Qué lástima que como país no sepamos evaluar el desempeño de un presidente (o “presidenta”), sino que convertimos esa gestión en un concurso de popularidad, en la que el “concursante” puede tener unos puntos garantizados por el puro hecho de tener ciertas características.
Aquí va un reto para nuestros legisladores: Elaboren una “scorecard“ y/o diseñen KPI’s (si quieren les explicamos qué son esas “cosas”) para ustedes mismos, para el titular del poder ejecutivo, etc., y que se desplieguen para toda la administración pública.
Los contribuyentes ya nos estamos hartando de que un presidente (p.ej.) sea popular porque tiene algunos aciertos mediáticos las más de las veces pagados, mientras en puntos fundamentales nos queda a deber seriamente (p.ej. la inseguridad). Ya basta de que sus “informes” sean una selección amañada de ciertos “hechos” y cifras a modo.
Estandaricemos lo que los funcionarios deben lograr, y de ahí los evaluamos. Que se haga público, que, en fin, nosotros les pagamos. Están a nuestro servicio. No son nuestros jefes. Aunque su ideología zurda les nuble la razón, necesitan a la libre empresa para generar valor, y para que les paguen los impuestos de donde el gobierno obtiene todo.
No les vamos a hacer el trabajo, pero aquí van algunas ideas: 1) Lugares relativos que avanza México en el índice de desarrollo humano (ONU), 2) puntos que avanzamos en el índice de percepción de corrupción (transparency.org), 3) mejoras en el puntaje del “Global Peace Index”, 4) avance en el “World Competitiveness Ranking” o equivalente, 5) mejora en el PIB per cápita, 6) mejora en el índice Gini, 7) porcentaje de kilómetros de carreteras que cumplen con el ISO 93.080 (o algún otro), 8) porcentaje de dependencias que cumplen con ISO 9000 (ibidem), 9) mejoras en productividad general, 10) reducción de deuda en “empresas públicas del Estado mexicano”, 11) kilómetros nuevos de trenes de alta velocidad, 12) trámites eliminados y/o que pasan de presencial/papel a remoto/digital, 13) mejoras cuantificables en la calidad y disponibilidad del agua, 14) incremento en el área forestal, 15) mejoras en la calidad del aire, 16) reducción en el tiempo de transporte urbano y carretero, etc.
Claro, tiene que haber una evaluación de tendencia, y que no se permita premiar algún movimiento de excepción a una tendencia. P.ej., Pemex tuvo en 2022 ingresos 50% por encima del promedio de los 13 años de 2012 a 2024 (incluidos), pero ese periodo cerró con un crecimiento promedio de 0.12% anual, o sea, casi nada. Regresó a poco más del promedio.
Ya que estamos con Pemex, es hora de que los políticos entiendan que el “pueblo” no come soberanía: Cada mexicano debe (dado que es “dueño” de esa “empresa”) más de $32,000 MXN. Puesto en términos por vivienda, esto es, más de $120,000 MXN. Así de ridículo y a la vez terrible. Ya es hora de que asuman el “costo político”, y se deshagan de ese centro de costos.
Los ingresos prácticamente no crecen (en términos reales bajan), y el pasivo circulante se ha multiplicado ¡por más de cinco! en ese lapso. Esta “empresa” es una pesadilla financiera que nos perjudica a todos. Que nuestros políticos expliquen a cuál “interés público” sirve una entidad así. Que nos digan exactamente cuáles “necesidades sociales, económicas o estratégicas” son cubiertas con esos despilfarros e ineficiencia. Que lo hagan sin retórica, sin ideología. No pueden.
Hay urgencias, y nuestros políticos, en el más puro “pan y circo” romano. Pero por lo menos los romanos hicieron tremenda infraestructura. Ya hemos tenido suficiente con retórica y discursos que insultan a cualquier persona con más de una neurona funcional.
Hay situaciones preocupantes, y peor, tendencias. Aquí un par de ejemplos: Del 2000 al 2023, el PIB per cápita (a precios internacionales constantes) en México creció menos de 7%, mientras que el mundo creció 62.5%. México tuvo en 2024 un puntaje de 26 de 100 en el índice de percepción de la corrupción, de Transparencia Internacional, que lo coloca en el lugar 140 de 180 (el primer lugar es para el país menos corrupto, percentil 78). En el 2000, México estaba en el lugar 59 de 90 (percentil 66), con puntaje de 3.3 de 10.
A exigir a la casta política. ¡Ya!