

Aunque el tan esperado descanso no llegó, y no parece que el refugio lo vaya a tener pronto. Sentada en una mesa junto a la oficina desde donde maneja todo, Gabriela suelta “nos estábamos reponiendo de los haitianos y llegaron los venezolanos, y la verdad es que no han parado”.

Al ahondar en el tema, la directora del albergue sostiene que “la crisis fuerte fue en octubre, cuando se cierra otra vez la frontera de Estados Unidos por el título 42 que empiezan a llegar muchos expulsados ya de Estados Unidos”.

Sin embargo, los flujos de personas que vienen desde el sur siguen presentes. Tal es el caso de Rodolfo, uno de los venezolanos que actualmente están hospedados en Tochan, y que nada más espera la oportunidad de poder seguir su camino hacia Estados Unidos.

Mientras termina de preparar la comida del día, un guiso con jitomate, carne y pimentón (pimiento), para que no pique nada, platica con el reportero de este diario.

Siempre con una sonrisa en la cara, y moviendo constantemente la cuchara para evitar que los alimentos se peguen, o peor, que se quemen.

Rodolfo cuenta que lleva una semana hospedado en el albergue, y rápidamente se apuntó para encargarse de la cocina. “Trabajo en lo que me pongan, en lo que Dios me mande”, dice.

Mientras el cuarto se llena del vapor del hervor de la comida, mismo que se mezcla con el olor intenso a cebolla, mezcla que hace que los ojos se llenen de lágrimas, Rodolfo sigue contando su historia.

Su misión es llegar a Estados Unidos a como dé lugar. Una vez ahí, no se cierra a nada. “Voy a trabajar en lo que sea, si es en la cocina, pintando casas o arreglar lo que sea”, dice mientras agrega más carne a la salsa hirviendo.

Momentos después, Rodolfo se limpia la cara y retoma su relato. “Llevo dos meses viajando. He dormido en la calle, parques, hasta en la arena. Por eso agradezco a Dios el haber podido llegar aquí”, relata el improvisado cocinero.

Al ser cuestionado sobre lo que dejó atrás, en Venezuela, confiesa que dejó a su hijo de siete años y a su esposa. “Por ellos estoy haciendo esto… y por ellos lucharé”.

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