Monterrey

César González: Acelerar a fondo con el freno puesto

Pocas veces he visto una paradoja tan clara como la que vive hoy el ecosistema industrial en Regiolandia y sus alrededores. Mientras las empresas tractoras de la región están empujando como nunca para fortalecer a sus proveedores locales, en paralelo avanza la posibilidad de un incremento del 33% al Impuesto Sobre Nómina. Es como acelerar en primera mientras alguien pisa el freno con la otra pierna.

En las últimas semanas he estado entrando a plantas, talleres y oficinas para diagnósticos empresariales dentro del programa Más PyMEx, que impulsa CAINTRA desde el Centro de Competitividad de Monterrey. Esta iniciativa, liderada actualmente por Eduardo Coronado, CEO de Coflex, reúne a un grupo de grandes empresas que se comprometen a incrementar sus compras a PyMEs locales para fortalecer las cadenas de valor. No es un proyecto de discurso: en sus primeras tres generaciones, los corporativos regionales han elevado sus compras a PyMEs del 35% al 39%. Eso, en términos simples, es contenido regional que se queda aquí y se traduce en procesos más estables, proveedores más profesionales y empleos mejor pagados.

Y no es beneficencia, es una estrategia que busca sustentabilidad a largo plazo que ha demostrado beneficios tangibles; por eso hoy las empresas Femsa, BAT, Whirlpool, Ternium, Cemex, Arca Continental, Sigma, Xignux, Metalsa, Grupo Lamosa, Deacero, Vitro, Ragasa, Protexa, Cuprum, Frisa, Autlán, Zinc Nacional, Prolec, Berel, Greenpaper y por supuesto Coflex, están invirtiendo tiempo y esfuerzo en este programa.

Mi granito de arena en esta iniciativa es participar, junto con otros colegas, en los diagnósticos de las pymes involucradas para evaluar capacidades operativas, madurez de procesos y nivel de profesionalización. Y mientras analizamos productividad, desperdicio, rotación y tiempos de respuesta, aparece una sombra que no estaba en los planes de nadie: la discusión sobre un incremento al ISN que, si se aprueba, no solo altera una celda del Excel, sino la ecuación completa de la operación.

Lo mencioné en este espacio el pasado 28 de noviembre: un incremento del 3% al 4% en un impuesto ligado directamente a la nómina no cae en el “gasto general”. Cae en la capacidad de contratar, de entrenar, de invertir en maquinaria, de sostener un turno adicional, de retener talento o de pagar mantenimiento preventivo a tiempo. Y las pymes, que son las que sostienen la economía nacional, no pueden simplemente absorberlo. Tienen que compensarlo. Y cuando algo se compensa en una operación pyme, siempre se pierde por algún lado.

Ahí es donde entra el otro componente de la paradoja: el predial.

Mientras discutimos encarecer la nómina formal, el impuesto que sí podríamos usar mejor para fortalecer a los municipios (sin tocar de frente la productividad en planta) está prácticamente abandonado.

En Regiolandia, la tasa general para vivienda ronda el 0.2% del valor catastral al año y, para usos comercial o industrial, sube ligeramente, pero sigue moviéndose en fracciones muy pequeñas del valor de la propiedad. En cambio, los vecinos con los que queremos competir y a los que queremos venderles más juegan con otra escala. En muchos condados de Texas, el “property tax” se ubica entre 1% y 2% del valor de la propiedad cada año, dependiendo de la zona.

Así como se lee: aquí hablamos de décimas de punto; allá, de puntos completos. Y aun así, en lugar de ordenar y fortalecer esa base local (la que no pega directo al costo) se pone sobre la mesa encarecer la nómina.

La contradicción se vuelve evidente: por un lado, programas como Más PyMEx empujan a que grandes jugadores compren más local, acompañen a sus proveedores con diagnósticos, formación y desarrollo, y eleven la vara de calidad y cumplimiento. Entienden que la competitividad regional no depende solo de su desempeño individual, sino de la fortaleza colectiva de su red de suministro.

Y, por el otro, tenemos una política fiscal que sin mala intención, pero con efectos muy reales, encarece exactamente el mismo músculo que estamos tratando de fortalecer: el empleo formal.

No se trata de entrar en la discusión partidista. Se trata de algo que quienes están al frente a una pyme entienden mejor que nadie: las señales importan. Si el ecosistema empresarial está diciendo “crezcan, profesionalícense, exporten más, vendan más local”, pero el entorno fiscal dice “les costará más cada trabajador que contraten”, la señal se vuelve contradictoria. Y las contradicciones cuestan eficiencia.

Una pyme que se prepara para ser proveedor de una empresa tractora invierte en capacitación, certificaciones, estandarización, trazabilidad, control documental, seguridad y mejora continua. Todo eso se sostiene con capital humano. Cuando el costo de ese capital humano sube por decreto, la pyme no deja de querer crecer… pero sí puede dejar de poder hacerlo al ritmo que el ecosistema necesita.

En una de las últimas visitas me compartieron lo que significaría esa decisión que hoy se está negociando: el plan de adquirir una nueva máquina CNC está en espera hasta que el Congreso resuelva. No por dramatismo, sino porque la realidad operativa funciona con números, no con discursos.

Por eso vale hacerse una pregunta incómoda: ¿cómo queremos que las pymes escalen si, al mismo tiempo que les pedimos productividad de clase mundial, les recargamos la estructura que sostiene esa productividad?

El debate no es si la seguridad necesita recursos o si el Estado requiere financiamiento. Eso nadie lo discute. El punto es otro: si la competitividad regional es prioridad, las señales deben ser coherentes. Un ecosistema que empuja hacia la profesionalización necesita un entorno fiscal que no le quite tracción.

Mientras tanto, las pymes de Regiolandia siguen haciendo lo que siempre han hecho: adaptarse. Ajustar costos, reorganizar operaciones, priorizar lo urgente sin perder de vista lo importante. Pero no podemos esperar que el impulso histórico del nearshoring, el desarrollo de proveedores y el crecimiento regional se sostenga solo con resiliencia empresarial. La resiliencia es admirable, pero no es infinita.

El ISN podrá subir o no. Eso se definirá en el Congreso. Lo que sí podemos definir desde hoy es algo más profundo: si queremos que el proyecto industrial de Nuevo León avance alineado o si seguiremos construyendo con una mano y frenando con la otra.

Porque la competitividad, la real, la que sí se siente, no se hace solo con grandes anuncios. Se hace con señales claras. Y hoy, más que nunca, las necesitamos.

¡Hasta la próxima!

El autor es consultor en Excelencia Operativa y autor del libro Habilidades Híbridas. En su día a día ayuda a empresas a mejorar procesos, calidad y resultados. Desde Entropía Estratégica une casos reales y datos para ayudar a decidir con claridad.

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