“Como México no hay dos”. Esta afirmación tan común en nuestro país refleja una falsa realidad. Mucho de lo que sucede en México es similar, con sus propias variantes, con lo que pasa en otras naciones.
Nunca la historia se escribe de la misma manera, pero lo que sí es muy claro es que hay procesos similares en todo el orbe, obviamente con particularidades en cada región por su historia, su situación política, su economía, su cultura, pero en el fondo, estamos frente a un mismo proceso.
En muchos países han aparecido movimientos políticos de tipo mesiánicos que ofrecen una nueva esperanza a las masas pauperizadas por décadas de marginación, miseria y autoritarismo. Esos movimientos promueven la promesa de una nueva era de progreso, inclusión, bienestar, democracia, honestidad y un gobierno respetuoso de las leyes y de la Constitución.
Sin embargo, parafraseando a Lord Acton, quien escribió que “el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente” es claro que en muchos casos en la política podemos observar cómo el poder ha enloquecido y corrompido a más de uno.
Llegar al poder por la vía de la fuerza con apoyo popular o a través de las urnas con una imponente mayoría convierte al nuevo líder en un autócrata que paulatinamente, a nombre de su victoria abrumadora, busca la centralización absoluta del poder, minando hasta desparecer la división de poderes y poniendo bajo su control al legislativo y judicial lo que le permite ejercer el poder de manera absoluta sin limitaciones legales o institucionales.
Así, lo que se prometía erradicar: la injusticia, la corrupción, la ilegalidad y la violación al estado de derecho, se afianzan con más vigor y fuerza a nombre de la supuesta “legitimidad” del nuevo líder. Sin embargo, no hemos de olvidar la tendencia pendular de la historia, que muestra que tarde o temprano ese autócrata y el grupo que le rodea serán derrocados de la misma manera que ellos sacaron del poder a sus predecesores.
Muy lejos de nosotros, pero muy cerca en términos de similitudes, los más recientes acontecimientos en Madagascar nos invitan a reflexionar sobre los derroteros de la Historia.
Andry Rajoelina, con apenas 34 años, alcalde de la capital, Antananarivo, movilizó al pueblo en el 2009, contra el presidente Marc Ravalomanana por ser autocrático, corrupto y por sus malos manejos de la economía del país.
Prometió esperanza, un mejor gobierno, más justo y honesto y por su juventud atrajo a la generación Z que fue su principal arma contra el gobierno anterior, ganando una alta legitimidad entre la población, sin embargo, ya en el poder permaneció en él por 16 años con fraudes electorales, corrupción, violación de la Constitución y enriquecimiento de su entorno cercano, olvidando sus promesas mesiánicas.
Hoy, nuevamente los jóvenes tomaron las calles para derrocarlo y ante la inestabilidad el ejército se ha hecho del poder. Rajoelina tuvo que huir del país a un destino incierto habiendo perdido totalmente su legitimidad.
La esperanza inicial en Rajoelina se tornó en un sistema político similar o peor que el anterior. Así, los movimientos mesiánicos y neopopulistas atraen a las masas con discursos esperanzadores de salvación y justicia, no obstante, terminan siendo similares y en la mayor de las veces, peores que los gobiernos anteriores.
En México, el discurso de Morena como la “Esperanza de México” y con sus frases de “por el bien de todos, primero los pobres”, “no mentir, no robar, no traicionar al pueblo” “el nuestro es un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” entre muchas más, enfatizan una misión histórica y una narrativa en la que el dirigente es presentado como un redentor y como el representante moral supremo del pueblo que los salvará.
Con una abrumadora votación en su favor, Morena, desde la gestión de López Obrador y ahora más Claudia Sheinbaum han logrado tomar el control de todos los poderes y los órganos autónomos que sobreviven, eliminando todo tipo de contrapeso u oposición efectiva.
Así, la “esperanza” en una nuevo sistema termina por ser la pesadilla del día siguiente y la profundizaciones de aquellas prácticas que prometían combatir de corrupción, nepotismo, mal manejo de las finanzas públicas, enriquecimiento ilícito… ¿Acaso en México se cumplirá la lógica del péndulo?
El autor es Doctor en Ciencia Política, especialista en política internacional y asuntos regionales y del Medio Oriente. Profesor investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.