Monterrey

Angel Maass: Cambio de juego en la banca mexicana

Nuevo liderazgo en CNBV y NAFIN-Bancomext en medio de tensiones con Estados Unidos.

Durante la última quincena, México ha vivido un auténtico “coctel financiero” en el que se mezclan presiones globales, ajustes regulatorios y visitas diplomáticas que parecieran sacadas de un libreto geopolítico.

La economía mexicana, que había navegado con relativa calma en las aguas de un 2025 de bajo crecimiento, pero con estabilidad cambiaria, ahora enfrenta una serie de sacudidas que obligan a mirar con lupa las decisiones que se toman en los escritorios de la Secretaría de Hacienda, la banca de desarrollo y los organismos reguladores.

Comencemos con el elefante en la sala: la visita del senador estadounidense Marco Rubio. Oficialmente, vino a hablar de cooperación bilateral, pero el verdadero tema que flotó en el aire fue la prevención de lavado de dinero. Y no es para menos: el informe reciente de FINCEN puso a México bajo un reflector incómodo, al señalar deficiencias en los mecanismos de control de flujos ilícitos. Esto no es simplemente un tema técnico; es un golpe directo al corazón del financiamiento.

En un contexto en el que los fondeadores internacionales se vuelven cada vez más estrictos, cualquier duda sobre la capacidad del sistema mexicano para blindarse frente al dinero sucio implica un encarecimiento inmediato del crédito, sobre todo en sectores como las PYMEs y la infraestructura. Dicho de otro modo: el costo del dinero sube más rápido que los aguacates en temporada de Super Bowl.

La reacción institucional tampoco pasó desapercibida. Mientras se discutía la sombra de FINCEN, en México se movían piezas clave en el tablero de la regulación y el desarrollo financiero. En la Comisión Nacional Bancaria y de Valores se nombró a un nuevo presidente, con la misión titánica de demostrar que la supervisión local puede estar a la altura de los estándares internacionales. La CNBV, que suele ser vista como el árbitro de traje gris que pita faltas en silencio, ahora tendrá que ponerse los guantes de boxeo y enfrentar a un público que exige resultados inmediatos.

Al mismo tiempo, NAFIN-Bancomext estrenó dirección general, lo que sugiere un giro estratégico en la banca de desarrollo justo cuando el país más necesita financiamiento contra cíclico. Si estas instituciones logran trabajar en armonía, podrían convertirse en la “columna vertebral” de una recuperación más sólida. Si no, el riesgo es quedar atrapados en el eterno ciclo de buenas intenciones y ejecución limitada.

Y como si eso no fuera suficiente, la Reserva Federal de Estados Unidos decidió añadir un poco de picante al guiso: la posibilidad de mantener las tasas en niveles restrictivos por más tiempo sigue rondando los mercados. El peso, que se había ganado el apodo de “súper peso” en meses anteriores, ahora enfrenta la prueba de fuego de la volatilidad internacional. No es que se haya desplomado, pero la narrativa de fortaleza absoluta comienza a desgastarse. Entre inversionistas se siente el murmullo de que quizá lo barato ya pasó, y que lo que sigue es un tipo de cambio más realista, menos heroico y más acorde con la productividad del país.

En paralelo, la inflación en México mostró señales de repunte moderado, lo que obligó al Banco de México a mantener su tono cauteloso. La expectativa de recortes de tasa, que hace apenas semanas parecía inminente, ahora luce como un espejismo en el desierto.

El banco central se enfrenta al dilema de no frenar el crédito más de lo necesario, pero tampoco dar señales que puedan desanclar expectativas. En este juego de equilibrios, cualquier palabra de la Junta de Gobierno se interpreta como si fuera un mensaje cifrado de la CIA.

No menos relevante fue la publicación de cifras de inversión extranjera directa, que, aunque positivas en términos netos, muestran un cambio preocupante en su composición: menos proyectos manufactureros de largo plazo y más capitales de portafolio de fácil salida.

El famoso “dinero golondrino” que llega, canta y se va con la misma rapidez, vuelve a ocupar titulares. Es un recordatorio de que la estabilidad aparente puede evaporarse si no se consolida con inversión productiva.

Todo esto ocurre en medio de un clima político cargado de simbolismos. Estados Unidos coloca a México en el escaparate de narrativas que lo mismo lo presentan como socio estratégico que como amenaza de seguridad.

En ese sentido, la visita de Rubio no fue casualidad: es parte de un juego más amplio en el que México es pieza de negociación.

La moraleja de estas dos semanas es clara: la economía mexicana no puede darse el lujo de confiar en inercias pasadas. La combinación de presiones externas, cambios regulatorios internos y la necesidad de mantener la confianza de los mercados exige una ejecución quirúrgica. Y, por supuesto, también algo de sentido del humor.

Porque si algo nos enseña la historia económica de México es que siempre hay que reírse, aunque sea un poco, de las crisis que parecen eternas. Después de todo, en este país el ciclo financiero se parece al clima: si no te gusta cómo está hoy, espera un rato y seguro cambiará.

COLUMNAS ANTERIORES

César González: Acelerar a fondo con el freno puesto
Destacan nuevos proyectos con escuelas incorporadas a la UANL

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.