Monterrey

Francisco J. Orozco: La paradoja del ingreso creciente y la desigualdad persistente en México

La ENIGH 2024 confirma que México crece, pero no parejo, el ingreso mejora en promedio, aunque el 10 por ciento más rico sigue ganando 14 veces más que el 10 por ciento más pobre.

Amigas y amigos lectores, en tiempos en que las cifras económicas parecen más un debate en redes sociales que un diagnóstico serio, la nueva Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2024 (ENIGH) llega con un dato que suena a buena noticia: el ingreso corriente promedio trimestral de los hogares creció 10.6 por ciento entre 2022 y 2024. Crecemos, al menos en el papel. Pero ¿qué pasa si nos fijamos en los deciles?

Tú me dirás “¿qué es un decil?” y yo te diré que un decil es una forma de dividir a la población en diez grupos de igual tamaño según un criterio.

En este caso, el ingreso corriente trimestral por hogar reportado en la ENIGH. Esto es importante porque si miramos los resultados por cada uno va más allá de un promedio, el panorama cambia.

El decil 10, el 10 por ciento de hogares con mayores ingresos, gana 14 veces más que el decil 1. Y aunque el coeficiente de Gini (indicador que mide la desigualdad en la distribución del ingreso) con transferencias bajó ligeramente a 0.391, seguimos hablando de una desigualdad que se parece más a una cicatriz estructural que a una herida que empieza a cerrar.

¿Para quién crece el ingreso? Este es el punto que incomoda: podemos celebrar que haya más ingresos, pero si el pastel crece y las rebanadas se reparten con la misma proporción de siempre, el sabor no cambia. En otras palabras, no basta con crecer; hay que preguntarse para quién crece el ingreso.

La ENIGH deja claro que la estructura de dónde proviene ese ingreso es muy distinta según el lugar que ocupes en la distribución. En el decil 1, 42.5 por ciento de lo que entra al hogar proviene del trabajo; el resto viene de otras fuentes, entre ellas programas sociales y transferencias.

En el decil 10, en cambio, el trabajo aporta 62.8 por ciento del ingreso y el resto proviene principalmente de rentas, utilidades e ingresos financieros. Esta diferencia no es menor: dice mucho sobre cómo cada segmento de la población se conecta con la economía productiva.

Aquí entra un debate crucial: las transferencias. Aquí entran remesas y apoyos gubernamentales principalmente que han permitido que los hogares de menores ingresos no caigan en un vacío económico. Pero la pregunta es si estos programas están construyendo un piso parejo para que la gente pueda crecer económicamente, o si funcionan como un sostén mínimo que evita la caída, pero no promueve la escalada.

La evidencia de la ENIGH sugiere que, aunque las transferencias ayudan a mejorar el ingreso disponible, no están transformando la estructura que genera la desigualdad. Es como si en una carrera algunos recibieran agua para que no se deshidraten, pero sin que se les provea de los zapatos adecuados para correr al mismo ritmo que el resto.

No podemos leer estos datos sin recordar que entre 2022 y 2024 atravesamos un periodo complejo. La inflación global tocó niveles no vistos en décadas; las cadenas de suministro aún resentían la pandemia; y en México el mercado laboral mostró resiliencia, pero con una alta informalidad que ronda el 55 por ciento.

En este escenario, que el ingreso promedio crezca es relevante, pero la desigualdad persistente nos recuerda que la economía no es solo un tema de cifras macro, sino de realidades micro: la mesa de cada hogar.

En el plano político, los datos se prestan para discursos encontrados: unos dirán que las transferencias están cumpliendo su objetivo, otros que son solo “curitas”. El problema no es la existencia de las transferencias, sino su insuficiencia para modificar las capacidades productivas de los hogares más vulnerables.

Si queremos romper la paradoja de “crecer, pero que todo siga igual”, necesitamos políticas que no solo incrementen el ingreso, sino que transformen su origen.

Esto implica al menos tres frentes: formalización laboral, educación y habilidades, y el acceso a capital y tecnología. De lo contrario, seguiremos viendo mejoras estadísticas que no se traducen en movilidad real. El ingreso crecerá, sin embargo, seguirá siendo como un árbol frondoso en la copa, pero con raíces superficiales que en mínimo viento caerá.

¿Y ustedes qué opinan?, les leo.

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