El pasado 24 de septiembre, en un hecho histórico que quedará grabado en la memoria académica de la Universidad Autónoma de Nuevo León, se realizó la ceremonia de entrega del grado de Doctorado Honoris Causa a tres destacadas personalidades que se han distinguido por sus méritos y contribuciones a la sociedad en ámbitos que trastocan la sustentabilidad, la educación y a todas las ciencias sociales.
En esta edición, la Máxima Casa de Estudios de Nuevo León galardonó a la promotora ambiental Dolores Barrientos Alemán, al economista mexicano David Rogelio Colmenares Páramo, y al académico estadounidense James J. Heckman, Premio Nobel de Economía 2000 y profesor distinguido de la Univeridad de Chicago.
En el marco de su visita y como parte de las celebraciones del 92 aniversario de nuestra universidad, Heckman dirigió en el Teatro Universitario del Campus Mederos ante la comunidad la cátedra magistral titulada “Promoviendo la Movilidad Social”, y sus profundas reflexiones trastocan tiempo, espacio, localidad y ámbitos de estudio para quienes, como quien escribe esta columna, analizan, diseñan, implementan, y evalúan las políticas públicas.
Heckman inció su conferencia con una primera reflexión, cuyas agudas y profundas implicaciones dirigirían el hilo conductual de su conferencia: la enorme mayoría de las políticas públicas que se implementan en nuestra sociedad están concentradas en resolver los problemas que enfrentamos, y no, en evitarlos.
¿Tenemos un rezago educativo importante? En el mejor de los casos, se construyen escuelas y contratan maestros para cubrir esa necesidad. ¿Se detecta una carencia o contingencia importante en la salud de las personas? Se procede a discutir la ampliación de la cobertura del servicio de salud, y, si el presupuesto lo permite, se contrata personal médico y construyen hospitales. ¿Tenemos problemas de crimen? Cuando ya se decide hacer algo al respecto, se incrementa la plantilla de policías y la participación de la fuerza pública para combatirle. ¿Se identifican carencias importantes en materia de brechas vinculadas a la exclusión social? Se desarrollan leyes y reglamentos que regulan la participación de grupos vulnerables en el ámbito laboral y público.
Sin demeritar la necesidad de atención inmediata a estos problemas cuyo rezago histórico es innegable a nivel mundial, ya no digamos en nuestro país, Heckman planteó una interrogante que, en la mejor tradición de lo que algunos identifican como la Escuela de Chicago de Economía, desafió al espectador y lo transportó al Salon 101 del viejo edificio de Ciencias Sociales de la Universidad de Chicago, donde históricamente, en cada clase, maestros como Coase, Hayek, Friedman, Stigler, Becker, Lucas, Fogel, Myerson, Hansen, entre otros, transformaron nuestro entendimiento del comportamiento humano.
La pregunta al aire fue: ¿no sería mejor que en lugar de resolver los problemas, evitaramos que éstos sucedan? Y de ser así, ¿cómo es posible lograr este objetivo y cuanto tiempo lleva identificar su impacto?
De entrada, esa simple pregunta me hizo pensar en que, en una sociedad desarrollada y sin estos problemas sociales que atender, muchos políticos se quedarían sin agenda, argumentos, y trabajo, o al menos, tendrían que cambiar la dirección, magnitud y sentido de sus propuestas a los otros temas relevantes que habrían de resolverse (problemas del “primer mundo”, dirían).
Pero Heckman fue más allá: ¿y si los programas sociales que podrían evitar estos problemas no son el resultado de grandes acciones inmediatas (pienso en “obras de relumbron” con placa dorada agradeciendo a todos los políticos en turno) sino de pequeñas intervenciones focalizadas cuyo impacto no es posible identificar mas que en el largo (muy largo) plazo?
Y fue en ese momento de la conferencia que Heckman comenzó a compartir su experiencia en el estudio de las intervenciones focalizadas en la atención de la primera infancia a nivel mundial.
Con evidencia sólida de programas implementados en China, Estados Unidos, Jamaica y otros países, Heckman demostró, a partir de múltiples estudios desarrollados por él y otros colegas, que las intervenciones realizadas en la primera infancia tuvieron no solo efectos inmediatos, sino también efectos permanentes que no se desvanecen con el tiempo, sino persisten a lo largo del tiempo y de las contingencias.
En particular, los programas específicos para la atención de la primera infancia reducen sustancialmente las brechas de logros y producen mejores resultados infantiles en el corto plazo, pero también, en el largo plazo, las personas intervenidas tienen acceso a más y mejores oportunidades laborales, e incluso y para sorpresa de muchos, reflejan mejores indicadores de salud en temas como hipertensión y diabetes, incluso después de 30 años de haber recibido el apoyo.
Esto es, invertir en la primera infancia no solo resuelve problemas de corto plazo, sino que además, puede evitar que se desarrollen problemas de exclusión y salud en el largo plazo, haciendo entonces que la inversión inicial detone derramas positivas en muchos ámbitos y a gran escala, potencializando así su rentabilidad social total.
Así, al igual que hace casi 30 años de aquella conferencia en la que Gary Becker presentó ante la comunidad de la UANL la importancia del capital humano y la familia para consolidar una sociedad plena, en el presente, James Heckman reafirma la necesidad de considerar el desarrollo humano como un concepto multidimensional, pero cuya comprensión nos permite entender la mecánica de la solución y prevención de problemas, interveniendo de manera oportuna a la primera infancia incluso desde antes de su nacimiento, con la atención integral a la madre durante el período de gestación.
El mensaje final de la conferencia, y la gran lección de política publica que nos deja James Heckman, es enfocarse en prevenir los problemas en lugar de resolverlos, con políticas públicas cuyos efectos inmediatos pueden ser menores e imperceptibles, pero cuyos impactos no se desvanecen, sino se potencializan con el tiempo.
Y con este mensaje, que llegó a nuevas generaciones de economistas estudiantes de la UANL pero también a muchos tomadores de decisiones de política pública hoy, estoy seguro se transforma la visión y el compromiso que desde la ciencia económica tenemos para comprender nuestra sociedad, resolviendo una pregunta a la vez, y pensando no solo en el problema inmediato sino en el amplio y complejo espectro del comportamiento humano y social.